La negritud vista desde las artes
Héctor “Coco” Barez, Vin Ramos y Alméstica defienden su raza desde el tambor hasta el uso del afro.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
PUBLICIDAD
Héctor “Coco” Barez (El Laberinto del Coco) quiso en una ocasión probar si lo dejarían entrar a una discoteca en un hotel con su cabello rizo largo, al estilo dreadlocks. Era un reto, aún cuando le habían advertido que no le permitirían el acceso, pero no necesariamente por su pelo, sino por su piel negra.
Lo intentó una vez y le negaron el acceso por llevar camisa con diseño de cuadros. Se la cambió. Lo intentó por segunda vez y le volvieron a negar la entrada por los zapatos que llevaba. También los cambió. Ya en el tercer intento la excusa fue que se reservaban el derecho de admisión y no le permitieron entrar.
Fue la ocasión que más frontalmente experimentó el racismo, pero también le pasa con la música que ejecuta, la bomba. “Esa es música de negros”, le dicen, a lo que responde, “sí, yo soy negro”. A esto se suma el desdoro sobre el tambor. “(La bomba) es lo más puro, lo más cercano que tenemos a los esclavos, y se ha tildado de que es música de brujería, o sea que hay muchos estigmas en cuanto al tambor, y no, esto se ha usado (históricamente) para celebrar la vida, o para protestar”.
Vin Ramos (solista, pop) ensayaba para una pieza de ballet, cuando la producción le solicitó que debía alisar su cabello rizo y luego hacerse un repelado para que no hubiera rastro de su afro, el cual, según se le dio a entender, no estaba aceptado en el marco del ballet clásico. “Me tuve que planchar el pelo y peinármelo con blower para hacerme un peinado repelado, porque el afro no era bien visto dentro del ambiente clásico en términos del ballet”, recordó del momento “traumático” que tiempo después reconoció como un acto racista.
En el artículo Por qué necesitamos diversificar el cabello en el ballet, de la publicación digital Pointe, Lauryn Hayes narra el momento en que entró a una clase de ballet y de inmediato le advirtieron que su textura de cabello -en ese momento con un recogido de trenzas-, no era apropiado para la estética del ballet, una que tiene su raíz en el estilo eurocéntrico, según se detalla. No obstante, comienzan a verse cambios en ese género artístico, aunque a pasos muy lentos. La bailarina Daphne Lee de Dance Theatre of Harlem dio un paso al frente en favor de comenzar a normalizar las distintas texturas de cabello creando versiones de los peinados requeridos por la compañías de ballet adaptados a su cabello.
Alméstica (salsero novel, educado en el canto dentro del género de la ópera) se considera “supernegro”, aunque igualmente se reconoce más lightskin. Lleva el afro al estilo de los años 1970, lo que ahora es parte de su imagen artística, pero antes no era así. “Yo me pasaba la cero alta toda mi vida, desde pequeño hasta cuarto año. Yo no sabía que tenía afro, nunca vi mi pelo”, compartió.
Esa realidad no la observa como una negación de su pelo natural, sino como una costumbre que adoptó de niño hasta que llegado el momento de entrar en la universidad, quiso hacer algo distinto para marcar esa nueva etapa en su juventud. Entonces, se cruzaron el interés por crecer en la salsa y la necesidad de crearse una imagen, y escogió el afro.
“Eso es una loquera, no existe el pelo malo, qué es esa frase, quién lo dijo”, cuestionó sobre el comentario culturalmente arraigado -y estigmatizado- respecto al cabello rizado.
Vin Ramos celebra el momento en que voluntariamente decidió exhibir su pelo natural, y con ello, convencer a su familia de que el pelo rizo no es “pelo malo”, como se hizo creer entre los afrodescendientes en el Caribe y otros puntos de Latinoamérica.
“Tuve la bendición de ayudar a mis familiares a sanar eso que está tan inmerso en la mente (de forma) inconsciente, porque luego mis papás se dieron cuenta de este tipo de diálogo o expresiones que hacían y me han pedido disculpas”, expuso.
Coco, Vin y Alméstica tienen unas personalidades musicales distintas: bomba, pop y salsa, pero cada uno defiende su negritud de forma literal y figurativa.
Vin y Alméstica la llevan más desde la estética y en el caso de Coco, particularmente, procura mantener vivos los elementos esenciales de la bomba, aún cuando su propuesta Laberinto del Coco se define por la bomba fusionada (rap, jazz, flamenco, entre otros estilos). Conserva el tambor como el eje de la conversación rítmico-musical, el llamado y respuesta entre el cantaor y los coros y el baile.
“Es superimportante reconocer que eres negro, que estás tocando música negra, que tienes que difundir como educador, seguir propagando el género, que la gente lo conozca, lo consuma, porque consumiéndolo lo entiendes y puedes tener todas las sensaciones por las que pasamos nosotros, o tener tus propias sensaciones, pero con un contexto de que esta música es negra, criollizada”, afirmó.
La salsa, igualmente, encuentra raíces africanas en la asimilación de sonidos y ritmos que en el Caribe y otros puntos de Latinoamérica fueron evolucionando hasta darle una nueva definición musical convirtiéndolo en el género que se conoce. Se dice que la clave, ese patrón ritmático, es parte de esa herencia africana.
Alméstica adoptó la sala por influencia de su progenitor después de haberse formado en la ópera en la Escuela Libre de Música y en el Conservatorio de Música de Puerto Rico.
“Decidí que quería hacer salsa, porque escuché (el tema) ‘Pedro Navaja’ (Rubén Blades y Willie Colón, Siembra, 1978) y me obsesioné, primordialmente, con (la música) de Héctor Lavoe, porque ‘Pedro Navaja’ fue el que me convirtió salsero, pero Héctor Lavoe fue el que me graduó”, manifestó Jomar Alméstica de León.
Para este trío de talentos las manifestaciones racistas continúan explícitas e implícitas en nuestra cotidianidad, y eventos como fue el asesinato de George Floyd (2020) en manos de la Policía, sacaron hacia afuera muchas de esas experiencias que se suelen callar, aunque cada vez menos.
“Eso removió el hormiguero y salió gente que ha tenido experiencias y se dio la oportunidad de expresarlo, e incluso yo me di cuenta en este proceso de George Floyd que lo del ballet fue un acto de racismo”, puntualizó el intérprete Vin Ramos.
Estamos rodeados de eso (racismo), como era en el principio, eso está latente, lo que pasa es que hay gente que lo aguanta y lo disimula, y otra que te lo deja saber”
-Coco, percusionista