Historia de la Salsa: Cheo Feliciano
Su trabajo musical marcó una de las etapas más significativas de nuestro cancionero popular por su excelente capacidad interpretativa en diversos géneros.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 10 años.
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A continuación un extracto de la edición de Historia de la Salsa que se le dedicó a Cheo Feliciano el 5 de noviembre de 2003. Baja adjunto el suplemento completo.
Su presencia aún se hace sentir entre los recovecos de la calle Guadalupe de Ponce, donde ubica la residencia de sus padres desde principio de los años 30, justo a la antigua entrada del pueblo, frente al viejo Cementerio Histórico que entonces servía de parque para que los niños retozaran por los restos de lo que una vez fueron panteones difuntos.
En ese lugar nació José “Cheo” Feliciano Vega, el 3 de julio de 1935, considerado como la voz más privilegiada del pentagrama salsero, graduado de la escuela de soneros de Ismael Rivera y discípulo del acento y la eufonía de Tito Rodríguez.
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En la ciudad de Nueva York se curtió en las grandes orquestas latinas de la década del 50, con quienes aprendió las mañas del arte de la canción hasta lograr despuntar entre los más renombrados artistas de la época.
Su carrera musical, que ya cumplió 47 años, ha sellado uno de los episodios más significativos en el repaso de nuestro cancionero popular por su excelente capacidad interpretativa en géneros diversos como el bolero, la salsa, la pachanga y el cha-cha-chá. Además, ha refulgido por la calidad de su voz, sus fraseos y sus tonos melodiosos, y graves a la vez, que saben entrar al juego con las armonías provocando momentos sublimes y cadenciosos.
Ése es Cheo Feliciano, el cantante que todo salsero aspira ser. Completo, excelso, virtuoso, afable, simpático y humilde.
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