Lo primero que pasó por la mente de la ex vedette Gladys Núñez cuando se enteró del terrible terremoto y posterior tsunami que recién había sacudido a Japón, fueron los hermosos recuerdos que aún conserva de su estadía en aquel remoto país, donde permaneció casi un año presentando, como figura estelar, una revista musical en un prestigioso cabaré.

Para entonces, entre el 1996 y 1997, la artista se había mudado a Las Vegas, tras ser contratada para formar parte de un espectáculo que se presentaba en uno de los principales hoteles de la llamada Ciudad del Pecado.

Tan exitoso resultó, que no bien terminó aquel compromiso que se prolongó por varios años, el cuerpo de baile fue reclutado para llevar el musical al país nipón.

“Precisamente, el contrato fue para actuar en Sendai, una de las zonas que resultó mas devastada por el terremoto. Recuerdo que monté la revista, tipo Las Vegas, pero con influencias de bailes latinos y fue todo un
acontecimiento. Me acompañaron quince bailarines de Brasil y estuvimos un mes completo; recorrimos cinco ciudades de Japón”, rememora la ex vedette.

Gladys, quien ahora labora en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Evaluadora de la Música Autóctona, menciona que en Japón los temblores de tierra son muy comunes.

“Recuerdo que en el mes que estuve allí, hubo una noche que la tierra tembló tan fuerte que me desperté y caí sentada en la cama. El primer impulso fue bajar al vestíbulo del hotel y allí me encontré a todos los bailarines temblando del susto. Ellos se pasaron toda la noche allá abajo, histéricos, pero a  mí el sueño me rindió y me fui a dormir”.

Gladys Núñez destaca que ante situaciones como esa, los japoneses mantienen un gran control de sus reacciones.
“Esa cultura es admirable; nosotros tenemos mucho que aprender de ellos, de sus buenos modales y aún más, de su serenidad. En medio de este desastre, no ha habido saqueos, ni actos delictivos; contrario a lo que ocurre aquí cuando nos azota un huracán, se va la luz y la gente se pelea por una bolsa de hielo. Aquí cuando suceden estos fenómenos atmosféricos muchos aumentan los precios de los productos que escasean; allá los bajan drásticamente para ayudar a la gente a recuperarse”, opina.

Aunque el país del Sol Naciente necesitará tiempo para su reconstrucción, la artista asegura que lo van a lograr con relativa prontitud y que los japoneses se van a sobreponer “porque son admirables”.

No le sorprende que ante la escasez de gasolina, los japoneses estén usando la bicicleta como método de transporte ya que eso “allá es muy común y lo sorprendente es que están acostumbrados a pedalear distancias
larguísimas para llegar a sus trabajos o a las escuelas. Y es increíble, nadie las roba aunque sus dueños no las dejan encadenadas”.

“De la cultura japonesa me impresionó lo limpios y organizados que son y sus finos modales. Casi no hablan; más bien susurran. Yo les decía que tenían rostros neutros porque uno los observa y no se sabe qué están pensando. Las mujeres se tapan la boca con las manos cuando se ríen. Son muy respetuosos los unos con los otros y con lo que no les pertenece. Recuerdo que una vez deje olvidada mi cartera y al percatarme, fui a la estación a reportarlo y en menos de media hora ya había aparecido. Es un gran lugar para vivir, e increíblemente, viven bastantes puertorriqueños, particularmente en las bases militares”, manifiesta, para luego mencionar que por allá se encontró con compatriotas que fueron a ver la revista musical.

“Me encontré con dos puertorriqueños que estaban estacionados en Okinawa.

Recuerdo que tenía un día libre y me fui a la estación del tren con la intención de buscar lugares para visitar. Ellos me reconocieron y terminamos haciendo el tour juntos y llegamos hasta un lugar que se llama Rapongi, en Tokío, una ciudad que tiene un maravilloso ambiente bohemio”, menciona la también comediante.

Ahora, aquellos hermosos recuerdos han sido sustituidos por imágenes desoladoras: edificios derrumbados, gente que ha perdido sus hogares, la naturaleza devastada…

“Fue horrible ver eso… ese mar cuando se metió en la ciudad y arrancó todo lo que encontró a su paso. Nosotros no nos podemos quejar porque nos amenazan los huracanes y luego se desvían y los que nos tocan, sólo nos dejan con un poco de agua y sin luz por unos cuantos días. Somos más que bendecidos”, concluye Gladys Núñez.