De Lydia Echevarría para Puerto Rico

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 17 años.
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En la mañana de ayer, martes, la actriz Lydia Echevarría hizo llegar a nuestra redacción esta carta, la que reproducimos a continuación:
23 de julio de 2008
San Juan, Puerto Rico
Amado pueblo:
Esta semana ha sido para mí difícil, triste e intensa. No obstante, he querido hacer una pausa en mi angustia de madre para hacerles saber a todos aquellos que de corazón han expresado una vez más solidaridad para con mi familia, que agradezco infinitamente sus oraciones, su compartir y sus muestras habituales de un cariño inmenso que, como en todos mis momentos difíciles, me mantienen despierta, estoica, con esperanza y fe en la vida.
He sido una mujer acostumbrada a caminar por el sendero de pruebas intensas, momentos conmovedores y dolores significativos. Hoy, transcurrida la semana que marcará el resto de mi vida para siempre, y posiblemente una de las pocas veces que hablaré del tema, quiero expresarles a todos que el camino a la serenidad comienza a develarse en nuestra familia.
Jamás nos preparamos para desprendernos de nuestros retoños. La lógica nos dice que perderemos los abuelos, los padres, los tíos, los hermanos y muchos seres que amamos sin haber nacido de nuestro propio ser. Ahora, confirmo lo que siempre sospeché; no hay dolor más grande que el de una madre cuando se despide de una criatura a la que le dio el ser. Pero, soy de las que siempre ha pensado que la vida es el retrato hablado del libro de nuestra historia. Y esas páginas se escribirán siempre una a una.
Estuve, estoy y estaré siempre orgullosa de mis hijos. Con amor los procreé, los eduqué y los he visto crecer y convertirse en gente de bien. Si hoy el destino me coloca ante el escenario de un desgarrador momento, es porque sabe que soy como los árboles y al igual que ellos moriré de pie.
Gracias por permitirme mantener mi fe en Dios, sin importar las circunstancias. Al dejar a un lado a Lydia la actriz, la animadora, la figura pública, simplemente soy una mujer que ha vivido para proteger, amar y respetar todas las decisiones de sus retoños. Algunos llevando mi sangre, otros mi dedicación hasta donde se me permitió.
Los que me conocen y quieren, y aun aquellos que conociéndome no me quieran tanto, nunca podrán discutir ni negar que el papel más importante de mi vida ha sido, es y será el de madre.
Agradezco, además, a la prensa responsable, que se limita a informar sin amarillismos desmedidos y sin ánimo de hundir en el abismo de la tristeza a un semejante. A eso le llamo gestión profesional.
A los compañeros del arte cuyos gritos de solidaridad retumban en los rincones de mi alma, mi abrazo fraternal. Y a todas esas madres que constantemente y por diversas razones sufren tan sensible pérdida, entiendo y comparto su tristeza.
Y si acaso se ha dicho, se ha hecho o alguno ha pretendido enlodar, realmente para mí no es importante. No doy espacio a rencores, corajes o agravios. Después de todo, ya lo dijo Guillermo Venegas: “El que lanza lodo, lo primero que ensucia son sus manos”.
Mi hija Glenda descansa en paz, y eso para mí es lo único que cuenta. Sólo deseo seguir siendo lo que ella tantas veces me expresó: “The wind beneath her wings”.
Hasta siempre,
Lydia Echevarría