Tenía dos opciones: irse por el camino del teatro tradicional o inventar su propio lenguaje artístico. La artista del escenario Teresa Hernández optó por la segunda, aun a sabiendas de que lo que le esperaba era un trabajo titánico.

La performera puertorriqueña, sin embargo, se dejó guiar por su pasión y se lanzó a trabajar con el arte experimental en Puerto Rico, rompiendo con las reglas del escenario, deconstruyendo y construyendo lenguajes artísticos.

Este año, Teresa Hernández celebra 20 años de carrera como creadora/intérprete, términos artísticos por los que se siente más cómoda transitar. Y es que a esta artista nunca le ha interesado lo estático porque lo de ella es la movilidad. Es así como se ha metido por distintas disciplinas del arte –danza, teatro, cine– y las ha combinado como se le ha antojado, trazando su propia ruta.

“Cuando me preguntan qué yo soy, digo artista del escenario, manejo lenguajes, porque me distancio de actriz y bailarina por lo absoluto que pueden caer esos conceptos y porque, sobre todo, uno le habla al contexto de donde uno viene, donde uno trabaja. Si yo estuviera en Estocolmo, a lo mejor yo digo actriz, yo no sé, pero en Puerto Rico tengo que tomar una distancia porque la imagen del teatro aquí y la representación mental que tenemos, uno, de lo que es el artista y, dos, de lo que es el teatro, yo me distancio de ellos porque no tengo que ver con eso”, manifiesta.

Teresa Hernández entiende que su trabajo no se conduce por las normas que plantea la narrativa del teatro tradicional porque su propuesta es multiforme y multidisciplinaria en la que el cuerpo es el gran protagonista por encima de cualquier personaje o del texto escrito.

“Al fin y al cabo, yo quiero bregar con esto, con mi cuerpo; yo soy una artista que soy del cuerpo y el cuerpo como un todo, que incluye la palabra, los textos, la voz, el gesto, el movimiento, desplazamiento, la quietud”, expresa la discípula de las experimentalistas Petra Bravo, Viveca Vázquez, Maritza Pérez y Awilda Sterling, quienes la instruyeron dentro y fuera de la Universidad de Puerto Rico (UPR), donde estudió.

Reconocimiento

El trabajo que ha llevado a cabo la performera, que incluye títulos como La nostalgia del quinqué, Salve la reina y, recientemente, Coraje, fue reconocido a principios de mes por la Fundación United States Artists, que le otorgó a Hernández una beca de $50,000 para que continúe con su proyecto independiente. La entidad ofrece anualmente 50 becas a artistas de diversas disciplinas residentes de Estados Unidos y sus territorios. Los solicitantes tienen que ser nominados para participar y, luego de ser escogidos, someten un ensayo y una muestra de su trabajo que, en el caso de Teresa Hernández, fue un vídeo compilatorio con varias de sus piezas. Esta beca le ha servido a la creadora como un recordatorio de que el trabajo que ha realizado a lo largo de su carrera sí ha valido la pena y que no es “invisible”.

“Para mí ha sido un alivio (recibir esta beca) porque son muchas las decisiones que uno toma cuando uno decide ser un artista y quiere vivir de esto manteniendo una línea clara de trabajo… He hecho dos piezas en las que me he despedido del trabajo porque he pensando que no vale la pena, no gano suficiente dinero y uno se pregunta a quién le importa. Pero nada, uno termina diciendo, ‘me importa a mí porque es lo que me ayuda a vivir, lo que me ayuda a ser un mejor ser humano’”, puntualizó con su característica fuerza.

El dinero de esta beca, dijo, lo utilizará para ofrecer conferencias performativas, publicar su libro Lo mío es otro teatro, en el que recopila algo de su escritura teatral, sustentado con imágenes y reflexiones de diversos críticos, y estrenar en enero en Puerto Rico la pieza Coraje II.

Esta última creación la trabajó bajo la dirección del peruano Miguel Rubio y la presentó recientemente en el XIV Festival Internacional de Teatro Hispano en Washington D.C., al que fue invitada. Aunque la pieza la había presentado en el país a un grupo de amigos y colegas, la quiere montar para el disfrute del público y para mostrar su trabajo con Rubio, con quien siempre quiso trabajar.

“Lo escogí como un posible maestro y es que es un director con mucho ojo para el actor. No hay siempre una persona que se dedique a ese cuerpo como un escultor y a Miguel sí le interesa y es un artista inquieto intelectualmente… Es un hombre de preguntas y a mí me gustan las preguntas”, comunica.

Se podría seguir hablando con Teresa Hernández por horas porque es una mujer que une un tema con otro con maestría y que hechiza al hablar con cada palabra y con todo su cuerpo, pero el tiempo apremia. Antes de despedirse y luego de recorrer brevemente su carrera como creadora/intérprete, la artista da la razón de su insistencia en el arte del hacer.

“Yo sigo a pesar de que sufro y me doy contra las paredes todos los días y peleo con el espejo, pero yo sigo porque amo mi trabajo”, concluye con contundencia.