Es que el mundo se divide en dos: los que lo aman y los que lo detestan.

Anoche era Nicky Jam, el de las "Travesuras" ("Hola bebé... muher... tú estás bien dura; dime si conmigo quieres hacer travesuras, mami; va a sucedel, no me puedo contener; mami, qué me estás haciendo; mami, no hay detalle que se me escape de tu cuerpo").

Fue el primer artista del Festival en agotar las entradas.

Hoy, jornada de cierre, solo reguetón: Don Omar y Wisin.

El ritmo machacón y reiterativo -el dem bow beat -, las melodías elementales, las letras sexuales y sexistas, de rimas facilonas y pegajosas, causan furor entre sus seguidores.

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Lo que siempre se reitera es el spanglish y palabras como "perreo" (lo hemos visto representado en el escenario), "cachorrita", "papi", "morder", "clavar". Mucha cadera, cintura ("trabájame ese cuerpo, mami"). Hay letras francamente agresivas (como una que le dice a la chica que si sigue con esa actitud la va a violar), al lado de otras más románticas.

En una universidad colombiana iniciaron una campaña contra el reguetón, considerando que es el tercer país en que se maltrata más a las mujeres. Desde allí, un estudio de Alexandra Castañeda afirma que "promueve los arquetipos tradicionales de la mujer y del hombre, la primera, concebida como objeto de placer sexual (...) y el segundo, como gran proveedor a través del acceso al dinero fácil, producto de las actividades del narcotráfico (...). Las mujeres son cosificadas".

Todo lo anterior tiene sin cuidado a la cada vez más numerosa fanaticada chilena.

El controvertido ritmo surgió oficialmente con ese nombre en los 80 en Panamá y se masificó gracias a El General. En 1993 el panameño fue un hit en la Quinta con su "Muévelo, muévelo".

¿Se acuerda de la canción de "31 minutos", "Objeción denegada", esa de un abogado al que siempre le va mal porque "hablo como idiota"? Sonaba exactamente igual.

Pero fue en Puerto Rico donde realmente floreció el reguetón, ese que está siendo criticado, el del blin blin (por el sonido de las cadenas y demás ornamentos que usan sus cultores) con que nos sorprendió Daddy Yankee, "The Boss", en 2006 en Viña.

De ahí en adelante, la cumbia mezclada con otros ritmos tropicales de las orquestas de Pachuco, Tommy Rey, la Sonora Palacios -que ya habían sido desplazados como fin de fiesta por grupos y artistas centroamericanos- desaparecieron de la parrilla programática.

O sea, tendremos mucho reguetón por un buen rato.

La identidad corporal del chileno -somos medio tiesos, la verdad- siempre ha recurrido al préstamo: la cumbia que bailamos en matrimonios y Año Nuevo (que poco tiene que ver con el elegante baile colombiano); en los 50 la rumba, el mambo y el chachachá de las orquestas cubanas; la salsa que entró fuerte por los 80 (todo el mundo tomaba clases); el merengue que llegó de la mejor mano posible, ese gran músico que es Juan Luis Guerra.

Pero ninguno de estos causó controversia ni ha calado tan hondo.

¿Será que ese ritmo machacón y agresivo nos interpreta mejor? A pesar de que todas las canciones son prácticamente iguales, el público chileno no se cansa de bailarlas y también de escucharlas a todo volumen.

"Muévelo, muévelo".