Taíno Bomba se apodera de la Plaza Colón
Todos los viernes, desde hace cinco años, el grupo pone a gozar a turistas y boricuas en el Viejo San Juan.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 7 años.
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Una niña agita su falda mientras mantiene su mirada fija en el joven que repica el tambor. Cada movimiento se convierte en un sonido que resuena del barril. Es una conversación sin palabras, solo con música y baile.
Como todos los viernes, desde hace cinco años, el grupo Taíno Bomba se apodera de la Plaza Colón en el Viejo San Juan. Decenas de personas –turistas y boricuas– miran con atención. Algunos de los espectadores se mueven al ritmo de las vibraciones.
A eso de las ocho de la noche, la niña bate su falda roja con la misma libertad que representa la bomba. Mueve sus pies y sacude sus hombros. Tras ella, tres faldas más siguen el ritmo. Cuatro hombres con boina les acompañan.
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“Mis respetos y mis saludos / llegamos a hacer cultura / con cadencia y con sabor / Taíno Bomba con altura”, cantan tres mujeres y dos hombres. El ritmo lo llevan tres barriles. Son 16 personas las que se presentan esta vez. El grupo asciende a 50, desde los cinco años hasta los sesenta, y se han unido en esta agrupación con el fin de difundir la cultura puertorriqueña.
“Es bueno que tomen las plazas y expongan lo suyo”, dice Martín, de Chile, quien observa atento.
Ahora, el primo –quien marca los piquetes, los pasos, los movimientos– sigue a la joven de falda verde. Ella sonríe. A veces, cierra los ojos y fluye, sin dejar de moverse libre sobre sus tacones.
La bomba, en el siglo 16, era el modo de resistencia de los africanos. Sin embargo, era considerada por los colonizadores españoles como bajuno e inferior. Quizás, no ha cambiado mucho. A pesar de la crisis que arropa al País y una Junta de Supervisión Fiscal que cada vez impone medidas de austeridad más severas, estas personas bailan y sonríen. Resisten.
“La bomba es exquisita porque ayuda a uno a liberarse, despejarse. Sirve de desahogo porque trabaja con nuestras emociones”, afirma Lourdes Maldonado, directora de la agrupación.
“Remenéate / remenéate / remenéate / remenéate”, entona Taíno Bomba. Es el turno del público. Cinco personas se lanzan al batey y se dejan llevar por el ritmo. Entre ellas, una joven baila con un bebé en brazos.
“Es un bombazo, es un compartir. Hacemos presentación, pero hay números que abrimos para que el público se integre”, explica Maldonado.
El grupo Taíno Bomba nació en el 2006 en una noche de talentos de El Arca Centro Educativo de Vega Baja. “Nunca habíamos tomado clases, nunca habíamos estado expuestos a esto”, recuerda la directora, quien cursaba el sexto grado en ese tiempo. La herencia se lleva indeleble en la sangre.
Desde ese entonces, la bomba se ha convertido en su pasión. Han representado a Puerto Rico en Italia, Estados Unidos, Turquía, España y México. En el 2018 tienen una invitación a Grecia.
Los recortes presupuestarios a las instituciones culturales han afectado al grupo, comenta Maldonado. El otro problema que se han encontrado ha sido la tacañería de muchos puertorriqueños. “Es bien difícil porque aquí la cultura la gente no la está queriendo remunerar. Tienden a llamarnos para que nos presentemos gratis. A veces, el dinero sale de mi bolsillo. Cuando uno hace lo que ama, no le molesta, pero sí es triste”, lamenta la directora.
Entonces, vuelven a sonar los tambores. Una mujer negra se apodera del espacio. Está vestida de violeta. No tiene falda, pero zarandea un canto de tela. La sacude con rapidez sobre sus hombros. Le sigue una señora trajeada de blanco con puntillas rojas. Sus movimientos son lentos, pero con fuerza.
La bomba nunca se baila solo. Si no tienes una pareja, tienes al primo. Por eso, la reverencia, como símbolo de agradecimiento, siempre está presente. La resistencia en este baile no es contra los semejantes, sino contra el opresor. La bomba es como el elemento unificador entre los oprimidos.
Una pequeña del público, que no pasaba de los tres años, comenzó a menear su traje amarillo con flores azules. Seguía la música o imitaba a las demás chicas. No importa. De fondo, coreaban: “A la niña Zoila, se la llevaron anoche”.
Finaliza el bombazo. Muchos sonríen. Al parecer, se han percatado que son un minúsculo eslabón de una cadena ancestral. Que la cultura puertorriqueña resiste y que la bomba es una buena carta de presentación hacia los turistas sobre nuestra realidad.
(Para Zona Urbana / Ingrid Torres)
(Para Zona Urbana / Ingrid Torres)
(Para Zona Urbana / Ingrid Torres)