Entre todos los aconteceres del Puerto Rico de hoy, una noticia resuena con un notable dejo de nostalgia: el cantante Julio Ángel, el eterno “Diamante”, abandonó el plano terrenal para sumarse al cielo de las grandes estrellas boricuas que hemos perdido en tiempos recientes.

En la década de 1960,  bajo la hábil tutela de Alfred D. Herger y dentro del marco de los entonces sumamente novedosos programas de “Canta la Juventud” y “La Nueva Ola”, Julio Ángel –junto a Chucho Avellanet, Lucecita Benítez y Al Zeppy, entre otros– marcó un hito en el ámbito artístico y musical, no solo de Puerto Rico, sino de todo el Caribe.

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Por eso, hoy, nos acercamos precisamente a tres de los entrañables compañeros que aún le sobreviven para que compartieran con todo Puerto Rico su sentir sobre esta irreparable pérdida.

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Chucho Avellanet

“Hace como media hora mi esposa me lo dijo”, comentó Chucho sobre el fallecimiento de Julio Ángel en cuanto recibió nuestra llamada. “Me da mucha pena; compartimos mucho de los años 60 en ‘Canta la Juventud’. Compartimos mucho”, repetía casi como para sí mismo, “teníamos un grupo muy unido, Lucecita, Al Zeppy, Julio Ángel y yo. Teníamos el programa número uno (de aquella época)”.

A pesar del tiempo y los compromisos artísticos de cada cual, Chucho siempre se mantuvo en contacto con su amigo intérprete. Recientemente, sin embargo, lo veía más bien de casualidad. “Últimamente, lo veía en Plaza (Las Américas) por Borders. Se había retirado, ya no quería cantar más, jugaba ajedrez por Borders”.

Sin embargo, cuando hace unos meses la salud de Julio Ángel empeoró, Chucho fue de inmediato a visitarlo. “Fui a su casa, después que se enfermó. Estuve allí, haciéndole chistes”, para subirle el ánimo. “Después de eso, solo oí noticias… hasta ayer, que me enteré que estaba fuera de Puerto Rico”.

Al preguntarle a Chucho qué era lo que más recordaba de su amigo, este respondió: “Julio no era un muchacho de hacer chistes, ni de estar (embromando) como yo; Julio se los reía todos (los chistes), pero no hacía ninguno. Yo, lo más que me acuerdo es de las veces que salíamos a un sitio que se llamaba Pirate’s Den, en la calle Loíza; nos íbamos Al Zeppy, él y yo con unos amigos y después que terminaba el Show de las 12, nos íbamos allí, a picar algo y a oír música. ¡No queríamos ir a nuestras casas!”, recordó divertido.

En otras ocasiones, mencionó también Chucho, “nos encontrábamos, a veces, sin querer, en algún show que fuéramos a ver. Casi siempre nos pasábamos yendo a ver shows, en la época de oro de los hoteles, Alfred (D. Herger), Al Zeppy, Julio, Lucecita y yo…”, comentó con cariño.

Antes de despedirse, Chucho Avellanet quiso tener unas palabras para los familiares de Julio Ángel: “Que tengan consuelo. Vamos a celebrar su legado de música. (Julio) hizo muy buenos discos con distintos artistas y (dejó) un legado que debemos tener todos. Yo tengo parte de ese legado aquí. Que descanse en paz”.

Lucecita lo recuerda rockero

Nada más escuchar el primer “Hola” de Lucecita Benítez al contestar nuestra llamada, la tristeza era más que evidente. “Me enteré bien tarde anoche, ya estaba acostada”, dijo muy apenada. “No sé ni qué decirte… Inmediatamente que me hablan de Julio, recuerdo “Canta la Juventud” y  el “Club del Clan” y lo que fuimos. Para mí, en lo personal, es una pérdida muy dolorosa. (Julio) era compañero, amigo y hermano, crecimos juntos en el arte”.

“Cada vez que me llaman (para darme este tipo de noticia), para mí, en lo personal, me pone mal. Enseguida pienso en que todos tenemos que morir… no te lo puedo explicar. Prefiero recordar el Julio Ángel rockero (que después cantaba) boleros. Para mí fue, ante todo, el artista; para mí siempre fue eso y lo será aun después de haber hecho su cambio”.

Hoy, con la madurez que el tiempo y la experiencia le han otorgado, Lucecita Benítez reconoce que, en su momento, ni ella, ni Julio Ángel ni Chucho Avellanet eran conscientes de la magnitud de la huella que dejarían en el ámbito artístico musical en la Isla. Y es natural porque “éramos tan jóvenes, unos muchachitos jóvenes inmaduros. Eso (el quehacer artístico) no era para nosotros una carrera, era diversión: ¡nuestra mejor diversión! Algo que nos estaba pasando, que era maravillosos y lo vivíamos, pero, en realidad, como éramos jóvenes no sabíamos la responsabilidad que eso implicaba y la entrega. Éramos jóvenes jugando a ser un sueño… y el sueño se hizo realidad. Yo me siento bien feliz de haber empezado en esa época y que sucediera lo que sucedió; nada más pensábamos en cantar, en grabar. Alfred nos tenía como locos, cantando y grabando. Era una diversión bien linda… hasta que uno fue madurando y el libreto cambia; el libro de la vida cambia y veo a mis amigos caer, así, poco a poco y me inquieto, me desespero. Pero, también, entiendo que (morir) es parte del nacer, es parte de la vida. Y uno tiene que tomarla como es”.

Dentro de todo, Lucecita recordará a Julio Ángel “como un  hermano; se murió un hermano en el arte y en la vida. Nunca estaremos preparados para esto. Hace años que no lo veía. Me afectó más porque cada quien agarró su tren, hizo su vida y la vida y los años nos alejaron. Cada quien hizo de su carrera independiente, se fue haciendo solo, hizo su camino solo y Julio fue de los primeros. Pero siempre yo sabía de él y yo asumo que él siempre supo de mí”.

En una notita simpática, Lucecita rememoró que “Julio fue el primero del grupo que le permitieron que tuviera un auto”, ya que Alfred D. Herger los vigilaba mucho. “Pero, el control fue positivo”, advirtió Lucecita, “porque éramos todos niños. Nuestro vicio era cantar y meternos al estudio a grabar”.

Antes de despedirse, Lucecita reiteró que, para ella, la muerte de Julio Ángel “es una pérdida… pero es parte de la vida. Lo recordaré como cuando estábamos en “Canta la Juventud” y el “Club del Clan”. No lo quiero recordar (muerto), ese no es el Julio Ángel que yo conocí; prefiero quedarme con la imagen del chico joven, que se tiraba al piso a la hacer rock n’ roll con nosotros”.

Alfred D. Herger dice que Julio Ángel “cantaba y encantaba”

A medida que fue despuntando el día, de todas partes le llegaba a Alfred D. Herger la noticia del fallecimiento de Julio Ángel. “Me entere por una llamada esta mañana, me preguntaban si era verdad”, mencionó, dejando entrever que a él mismo le costaba mucho creerlo. “Después de esa, empezaron a salir otras llamadas y verifiqué que era cierto”.

¿Su primera reacción? “Me sentí bastante consternado, (aunque) esto es una crónica de una muerte anunciada. Él estaba muy mal. El último reporte que recibí es que no estaba reconociendo, que estaba como ido… Ya se esperaba (que falleciera), era cuestión de tiempo porque a él se le fue quebrantando aceleradamente la salud”.

Al preguntarle desde cuándo no veía a Julio Ángel, Alfred respondió que no hacía mucho. “No lo veo desde el día que lo apadriné para su exaltación al Salón de la Fama en Carolina. Fue una noche gloriosa porque él estaba bien feliz, tirando besos, decía cariñitos y algunas cositas muy cariñosas. Después de eso, no lo vi más porque había un asunto ahí entre los hijos y yo como que me quedé fuera y no quería estar entre fuegos cruzados. Y lo otro que me entero es que se lo llevan de Puerto Rico, que estaba en Florida y que estaba desmejorando y desmarojando… perdí el contacto”, expresó con melancolía.

Eso dicho, Alfred D. Herger siempre guardará hermosos y gratos recuerdos de aquella maravillosa década de 1960 en la que él impulsó a tantos artistas al estrellato. De Julio Ángel, particularmente, Alfred recuerda “cuando lo presenté por primera vez en el teatro Radio City (en Santurce), que era teatro y Cine. Víctor Carady era el administrador y me contrató para presentar un show de “La Nueva Ola” y Lucecita fue la estelar. Chucho (Avellanet) estaba de viaje y yo acomodé a Julio Ángel para lanzarlo con Lucecita, y las muchachas vueltas locas le rompieron la camisa y hasta un tajito tenía la boca. Julio cantaba muy bien, se movía en escena como un león, tenía mucha maña”.

¿Su rasgo más memorable? “Su simpatía con el público; era muy cariñoso con el público y se entregaba, y eso era su mayor encanto. Porque hay artistas que cantan… y hay artistas que cantan y encantan”. Y Julio Ángel, sin lugar a dudas, “encantaba”.

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