“La carreta” sobrelleva el riesgo de ser un musical
Sully Díaz, Yeidimar Ramos y Christian Laguna, son la fortaleza de esta adaptación.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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Setenta años después la obra de René Marqués (1919-1979), “La carreta”, late en el presente social, político y económico de esta Isla. La familia recogida por el escritor puertorriqueño sigue viviendo en el campo, la ciudad y dondequiera que haya representación puertorriqueña. La búsqueda de un bienestar que no siempre tiene que ver con dinero ni se encuentra allende las costas caribeñas, como lo refleja el texto, siempre será una constante en el ser humano. En la obra de Marqués, la felicidad deriva del apego a la tierra, aquella donde se siembra y donde también están las raíces que dan identidad.
La puesta en escena de la adaptación musical, gestada por el actor, director y compositor Gil René Rodríguez, bajo la producción de la Fundación Puertorriqueña de Zarzuela y Opereta, subió a escena el pasado sábado y domingo en la Sala de Festivales del Centro de Bellas Artes en Santurce. La función del domingo se realizó ante un público que ocupó poco más de media sala.
Es una representación fiel al texto original, con unas actuaciones e interpretaciones vocales maravillosas, especialmente entre las tres figuras protagonistas, Sully Díaz, Yeidimar Ramos y Christian Laguna. Era posible sentir la frustración de cada uno de los personajes, desde sus distintos intereses y perspectivas respecto al progreso.
Ramos (Juanita) tiene una voz prodigiosa. Verla y escucharla es un deleite. Es uno de esos talentos que se le escucha y espontánemante se reacciona, “¡Es una diosa!”. Laguna, asimismo, es otro talento joven que está madurando en el teatro musical, con una voz fuerte, profunda, que en su rol de “Luis” consigue proyectar diversos matices, según van surgiendo las vivencias del personaje.
Díaz (Doña Gabriela) va in crescendo en su frustración como mujer y madre, y paralelamente progresa su intensidad dramática, alcanzando unos momentos conmovedores, aún dentro de la sencilla dirección que denota la pieza.
Braulio Castillo como “Don Chago” es puro sentimiento. En él se conjugan la nostalagia, la desilución y la soledad, mientras que Idalia Pérez Garay como “Germana” es pura chispa. Su breve entrada y salida es suficiente para marcar un personaje gracioso, capaz de cambiar el ritmo dramático. Igualmente chispeante resulta la actuación de Guiseppe Vázquez como “Chaguito”.
Musicalmente se percibe la variedad de estilos tradicionales en los arreglos de cada tema, no obstante, hubo momentos en que la ejecución de la banda en vivo era demasiado alta, impidiendo que se escucharan los talentos con claridad.
La escenografía y ambientación consigue trasladar a la ruralía, a la pobreza de una casa levantada en el campo, e igualmente al “progreso” que supone vivir en Nueva York. Pero, la transición del campo al barrio La Perla, se quedó a medias. Fue una mudanza literal de la misma casa del campo hasta la zona costera de la capital, sin más cambios que un cuadro distinto y un rosario colgados en la pared.
El ensamble -integrado por el grupo de talentos jóvenes que se está nutriendo de la nueva ola del teatro musical local- entra y sale con cierta frecuencia, sin embargo, se le podía ver más, e inyectarle así mayor fuerza y color a algunas de las escenas.
“La carreta, el musical” es una pieza extensa. La integración de diálogos unidos a los temas musicales la lleva a casi tres horas, incluido un intermedio de 15 minutos. Durante el receso del pasado domingo, Gil René Rodríguez recibió por parte de la Fundación Puertorriqueña de Zarzuela y Opereta las impresiones del rostro y manos que le tomó el artista plástico Tomás Batista a Marqués. Estas impresiones serán en adelante parte de la obra permanente de Bellas Artes y según comentó el gerente general, Jetppeht Pérez De Corcho Morgado, se exhibirán en la Sala René Marqués, posiblemente desde el próximo mes.
Este fin de semana es la última oportunidad para ver una obra cuya realidad sigue vigente entre los puertorriqueños residentes y ausentes, a partir de una puesta en escena sencilla, sostenida por las extraordinarias actuaciones e interpretaciones del núcleo que estelariza.