México.- El comediante Eugenio Derbez bromea al decir que le tomó 12 años convertirse en una estrella "de la noche a la mañana".

Fuera del sin sentido, lo cómico es que le tomó mucho más tiempo. Tiene una larga trayectoria que está a la vista de todos en su oficina en un barrio exclusivo de México, que Prensa Asociada recorrió.

En las escaleras del vestíbulo hay un enorme retrato del soberbio Armando Hoyos, uno de sus personajes pioneros que parodia a los intelectuales latinoamericanos. En una sala de juntas está el afiche del horrendo Lonje Moco, un sketch que se burlaba de un antiguo programa de terror de la radio. Y las paredes están adornadas con el patriarca de "La familia P. Luche", tal vez su personaje más exitoso en la pantalla chica.

Ahora, este ídolo de la comedia dio un enorme salto como director y productor con su ópera prima "No se aceptan devoluciones", "Instructions Not Included" en inglés, al irrumpir con un filme distinto que coescribió, dirigió y protagonizó y que causó extrañeza en el ortodoxo mundo de Hollywood.

¿Cómo una producción en español de un recién llegado ganó, en menos de dos meses, $43 millones cuando costó una novena parte?

"Para los americanos fue como, '¿Y éste de dónde salió? ¿Por qué la gente va a verlo? ¿Por qué la gente va a ver sus películas? ¿Quién es?''', dice Derbez. "Es un trabajo de muchísimos años de estar cultivando este público en Estados Unidos".

Derbez dice que la idea para hacer la película surgió hace 12 años y que sólo hasta ahora consiguió el dinero para producirla. La historia es la de un mujeriego en Acapulco que un día tiene que asumir una paternidad no deseada luego que una de sus amantes le deja una bebé. El argumento se desarrolla en Los Ángeles, donde el personaje que encarna Derbez sale a buscar a la madre de la niña y termina siendo un padre devoto y un exitoso doble de películas sin hablar una gota de inglés.

Pese a que la película casi no recibió críticas en los medios, ascendió rápidamente al ranking de las cinco más taquilleras en su primer fin de semana. Fue también el estreno en español más grande y rompió el récord como la película hispanohablante más vendida en la historia, destronando a "El laberinto del Fauno", del director mexicano Guillermo del Toro.

Quienes han seguido la carrera del cómico le atribuyen su éxito a la recordación que sus caracterizaciones tienen entre la ola de migrantes que dejó México a final del siglo pasado e inicios del corriente, cuando el actor estaba en la cresta de su popularidad.

Pero no sólo es el público. Cuando Derbez trabajó en obras de teatro, cine y televisión en ese país aprendió otra clave: desafiar los cánones de Hollywood interpretando a los hispanos fuera de los estereotipos creados por la industria y contando las historias desde el punto de vista latino.

Derbez nació en Ciudad de México en 1961. Su padre era publicista y su madre actriz de telenovelas. El comediante creyó que la forma más fácil de ser actor era interpretar a un galán o a un villano en una de las muchas telenovelas que se producen en México cada año. Fue hasta finales de los 80 cuando su camino se empezó a aclarar: los productores de la parodia "Anabel" le ofrecieron un papel de un personaje shakespeariano. Tras dos apariciones se unió al reparto.

"Desarrolló un estilo muy de él", dice Anabel Ferreira, actriz pionera de estas comedias. "Es una persona que no está imitando a nadie. Se ha encontrado a sí mismo como actor".

Sus excéntricos personajes flecharon a los televidentes y sus diálogos se convirtieron en parte del folclore, e, incluso, en expresiones mexicanas como "cállese, no me interrumpa".

"Él iba al grano: a hacer reír. Decía, 'te voy a hacer reír con mis personajes. Te voy a hacer reír con mis ideas, con mis caras'. La gente necesita reírse", dice Pepe Sierra, uno de los guionistas.

El éxito en México inició con uno de sus personajes más queridos: el seudo académico Armando Hoyos, que Derbez caracterizó con lentes de fondo de botella, buzo cuello tortuga y la actitud de estar siempre listo a emitir reflexiones presuntamente profundas, pero en el fondo inocuas, y sobre temas absurdos.

Este tipo de comedia ágil fue bien recibida por el público de todas las edades pese a que incluía frases de doble sentido que, a veces, sólo la audiencia adulta captaba.

Niños y jóvenes fueron cautivados con el Lonje Moco, cuya caracterización incluyó una mezcla de truculencia, humor negro y frases de doble sentido, más la repulsiva figura de un jorobado. Al cierre de cada capítulo se hurgaba la nariz con sus garras en busca de la secreción pegajosa que hace honor a su apellido mientras trataba de terminar una historia de terror que olvidaba por salirse del tema.

También sedujo a la franja familiar con los "P. Luche", la familia arribista que se vestía de felpa, se peleaba a gritos en la cocina y se amaba con dulzura en el comedor. Sus roles fueron trastocados: el hijo adoptado tenía la edad del papá, la empleada fungía de señora de la casa y la hija sensata era cuestionada por su "anormalidad".

Con esta parodia, Derbez logró que Televisa, a inicios de 2000, le diera un programa para transmitir sólo las ocurrencias de esta familia. El show empezó a transmitirse en Estados Unidos por Univisión.

La voz del actor de ojos saltones, y de bigote y barba ligeramente crecidos, se hizo reconocible al oído del mexicano dentro o fuera del país. Pronto, con sus programas, empezó a conquistar a ecuatorianos, venezolanos, guatemaltecos y a otros hispanos.

Pero muchas cosas habían cambiado en Estados Unidos desde que Jennifer López se convirtió en estandarte de los latinos del séptimo arte con la exitosa película sobre la cantante Selena en 1997.

Actualmente, el 17% de la población en Estados Unidos es de origen latinoamericano, con una cifra que alcanzó los 53 millones en 2012, según el censo de ese país. En las salas de cine, la expansión de este grupo es aún más pronunciada: compran el 25% de los boletos. Y mientras otros grupos demográficos han dejado de ir al cine tanto como antes, los latinos acuden más que en años anteriores, según la firma Nielsen.

Es decir, los latinos necesitan de las películas tanto como Hollywood de ellos. Pero Hollywood no ha cambiado mucho.

Los actores hispanos se quejan de estar encasillados en papeles de meseros, jardineros o narcos. El embajador mexicano en Estados Unidos, Eduardo Medina, recién hizo un llamado para que Salma Hayek interpretara en su próxima película a una científica en vez de a una reina del narcotráfico como lo hizo en 2012 en el filme de Oliver Stone "Salvajes".

El mismo Derbez interpretó a un jardinero con Adam Sandler en la comedia "Jack and Jill".

"Es una película donde pueden ver a un latino en Estados Unidos que no es ni pobre, ni desgraciado, ni se está muriendo de hambre", dice Derbez. "Es un latino que se fue a Estados Unidos, que no habla una gota de inglés y que, sin embargo, es exitoso".

El éxito de la película va más allá del personaje al que Derbez da vida. "Si él puede triunfar en este mercado, los migrantes también", dice Nájera. "Él se ha convertido para muchos migrantes en un modelo de esperanza".

Rick Nájera, autor del libro "Almost White", acerca del rol de los latinos en Hollywood y que trabajó con Derbez, dice que para penetrar el mercado latino se necesita "tener el control de nuestras historias y contarlas a nuestra manera".

Un precedente exitoso es "La misma luna" escrita por la mexicana Ligiah Villalobos y dirigida por la también mexicana Patricia Riggen, en la que aparecen Derbez y Kate del Castillo y que ganó $12.5 millones. En cambio, "Casa de mi padre", estelarizada por Will Ferrell y dirigida y escrita por dos estadounidenses que trabajaron en "Saturday Night Live" (Andrew Steele y Matt Piedmont, respectivamente), sólo produjo seis millones.

Por ahora Derbez dice que hay mucha gente que quiere reunirse con él. Está leyendo varios guiones y reveló que quiere hacer un proyecto familiar después de comenzar el rodaje de la versión mexicana de "Saturday Night Live" en noviembre.