Exponen en Roma los “descubrimientos” tras “La Virgen de la leche” de Murillo
Una copia de la radiografía a escala real, situada al lado del cuadro de Murillo, permite a los visitantes “ver dentro del cuadro y descubrir” las líneas escondidas de la primera pintura.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 3 años.
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Roma. El cuadro “La Virgen de la leche”, del pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682), ha vuelto a la Galería Nacional de Arte Antiguo de Roma, cargado de “descubrimientos históricos y técnicos” tras su restauración, aseguró hoy a Efe el comisario del museo, Alessandro Cosma.
El más importante es el hallazgo de un San Francisco en oración, arrodillado y con los brazos abiertos, pintado debajo de “La Virgen de la leche” (1670-1675), y cuyos trazos ocultos se descubrieron a partir de una radiografía de la obra y se intuyen en el cuadro “ahora que sabemos dónde mirar”, explicaron Cosma y la responsable del taller de restauración de la galería, Chiara Merucci.
La pintura se podrá ver a partir de mañana y hasta el próximo 11 de julio en el Palacio Barberini de la Galería Nacional de Arte Antiguo de Roma y no en el Palacio Corsini, su sede habitual, ahora en obras.
Una copia de la radiografía a escala real, situada al lado del cuadro de Murillo, permite a los visitantes “ver dentro del cuadro y descubrir” las líneas escondidas de la primera pintura.
“Entre los dos rostros de María y el Niño está el de San Francisco: se ven bien los ojos, la nariz, la oreja... La figura está bien delineada, con un libro en una mano y probablemente haciendo una genuflexión”, señaló Merucci, indicando cada detalle sobre la imagen.
La radiografía ha abierto toda una seria de hipótesis, como el significado de unas pinceladas sobre la cabeza del santo, que bien podrían ser los “rayos que acompañan frecuentemente la iconografía de San Francisco”.
Todos estos trazos se pueden ver en la radiografía que acompaña a la obra, pero están tapados por la posterior “La Virgen de la leche”, para la que Murillo sí aprovechó formas del paisaje de la escena de San Francisco, entre ellas, una parte de un árbol convertida en la sombra de un muro.
Este no es la primera evidencia de una tela reutilizada: de hecho, obras más pequeñas del propio Murillo esconden detrás otras figuras, pero el gran tamaño del lienzo y el “avanzado estado de realización” del San Francisco hacen “particular” la historia de esta pintura.
“No sabemos y quizá no sabremos nunca qué pasó, por qué había empezado un San Francisco y luego decidió pintar una Virgen con el Niño”, lamentó Cosma, aunque apuntó a un cambio “ligado a la necesidad”.
Probablemente, alguien pidió el San Francisco al pintor sevillano, pero el encargo no llegó a buen puerto y este decidió aprovechar la tela para empezar otro trabajo.
Además de la figura oculta, los diez meses de restauración de la obra alumbraron otros resultados, como la constatación de los pigmentos usados y de la técnica de Murillo o el descubrimiento de que el marco del cuadro no es el original.
La obra “entró en la Galería Corsini muy pronto, donado por el secretario del cardenal Neri Maria Corsini (1685-1770), muy ligado a los españoles. El religioso, impresionado y deslumbrado, eligió colocarlo enfrente de la cama, como primera señal de la fuerza con la que este cuadro impresionaría a los visitantes del museo”.
Uno de ellos, el escritor francés Gustave Flaubert, se refirió a la “Virgen de Murillo” como una “alucinación perpetua”, probablemente por la naturalidad de la mujer dando de mamar al niño, escena idéntica a la primera vez que vio a Élisa Schlésinger, su musa real.
El historiador alemán Carl Justi habló de “una ventana de Andalucía en el Trastevere” para referirse al cuadro, con la figura de una “mujer con carácter popular” y no de una “Madonna” como las de la escuela italiana. De ahí, el nombre alternativo de la pintura: “La Virgen gitana”.