Cabo Rojo. De sus 38 años de vida, Quique Domenech le ha dedicado 32 al cuatro. El instrumento nacional marca el ritmo de su vida personal y artística. Lo descubrió, precisamente, un día 4 de enero en una parranda que llegó a la casa de sus padres. En ese momento reformuló su lista de regalos y les pidió uno a los Tres Reyes Magos.

“Ese 6 de enero llegó mi primer cuatro y desde ese día hasta hoy”, recuerda el músico abrazado por la belleza natural del santuario Schoensttat, en Cabo Rojo.

Este escenario, a kilómetros de su natal Guaynabo, es su refugio. “Hace cuatro a cinco años que estoy viniendo aquí recurrentemente, porque encuentro paz; es mi contacto con la naturaleza, con los espiritual, con mi yo interno, es el lugar que uso para componer”.

Quique Domenech no tuvo modelos músicos en su casa. Su guía, en su infancia, fueron sus instintos. “Yo también jugaba con carritos y cosas así, pero mi Atari y mi Wii era el cuatro; pasaba más tiempo pegado al cuatro y cuanta fiesta había me llamaban”, cuenta el mayor de dos hermanos.

Su primera oportunidad se la dio el fenecido Vicente Caratini en Los Cantores de San Juan. Tenía 12 años de edad.

Desde ese momento su talento fue acogido por figuras de la música popular, entre ellas Elías Lopés, Pedro Rivera Toledo y Ángel “Cucco” Peña. 

Luego de graduarse de teoría y solfeo del Instituto de Cultura Puertorriqu eña, Quique Domenech formó su grupo Renacer Campesino y posteriormente delineó su carrera como solista. Aunque admira a sus colegas cuatristas, su gusto por la música es universal.

“Juan Luis Guerra, para mí, es el músico más completo”, opina este fanático de la cocina boricua y mexicana.


De sus colaboraciones, destaca las realizadas con Chucho Avellanet, Haciendo Punto en Otro Son y Tony Croatto, de quien siempre admiró su humildad.

“Uno va creciendo y uno madura, y al principio uno trata de botar todo lo que uno sabe en una canción y yo he aprendido a no tocar para los músicos, sino tocar para la gente... porque a veces tocar 60 notas por segundo no te hace llegar al corazón de la gente”, afirma este “vicioso” de comprar música.

Su relación con el cuatro es su contacto con la patria, con su identidad. “El instrumento son todos los puertorriqueños; cada vez que me muevo, llevo a todo Puerto Rico aquí y trato de representarlos lo mejor que pueda con el ejemplo personal y musical”, afirma quien exhorta al gobernador a derogar la Ley de Nuestra Música Autóctona Tradicional Puertorriqueña por la mínima protección a los géneros típicos.

Quique Domenech es padre de tres hijos: Mariana Isabel, de siete años; Braulio Antonio, de seis; y Diego Enrique, de cuatro. Este último es fruto de su matrimonio con Mayda Belén, a quien incluirá en su nuevo proyecto Tré, que también trabaja con Edgar Ríos.

A sus hijos, dice, no los obliga a tocar instrumentos, pero ellos le han revelado sus aptitudes para la música.

Pero es la poca o, en algunos casos, ninguna exposición a las expresiones culturales de estas generaciones su mayor preocupación. Por ello trata de separar tiempo para acercarse a las escuelas a ofrecer talleres. Es así como teje su legado.

“Hay un problema de identidad puertorriqueña; antes de ser cualquier cosa somos puertorriqueños y nuestros valores culturales tienen que resurgir”, sentencia.