Pablo López se nutre de la calle para seducir desde el piano
Tiene dos discos a su haber y una carrera en plena ebullición con sueños terrenales “pero a la vez tan difíciles”.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 9 años.
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Si hay un lugar cómodo para conversar con el cantautor español Pablo López es frente a un piano. Lejos de él siente que le falta la ropa.
Esas 88 teclas blancas y negras le vuelan la cabeza y suelta la timidez, establece su breve biografía en Twitter. Son sus manos las que toman la palabra y hablan por él.
Al momento de iniciar la entrevista tocaba algunas notas de la canción Oh melancolía, de Silvio Rodríguez, la misma que unas noches antes se atrevió a tocar -sin ensayo y con un par de copas arriba- en el vestíbulo de un hotel en Miami. Según el cuento, la memoria musical no le falló.
Las manos de este malagueño, de 34 años, hablan de muchas formas. Exhibe en ellas varios tatuajes que recogen extractos de canciones o símbolos de vivencias, como una calavera que le recuerda su paso por México.
“He de fundir la montura para galopar mi sueño”, frase del tema En el jardín de la noche, del mismo cantautor cubano, también la lleva grabada.
Su conexión con el piano lo remonta a su infancia.
“Había un piano en el colegio donde empecé a estudiar y ya físicamente me llamó muchísimo la atención. No sabía lo que era y cuando vi al profesor ponerle las manos por primera vez encima, dije, ‘tengo que hacer eso como sea’ ”.
El dinero ni el espacio en el hogar familiar le permitió tenerlo a temprana edad.
“Mi madre me regaló una guitarra pequeña y me regaló ese bilingüismo instrumental, por eso siempre toqué la guitarra. Y cuando ya tuve 12 o 13 años vino el piano a casa, pero estuve estudiando en el colegio, en el conservatorio, antes de que llegara ese momento”.
López viene de la línea de admiradores de “la parte de más McCartney de los Beatles”, de Elton John, de Billy Joel, de Silvio, de Sabina, de Serrat, pero también de Juanes, de Alejandro Sanz, de Luis Fonsi, de Antonio Orozco, de Tiziano Ferro…
Con muchos de los últimos se ha sentado a componer y así es más creativo que cuando lo hace para él.
“Uno se siente más libre o a veces es más divertido. Te vuelve más excelente eso, porque el complejo es malo y el miedo es malo para el escenario”.
López suele crear en un estudio en Madrid que se ha vuelto su segunda casa.
“Soy de los autores que trabaja más con melodías y con armonías, que con letras. Nunca he hecho una letra y después le he puesto música, que lo hacen los que son más poetas”, compartió.
Al viajar le ocurre que, de momento le surge una melodía, pero se paraliza al no tener un piano a su alcance. “No soy de estos tipos que sea capaz de escribir una canción en la habitación de un hotel. Soy muy piano dependiente”.
La voz del álbum El mundo y los amantes inocentes se sirve de la cotidianidad para su obra. “Creo que no hay mejor escenario o más atractivo, para bien o para mal, que lo que pasa en la calle, lo que te pasa a ti cuando te levantas por la mañana”.
La dependencia que lleva con el instrumento no es completamente positiva. El esfuerzo físico que conlleva, desde la coordinación de las manos hasta la postura en la banqueta -que en su caso es muy particular, porque deja la pierna derecha al frente y echa la izquierda hacia atrás para apoyarse- lo tienen destrozado.
“Pero merece la pena. De algo hay que morirse”, afirmó el músico sin dejar de tener contacto con el piano que ocupó durante nuestro encuentro en Stevan Micheo Piano Gallery.
Este barbudo de mirada profunda tiene dos discos a su haber y una carrera en plena ebullición. Sus sueños, por el contrario, más que elevados, son terrenales, “pero a la vez tan difíciles”.
“Como conservar la felicidad constante, poder seguir creciendo sin dejar cadáveres, que es muy difícil no decepcionar a nadie”.