La modelo brasileña Janaína Prazeres fue elegida por la inteligencia artificial de la revista “Playboy” de Noruega como “la mujer más bella del mundo”, pero no solo es reconocida por esto, sino también por su vida sentimental y las diversas cirugías que se ha realizado.

En una ocasión mencionó que había gastado más de 300,000 reales brasileños, que son equivalentes a más de $52,600, con el fin de obtener la apariencia que tiene actualmente, debido a que esto la hace sentir mejor con sí misma.

Pero, esto también tuvo un impacto en su vida financiera, ya que también afirmó que por este motivo no tenía ahorros: “Me encanta sentirme más bella, siempre trato de elevar mi autoestima. Ese es el secreto para una vida mejor. Puedo invertir en ello, no ahorro”, dijo la modelo, según el medio local “Extra”.

Relacionadas

Sus problemas de salud mental

Una de las polémicas que ha generado la modelo está relacionada con un tratamiento para sus glúteos llamado “BumBumCare”, el cual se caracteriza por aplicar semen de salmón para favorecer el rejuvenecimiento de la piel. Aunque se recomienda realizarlo de manera ocasional, ella se somete a esto diariamente.

Janaína Prazeres ahora está en el ojo público por otro tema relacionado con su apariencia, puesto que en una entrevista reveló que el título que le otorgó la revista “Playboy” de Noruega le ha traído algunos problemas con respecto a su salud mental.

Reveló que una de las mayores dificultades a las que se enfrenta es que no goza de una buena vida sentimental, esto porque mantendría alejados a sus pretendientes: “Los hombres te juzgan solo por ser bella. Es como si no pudieras ser inteligente y bella al mismo tiempo: tienes que ser una cosa o la otra”, de acuerdo con “O Globo”.

Adicionalmente, para lidiar con la presión que ejerce el título en cuestión, comenzó a asistir a sesiones de terapia y, como parte de las actividades que le asignó su terapeuta, debe pasar 48 horas sin observarse frente a un espejo.

Al seguir las indicaciones del profesional en salud mental, explicó que al principio le costó cumplir con alejarse de los espejos, pero que en cierta medida le ayudó: “Fue un ejercicio muy difícil, no mirar mi propia imagen durante 48 horas, pero admito que fue liberador”.