Resaltan la calidad vocal de la fallecida cantante Virginia López
Conocida como “La voz de la ternura”, ganó fama internacional en la década de 1950 con México como plataforma.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 meses.
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Los cantantes Sophy y Chucho Avellanet, y el exproductor de radio y televisión Alfred D. Herger resaltaron el talento y calidad vocal de la reconocida bolerista Virginia López, quien falleció a sus 95 años el pasado 3 de febrero en Vega Alta, donde se crió. La información sobres su muerte la informó la Asociación Nacional de Intérpretes de México (ANDI) a través de sus redes sociales.
“Desde que era niña y llegué a Nueva York, Virginia estaba muy pegada y salía en muchas películas mexicanas y se oía su música en la radio. Me gustaban mucho su voz y sus canciones. Por eso, al escoger canciones e intérpretes para mi producción ‘Tributo a grandes voces’ grabé dos de sus canciones”, dijo Sophy.
“Fue la cantante puertorriqueña que más pegó en México. Me alegra que haya tenido una vida tan fructífera en la que pudo cosechar mucho éxito y fue muy respetada y admirada. Que descanse en paz una de nuestras mejores intérpretes, Virginia López”, añadió la cantante pepiniana.
Para Alfred D. Herger, quien aseguró ser su admirador desde que tenía 15 años y escribía para el periódico El Mundo, Virginia, “tenía una voz única, ideal para interpretar boleros. Recuerdo que en el 1970 acompañé a Iris Chacón al Festival de la Canción de Buenos Aires como animador invitado. A Iris le dieron la oportunidad de grabar las dos canciones que iba a cantar y una de ellas era un bolero. Como ella no cantaba boleros le recomendé seguir la línea de Virginia López y el disco le quedó muy bueno”, aseguró.
Mientras que Chucho Avellanet, quien no tuvo la oportunidad de conocer personalmente a Virginia López, dio que “la admiraba mucho. Tenía una voz aterciopelada con ternura. Triunfó en América Latina, tuvo una exitosa carrera y se supo retirar a tiempo. Sus últimos años los vivió en Puerto Rico, alejada de la musica”.
Según consta en la biografía de la Fundación Nacional para la Cultura Popular, Virginia López nació un 29 de noviembre en Brooklyn, Nueva York, entre las calles 34 y West Side. Su infancia transcurrió feliz en el seno de una familia puertorriqueña muy “chapada a la antigua”, respetuosa de sus tradiciones.
Ya a los 5 años cantaba. Siguiendo la línea interpretativa de Libertad Lamarque, que entonces era la cantante de moda, la infante se aprendió los tangos que la llamada “Novia de América” interpretaba.
Fue en los primeros años de la década de 1950 que Virginia hizo su debut en el mundo artístico. Inicialmente grabó un disco, de manera no profesional, con Luis Lija, popular guitarrista de la época. Pero su verdadero debut profesional fue cantando a dúo con Chago Alvarado, integrante y compositor del Trío San Juan. Este primer intento de Virginia en el arte se conoció como el Dueto López Rodríguez.
Juntos, Virginia y Chago Alvarado grabaron unos 10 discos que tuvieron gran aceptación. Sus dos primeros éxitos internacionales, “Tan lejos” y “Cariñito azucarado”, la colocaron definitivamente en el gusto del público de todo el continente. Pero su gran golpe musical se dio a mediados de la década del 50 en la República Mexicana.
Precisamente fue en 1955 cuando sus grabaciones comenzaron a difundirse en México a través de las ondas radiales. Ganando amplia popularidad en el norte del país, Virginia tardó dos años en llegar a suelo azteca. Pero el 31 de julio de 1957, la joven llegó a México y con tan sólo telefonear a un periódico y decir “ya estoy aquí”, comenzó a vivir el proceso que la llevó a la consagración total como artista.
En México, Virginia López fue bautizada como “La Voz de la Ternura” por los dulces matices de sus interpretaciones. Cumpliendo con innumerables contratos, la cantante cautivó a sus auditorios y colocó numerosas canciones en el gusto del público.
Grabando para la RCA Víctor, México se convirtió en su plataforma de lanzamiento internacional. Así, su voz se difundió en Latinoamérica, algunos países de Europa y Japón.
Popularizó canciones como “Osito de felpa”, “Por equivocación” y “Te odio y te quiero”; grabó con mariachis, orquestas, conjuntos, así como con su inseparable Trío Imperio. De ahí que al cierre de la década fuera distinguida con el Discómetro de Oro en México, mientras en Puerto Rico se le ortorgaba un premio del Festival de Codazos en 1958.
Tras cumplir con numerosos compromisos en diversos escenarios de Latinoamérica y Estados Unidos, la artista hizo mutis en el quehacer musical. Regresó a Puerto Rico, donde se estableció y se mantuvo totalmente alejada del mundo del arte.