Mujeres en la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico son valoradas por sus méritos aunque siguen siendo minoría
Mari Carmen Rivera, Maricarmen Vélez y Elisa Torres coinciden en que prevalece un ambiente laboral de respeto, sin negar el desbalance que existe respecto a sus colegas hombres.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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Si se mira únicamente desde los números, hay una notable disparidad de género en la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico (OSPR), pues de los 72 integrantes, apenas 21 son mujeres. Tal desequilibrio no es exclusivo de la Isla.
La Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) de España realizó el estudio “¿Dónde están las mujeres en la música sinfónica?” entre los años 2016 y 2017, y los resultados reflejaron que apenas el 1% de las obras programadas en la temporada de análisis correspondían a autoras; solo ocho de 167 directores eran mujeres y éstas habían dirigido 24 de un total de 668 conciertos considerados. La Filarmónica de Berlín, fundada en el 1882, nombró el pasado febrero a la violinista letona Vineta Sareika-Völkner como la primera mujer concertino en la historia de 141 años de esa organización musical.
El crecimiento de la presencia del talento femenino en la historia de 65 años de la OSPR se observa más bien en la presencia de mujeres músicos en secciones instrumentales en las que históricamente han predominado los hombres.
Mari Carmen Rivera es la músico mujer con más tiempo en la orquesta. Se inició el 1985 y desde entonces es la única mujer en la sección de contrabajo. Antes que ella, en instrumentos viento metal, estuvo la trompetista Nilda Pérez de Ledoux. La directora ejecutiva de la Corporación de las Artes Musicales (entidad gubernamental que rige la OSPR), Melissa Santana, es una de tres mujeres que han ocupado esa posición; y la asistente principal de chelo, es también una mujer: Maricarmen Vélez. Es, inclusive, la músico más reciente en obtener la permanencia dentro de ese cuerpo artístico.
Todas, desde sus respectivas experiencias, coinciden en ser parte de una institución donde no hay diferencias por género, aunque eso no quite que haya habido instancias donde se observe algún rasgo de raíz machista o paternalista. La manifestación que quizás mejor denota la neutralidad que se busca en la organización, en cuestión de género, raza o edad, se da desde el punto de las audiciones, destacó Santana, pues cada talento exhibe lo mejor de sí detrás de unas cortinas, mientras un grupo asignado hace la evaluación desde el otro lado.
“En nuestra orquesta creo que hemos avanzado desde muchos años atrás, empezando con el caso de Nilda (Pérez de Ledoux), porque es de los casos más raros; no ves en aquella época tanta mujer tocando un instrumento como ese (trompeta), y aquí fuimos avant garde en comparación con otras orquestas”, expuso la directora ejecutiva, quien reconoció la gestión del maestro Pablo Casals (1876-1973) de procurar integrar mujeres al festival que lleva su nombre, desde los orígenes.
Una posición que aún no corresponde de forma permanente a una mujer es la dirección musical, aunque sí las ha habido como invitadas. La actual coordinadora administrativa de la OSPR, Yabetza Vivas, ha dirigido algunos conciertos y próximamente lo repetirá en un concierto dedicado a las madres.
Cuando las orquestas se fundan (en Europa), la mayoría de las orquestas eran 100% hombres porque a las mujeres no le permitían estudiar”
-Melissa Santana, directora ejecutiva de la Corporación de Artes Musicales
La chelista Maricarmen Vélez observa una mayor apertura en el música clásica hacia el talento femenino, “pero también puedo reconocer que ha sido muy lento, y bien poco a poco”, apuntó la instrumentista, quien se estrenó a temprana edad con la guitarra. “Reconozco que ha sido un proceso largo y, de hecho, en esta orquesta menos del 50% somos mujeres, así que aún queda trabajo por hacer, pero sí puedo decir que se ha visto poco a poco ese cambio y esa inclusión”.
Vélez dijo sentirse satisfecha de haber entrado a ser la asistente principal del chelo o violonchelo, siendo la músico que más recientemente logró la permanencia dentro de la orquesta.
“Ahora mismo estoy bastante complacida con lo que logré, porque no esperaba ni siquiera que tan pronto tuviera la oportunidad de entrar a la Orquesta Sinfónica y lo que sucede es que entré a la plaza de asistente de principal, que es un puesto de liderazgo y ya nada más con eso me siento supercomplacida, y me puedo visualizar eventualmente siendo principal si se presentara la oportunidad”.
Cuando Mari Carmen Rivera entró a la orquesta, en 1985, era consciente de que entraba en un mundo mayormente de hombres. También, porque no son muchas las mujeres que ejecutan el contrabajo.
“Siempre hemos sido minoría y, de hecho, en todo este trayecto sigo siendo la única mujer en la sección de contrabajo. Pero esto no es nada distinto aquí, puedes ver otra Sinfónica X en Nueva York y a lo mejor habrá dos (mujeres) tal vez”, señaló la músico.
El chelo es un instrumento que físicamente le representa un reto, por su gran tamaño, sin embargo, nunca dudó de su capacidad para crecer con él.
Rivera, como sus colegas, ha sido testigo en primera fila de conceptos y estigmas contra las músicos basados en el tipo de instrumentos que tocan, pues lo ordinario sería verlas tocar la flauta, el violín, el arpa o el piano, pero no un instrumento de viento o viento metal, entre otros considerados más masculinos.
“El machismo está, no estoy ciega a eso”, puntualizó. “Y sabes que te tienes que probar una cantidad de veces más, y si esto te apasiona tanto, pues en la misma medida te tienes que entregar de manera que no haya duda que estás por mérito propio y validar tu misma lucha, y saber que estás aportando como el que más... tener esa certeza y así lo he querido ver”, sostuvo Rivera.
El arpa es un instrumento históricamente asociado a las mujeres, particularmente a las llamadas damas de sociedad, aunque los maestros han sido mayormente hombres. Una pionera en ese instrumento fue la francesa Henriette Renié (1875-1956), gestora de múltiples composiciones, así como de un método que aún se usa.
“Por lo general es un instrumento que se asocia más con la mujer, pero eso no quita que hoy en día se trata de no identificar, precisamente, por ese paradigma de la mujer”, afirmó la arpista Elisa Torres.
“Yo trabajo duro por todo lo que hago. En mi caso no he tenido una mala experiencia, alguna experiencia que me haya marcado; me gusta trabajar muy duro por todo lo que hago, independientemente del género”, advirtió.
Sean muchas o pocas, cada una es una representación importante dentro de esta institución musical o en cualquier otro escenario. Por las mujeres trabajadoras en las artes, vaya el reconocimiento de este día.