Luis Miguel se cuida para seguir siendo un maestro del escenario
El artista ofreció un segundo concierto en el Coliseo de Puerto Rico, en el que desbordó su maestría escénica y no fueron necesarias las palabras.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 meses.
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Luego de la euforia, el concierto de Luis Miguel merece mirarse con calma.
Desde el momento en que el artista aparece en el escenario su proyección es imponente, elegante, enérgica y hasta simpática.
En la noche del lunes, cuando ofreció el segundo de tres conciertos en el Coliseo de Puerto Rico, Luis Miguel se mostró contento, divertido, constantemente tuvo gestos para agradar al público. No fue el hombre frío que muchas veces proyecta ser en sus pocas apariciones públicas.
Y sí habló. “Vengan conmigo Puerto Rico / Arriba, conmigo Puerto Rico”, dijo. Fueron expresiones tan breves como espontáneas en un momento de gran exaltación desde el escenario hacia el público y viceversa.
Luis Miguel es un maestro del escenario. Domina su cuerpo; los saltos y movimientos que hizo suyos desde temprano en su carrera, siguen con él, inyectándole una energía muy particular a cada una de sus interpretaciones.
Lo acompaña una orquesta impecable, que lo hace lucir igualmente impoluto. La sección de cuerdas, los vientos, ¡fabulosas ambas! Las coristas, una belleza de mujeres que además de voces, le imparten cierta sensualidad al espléndido montaje producido localmente por Move Concerts.
Ahora bien, Luis Miguel reconoce sus límites. Ya no se lanza a los tonos altos o agudos con los que conquistó en aquellos discos de “Romance” entre de los años 1990 e inicios del 2000. Tiene nuevos arreglos que lo mantienen en unos tonos graves que puede manejar sin temor a fallar. Acerca y aleja constantemente el micrófono y así mismo juega con su voz, la cual no deja de ser limpia y muy distintiva. Utiliza también la estrategia de girar el micrófono para que sea el público el que se esgalille mientras él asegura su garganta.
Luis Miguel -comoquiera- sigue siendo una estrella que trascenderá a leyenda.
Su elegancia, el respeto que refleja hacia el escenario, hacia los músicos que lo acompañan y hacia sus colegas -hermoso el tributo a Michael Jackson y Frank Sinatra- son cosa de gente grande, extraordinaria.
Es una figura que domina su arte y desde esa maestría, se ha dado el privilegio de llevar la carrera como ha querido y así el público lo ha seguido a través del tiempo.
Su talento nunca ha sido ser un gran orador y no lo será. Su lenguaje está en la canción y de eso, es un maestro.