Llegar de Nueva York a la costa de Arecibo es un cambio que trasciende la temperatura.

Es un ejercicio de desintoxicación de la metrópoli para volver a conectarse con la naturaleza, con la simpleza, con las costumbres de un pueblo costero; es reencontrarse con todo aquello que forma a los puertorriqueños.

El cantautor Pedro Capó concretó ese recorrido. Lo hizo hace poco menos de un año y parece no cambiarlo.

Con su esposa y su hijo, convive en una casa casi frente a la Cueva del Indio en Arecibo, un escenario natural cuya belleza impresiona.

“Este tipo de lugar te da la posibilidad de escapar fácilmente; los sonidos, la belleza, te callan la boca, te callan la mente, todo es apreciación”, resalta el artista, nieto del recordado cantante y compositor Bobby Capó.

Bautizado en la religión católica, el artista lleva a cabo actualmente unos encuentros más personales con Dios. Hace 11 años practica el chamanisno peruano, a través de lo cual se limpia física y emocionalmente.

“Mientras más limpiecitos, más cerca de Dios nos sentimos”, concluye Pedro desde el interior de la cueva marítima, cuyos petroglifos dan testimonio de la presencia indígena.

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