Sandra Zaiter cuenta su vida sobre ruedas
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 16 años.
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Cuando escuchó en voz de una amiga las anécdotas que han armado su vida desde aquel 13 de septiembre de 1975, cuando tuvo el accidente que la mantiene en silla de ruedas, Sandra Zaiter se convenció de que debía contarlas.
No era algo planificado, ni siquiera se lo había planteado, como tampoco imaginó el desahogo que representó revivir los últimos 37 años.
“Fue una catarsis enorme, donde lloraba a solas aquí, frente a mi computadora, porque había momentos bien duros, bien difíciles, porque al tú contarlos, vas reviviéndolos; y tratando de poner todos los detalles, uno va dejando salir las emociones”, cuenta desde su apartamento en Condado.
El anecdotario titulado Gaviota en vuelo con ala rota (que publicará a fines de septiembre) inicia con una narración de la artista del pasadía que cambió el ritmo de su vida tras una fallida caída al mar que bordea las costas de Fajardo.
“Parto de ahí porque prácticamente de ahí vienen todas estas anécdotas que quiero compartir y entiendo que en muchas de ellas hay unas lecciones de vida que fui aprendiendo y me parece que se deben compartir”.
“Yo acepté ese momento, gracias a Dios, prácticamente desde el primer día, porque yo tuve una experiencia que, de hecho, empiezo relatándola en el libro, donde mi espíritu dejó el cuerpo y en donde Dios me dio la oportunidad o de regresar a él (cuerpo), aunque me esperaban cosas difíciles, o dejarlo ahí, pero entonces me iban a faltar cosas por resolver, entonces tomé la decisión de volver a él”.
Las “cosas difíciles” a las que se refiere son las úlceras por la posición en la silla de ruedas, las constantes infecciones, pues su condición de cuadraplegia, aparte de inmovilizar las extremidades, afecta los riñones y pulmones.
En el 1992, además, le removieron la vejiga y le colocaron un conducto mediante un procedimiento llamado urostomía. “Ése fue un proceso bien difícil, donde inclusive veía una mutilación más al cuerpo, y yo lo que quería era que no me tocaran nada, que me dejaran lista para cuando Dios así lo dispusiera, pero no importa, cuando sea el momento, con todo y mi urostomía, caminaré”, afirma sin perder de vista a Velcro, una de sus cinco gatos.
¿Cuál ha sido el reto mayor?
“Poner la cara con una sonrisa abierta cuando tienes los dolores más fuertes del mundo; la neuropatía (enfermedad del sistema nervioso) me acompaña desde el primer día, son unos dolores bien difíciles de definir, porque es una sensación del pecho hacia abajo en donde sientes que el cuerpo está en carne viva... es una sensación bien dolorosa, y lo difícil es cumplir con todo el mundo y con todo y seguir hacia adelante”.
El humor ha sido el mejor tratamiento para esta querendona de la grey infantil, de 65 años.
Pero cuando ha tenido el deseo de llorar, “cojo mi guagüita, me voy sola a un monte para ver toda la vista que pueda alcanzar y que llegue siempre al mar, o me voy a una playa, estaciono, pongo música, me inclino hacia atrás y lloro si tengo que llorar, y vuelvo a encontrar las motivaciones que tengo en la vida para seguir adelante”, apunta.
Al momento, el libro está casi completado, apenas faltan dos o tres revisiones con la editora y el retrato que Antonio Martorell le trabaja para la portada.
Una vez terminado, la autora espera, con humildad, que vuele tan alto como sus anhelos.