Decía Rosario que el público puertorriqueño es uno que cuando quiere a un artista, lo quiere para siempre, cosa que ella no olvida. Tampoco lo olvidaron las cerca de 1,700 personas que el domingo se congregaron en el Coca-Coca Music Hall para escuchar, cantar, bailar y hasta llorar con ella esas canciones que no suenan en ninguna radio ni son tendencias en los famosos charts, pero a través del tiempo siguen siendo los versos favoritos de quienes la siguen.

A Rosario la sigo desde el álbum “Siento” (1994) y de ahí en adelante con sus “Muchas flores” (2001), “De mil colores” (2003) y así hasta ahora con su nuevo “Te lo digo todo y no te digo na” (2021). Son repertorios muy diversos dentro de su bien lograda combinación de pop-rock-flamenco, que ella traduce en letras y música conectadas al amor y sus matices, a la nostalgia, al agradecimiento, sin dejar de ser divertidas. Todo lo contrario.

Rosario es un torbellino de energía, pasión y entrega absoluta en el escenario. Es una artista que solo necesita de sus canciones y de su banda para complacer.

En cada interpretación -tal como fue en la tarde del domingo- usó todo su cuerpo para inyectarle fuerza, sensualidad y elegancia. Se agarra los rizos, eleva los brazos con un talento naturalmente español, agita las piernas, se arrodilla y se compone de golpe para continuar moviéndose de un lado a otro del escenario ante una audiencia cautiva.

Comenzó a las 6:25 p.m., mientras todavía la gente se acomodaba en los apiñados asientos de este nuevo venue. Llamaron la atención algunas mujeres que vistieron accesorios gitanos, queriendo conectar con la esencia de la artista.

El nuevo tema “Te lo digo todo y no te digo na” marcó la salida del viaje al que ella invita con su distintivo grito de ”Vámonos!” y en adelante, fue un recorrido por las distintas etapas de su carrera con temas como “Mariposas blancas”, “Al son del tambor”, “Como quieres que te quiera”, “Que bonito”, “Estoy aquí”, “Algo contigo”, “No dudaría”, con el que honró la memoria de su hermano Antonio, “Queremos marcha” y “Meneíto”.

Sin mayores adornos de producción, cada interpretación tuvo un valor distinto, ya fuera por los solos de los dos bailaores de flamenco que la acompañaron, por el acompañamiento de la corista (que a distancia bien pudiera pasar por ella) o por el acercamiento de los músicos en el frente de la tarima.

Sorprendió gratamente cada expresión de agradecimiento de la cantante, que en un momento también mencionó a su madre, la legendaria Lola Flores, consiguiendo una de varias ovaciones de pie. Entre canción y canción no perdió oportunidad de agradecerle a Puerto Rico por recibirla de nuevo.

“Puerto Rico, que tengais mucha salud. Solo le pido a la vida mucha juventud para estar aquí muchos años más”, fue la despedida en medio del rumbero “Meneíto”.

Ella pareció que no quería irse del escenario, e igualmente el público no quería desmontarse del viaje musical que igualmente dejó a una con una sensación de agradecimiento. Fue bonito tenerla aquí de nuevo.