“Pero todo lo que empieza, en algún momento deja de existir / Por eso hay que vivir sin perdernos nada”, advierte el rapero Residente en su más reciente tema “313″.

Esa sentencia sobre el tiempo, que continúa con o sin nosotros, afloró en el pensamiento al cierre de la segunda función de la obra “Aeroplanos”, que ayer, domingo, marcó la despedida del actor Daniel Lugo del teatro puertorriqueño. Fue una función a media capacidad en la sala Felipe Rodríguez del Centro de Bellas Artes en Caguas, pueblo natural de Lugo, de ahí que su adiós fuera desde ese escenario.

El público lo despidió con un sonoro aplauso de pie tras unas emotivas palabras del actor y músico Carlos Esteban Fonseca, quien fue su único compañero de escena en esta comedia dramática.

Relacionadas

“Hoy es un momento que me duele y me gusta, y me gusta y me duele, no sé qué más una cosa que la otra. Lo dije ayer y lo repito nuevamente, si hay algo que le parte el corazón a un actor es ver a otro actor despedirse; le duele a uno más que si se estuviera despidiendo uno mismo, y más cuando se despide un actor que ha recorrido el mundo poniendo el nombre de este país en alto”, expresó Fonseca para seguido unirse a los aplausos.

Lugo agradeció el gesto dando un paso al frente, que lo acercó un poco más al público. No pronunció palabra, dejó como última expresión el trabajo artístico que recién había terminado en el escenario. Fue una interpretación “sensacional”, adjetivo muy utilizado en los diálogos de la obra dirigida impecablemente por Emineh De Lourdes.

“Aeroplanos”, escrita originalmente por el dramaturgo argentino Carlos Gorostiza con la adaptación local de Frank Marrero, ubica a dos amigos de la infancia en su etapa de vejez. Lugo como “Carmelo” y Fonseca como “Cristóbal” provocan un encuentro de perspectivas en torno a lo vivido, lo que les resta por vivir y lo que están viviendo, y cómo cada uno -desde unas personalidades y realidades muy distintas- enfrentan ese ritmo imparable que es el tiempo.

“Carmelo” no deja que la amenaza de un diagnóstico médico le quiebre el deseo de vivir el presente con la mayor intensidad que le permitan sus capacidades físicas y mentales. “Cristóbal”, por el contrario, ha vivido anclado en un pasado que se fue y preocupado por un futuro que nadie conoce. “¿Después? ¿Qué después?”, le preguntó “Melo” a “Cristo”, como comúnmente se llamaba este par de amigos que entre discordia y discordía, colaba una vulnerabilidad que pocas veces se exhibe entre actores masculinos.

Lugo logró un “Carmelo” cascarrabias, pícaro, empático y muy sagaz, aún cuando no leía tanto como su amigo. Llevó el personaje con naturalidad. Cada palabra y movimiento en escena era coherente con su discurso y etapa de vida.

Fonseca, por su parte, sorprendió con una imagen que lo trasladó a un viejo en sus 80 años, cargado de angustias, soledad y ternura. Fue un “Cristóbal” más vigoroso y aparentemente más culto que su amigo, pero mucho más conservador frente a los misterios de la vida.

Igual que lo hicieron Morgan Freeman y Jack Nicholson en el filme “Bucket List” (2007), este par de amigos decide separarse de su entorno cotidiano y emprender su primer viaje en aeroplano guiados únicamente por la energía del presente. ¿Después? Ya se verá si habrá un después.

Lo único que lamentar en el último viaje que emprendió Lugo por el teatro local fue observar una sala ocupada apenas a la mitad de la capacidad en el primer nivel y un segundo nivel cubierto por cortinas. Si el actor se mantiene firme en sus palabras, ya no habrá otra oportunidad para verlo desdoblarse en toda su capacidad histriónica en función de un personaje. Eso quedará para su próximo proyecto en el cine o quizás en el teatro latino en Estados Unidos. Al teatro puertorriqueño le dijo adiós.

Con un emotivo abrazo terminó esta comedia dramática, presentada en el Centro de Bellas Artes en Caguas.
Con un emotivo abrazo terminó esta comedia dramática, presentada en el Centro de Bellas Artes en Caguas. (Suministrada)