Brindis a prueba del tiempo
El “Brindis del bohemio” sigue arrancando lágrimas con su oda a la amistad y al amor más puro.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 14 años.
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Escucharlo y que se forme un taco en la garganta es una sola cosa.
Se trata del Brindis del bohemio, ese poema que, recitado o cantado, forma parte obligatoria del repertorio de la despedida de año.
Algunas personas no lo soportan por considerarlo excesivamente melodramático; otros no pueden recibir el nuevo año sin haberlo escuchado.
Después de todo, casi se podría asegurar que es una cuestión intrínseca del latino, sentir nostalgia al escuchar las doce campanadas a la media noche del 31 de diciembre, y encontrarse atrapado entre los deseos de llorar y reír a la misma vez.
Como tantos elementos de la cultura popular mexicana que disfrutan los boricuas, como la comida, los mariachis y las telenovelas, el Brindis del bohemio nos llega directo de la tierra azteca, específicamente de la pluma de Guillermo Aguirre Fierro (1887-1949), poeta y periodista nacido en San Luis Potosí, México y quien, pese a haber trascendido las fronteras de su país con esta extensa composición lírica, no ha entrado a los anales de la literatura mexicana.
Pero en Puerto Rico somos fanáticos de su lacrimógeno brindis.
¿Quién no recuerda la versión en la profunda voz del actor, escritor y locutor puertorriqueño David Ortiz Angleró?
Las generaciones más jóvenes quizás recuerden la que fuera plasmada en el especial del Banco Popular de Puerto Rico, El espíritu de un pueblo, en el que Lissette Álvarez, Chucho Avellanet, Danny Rivera y Glenn Monroig, Gilberto Santa Rosa, Marco Antonio Muñiz y Tony Vega encarnaban sus personajes.
La trama del poema gira en torno a la reunión de un grupo de amigos a pocos minutos de la llegada de un nuevo año.
Con copa en mano, cada uno va enunciando las razones que le motivan a brindar en el emotivo momento.
Algunos recuerdan sus momentos de triunfo material; otros, los placeres de la vida, la patria, la inspiración la esperanza y, al final, el que ha permanecido en silencio toda la noche alza su copa por su progenitora, que sufre sola rezando por que él regrese bien a su lado.
Precisamente, Ortiz Angleró compartió con Primera Hora algunas anécdotas sobre su larga relación con este texto.
“Ese poema lo conocí cuando todavía era un chaval, como dicen los españoles. En Mayagüez era costumbre que lo recitaran en la radio la nochevieja y yo estaba pegado al aparato escuchándolo como todo el mundo. Cuando tuve la oportunidad de hacerlo para la radio fue con la misma expectación que cuando lo escuchaba. Primero lo hice solo y en otra ocasión junto a los actores y declamadores Benjamín Morales, Braulio Castilllo y Rey Francisco Quiñones en la televisión y ya eso fue suficiente. Aún hoy la gente me ve y dice: ‘Mira, éste es el que recita el brindis del bohemio’.
En el 2003, Ortiz Angleró lanzó un disco compacto recitando una selección de poemas entre los que incluyó el Brindis del bohemio. Actualmente esta producción está agotada. “Tengo la grabación original y estoy considerando editarla de nuevo. Sólo hace falta el dinero”, sostuvo.
Sobre el contenido y el porqué de la popularidad de la pieza de Aguirre Fierro, explica:
“El poema termina en un lagrimeo. Es un poema más tradicional que una gran obra de literatura porque lo que prima en él es el drama de esos bohemios. Aun cuando fue escrito hace más de 60 años, es una imagen de la amistad y los recuerdos y evoca unos sentimientos que no pasan de moda”.
El Brindis Bohemio
Guillermo Aguirre Fierro
En torno de una mesa de cantina,
una noche de invierno,
regocijadamente departían
seis alegres bohemios.
Los ecos de sus risas escapaban
y de aquel barrio quieto
iban a interrumpir el imponente
y profundo silencio.
El humo de olorosos cigarillos
en espirales se elevaba al cielo,
simbolizando al resolverse en nada,
la vida de los sueños.
Pero en todos los labios había risas,
inspiración en todos los cerebros,
y, repartidas en la mesa, copas
pletóricas de ron, whisky o ajenjo.
Era curioso ver aquel conjunto,
aquel grupo bohemio,
del que brotaba la palabra chusca,
la que vierte veneno,
lo mismo que, melosa y delicada,
la música de un verso.
A cada nueva libación, las penas
hallábanse más lejos
del grupo, y nueva inspiración llegaba
a todos los cerebros,
con el idilio roto que venía
en alas del recuerdo.
Olvidaba decir que aquella noche,
aquel grupo bohemio
celebraba entre risas, libaciones,
chascarrillos y versos,
la agonía de un año que amarguras
dejó en todos los pechos,
y la llegada, consecuencia lógica,
del "feliz año nuevo" . . .
Una voz varonil dijo de pronto:
- las doce, compañeros;
digamos el "requiescat" por el año
que ha pasado a formar entre los muertos.
¡Brindemos por el año que comienza!
porque nos traiga ensueños;
porque no sea su equipaje un cúmulo
de amargos desconsuelos . . .
- Brindo, dijo otra voz, por la esperanza
que la vida nos lanza,
de vencer los rigores del destino,
por la esperanza, nuestra dulce amiga,
que las penas mitiga
y convierte en vergel nuestro camino.
Brindo porque ya hubiere a mi existencia
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi frente mi venganza;
si en mi cielo de tul limpio y divino
no alumbrara mi sino
una pálida estrella: Mi esperanza.
¡Bravo!, dijeron todos, inspirado
esta noche has estado
y hablaste bueno, breve y substancioso.
El turno es de Raúl; alce su copa
y brinde por . . . Europa,
ya que su extranjerismo es delicioso . ...
Bebo y brindo, clamó el interpelado;
brindo por mi pasado,
que fue de luz, de amor y de alegría,
y en el que hubo mujeres seductoras
y frentes soñadoras
que se juntaron con la frente mía. . .
Brindo por el ayer que en la amargura
que hoy cubre de negrura
mi corazón, esparce sus consuelos
trayendo hasta mi mente las dulzuras
de goces, de ternuras,
de dichas, de deliquios, de desvelos.
-Yo brindo, dijo Juan, porque en mi mente
brote un torrente
de inspiración divina y seductora,
porque vibre en las cuerdas de mi lira
el verso que suspira,
que sonríe, que canta y que enamora.
Brindo porque mis versos cual saetas
lleguen hasta las grietas
formadas de metal y de granito,
del corazón de la mujer ingrata
que a desdenes me mata . . .
¡pero que tiene un cuerpo muy bonito!
Porque a su corazón llegue mi canto,
porque enjuguen mi llanto
sus manos que me causan embelesos;
porque con creces mi pasión me pague. ..
¡vamos!, porque me embriague
con el divino néctar de sus besos.
Siguió la tempestad de frases vanas,
de aquellas tan humanas
que hallan en todas partes acomodo,
y en cada frase de entusiasmo ardiente,
hubo ovación creciente,
y libaciones, y reir, y todo.
Se brindó por la patria, por las flores,
por los castos amores
que hacen un valladar de una ventana,
y por esas pasiones voluptuosas
que el fango del placer llena de rosas
y hacen de la mujer la cortesana.
Sólo faltaba un brindis, el de Arturo,
el del bohemio puro,
de noble corazón y gran cabeza;
aquel que sin ambages declaraba'
que sólo ambicionaba
robarle inspiración a la tristeza.
Por todos lados estrechado, alzó la copa
frente a la alegre tropa
desbordante de risa y de contento
los inundó en la luz de una mirada,
sacudió su melena alborotada
y dijo así, con inspirado acento:
-Brindo por la mujer, mas no por esa
en la que halláis consuelo en la tristeza,
rescoldo del placer ¡desventurados!;
no por esa que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificiosamente perfumados.
Yo no brindo por ella, compañeros,
siento por esta vez no complaceros.
Brindo por la mujer, pero por una,
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos;
por la mujer que me arrulló en la cuna.
Por la mujer que me enseñó de niño
lo que vale el cariño
exquisito, profundo y verdadero;
por la mujer que me arrulló en sus brazos
y que me dió en pedazos
uno por uno, el corazón entero.
¡Por mi madre!.. bohemios, por la anciana
que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y muy deseado,
porque sueña tal vez que mi destino
me señala el camino
por el que volveré pronto a su lado.
Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me dió vida,
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía;
y lloró de alegría
sintiendo mi cabeza en su corpiño.
Por esa brindo yo, dejad que llore,
que en lágrimas desflore
esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre ausente,
por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.
Por la anciana infeliz que sufre y llora
y que del cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella;
por mi madre bohemios, que es dulzura
vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida, estrella . ..
El bohemio calló; ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor y la ternura,
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura.