Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 14 años.
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El libro de la vida de Miguel Ángel Cruz Villanueva llegó a su fin. Quién diría que su partida comparte similitudes con el personaje que tanto amó, “el Josco”, del laureado cuento de Abelardo Díaz Alfaro.
El hacedor de arte falleció el miércoles, cerca de las 4:00 p.m., en el Hospital Auxilio Mutuo, por complicaciones del cáncer de esófago -que padecía desde hace dos años-, informó su viuda Nylda Díaz.
El cuerpo del artista plástico puertorriqueño estará expuesto hasta hoy, en la capilla A de la Funeraria Buxeda, en Hato Rey. El sepelio debe realizarse hoy, luego de un servicio religioso, a la 1:00 p.m., en el cementerio Borinquen Memorial de Caguas.
Allí, quienes acudan a despedirse de Miguel Ángel, se toparán con su última instalación. “Estoy tratando de cumplir lo más posible sus pedidos: una caja blanca por lo impuro que fue y un espejo sobre su cara por lo egocentrista que era”, señaló Díaz, añadiendo que antes de expirar, Cruz pidió “que lo pasaran bien (en su despedida), que hicieran cuentos, anécdotas y chistes, que cada cual hiciera lo que le diera la gana”.
Miguel Ángel pidió además “que hubiesen tres lloronas, pero creo que habrá más que tres”, asegura su esposa durante ocho años y medio.
Esa personalidad intensa, que embelesaba a quien lo conociera, no deja de provocar sonrisas en sus seres queridos. En su epitafio, que se lee en los recordatorios del velorio, Miguel Ángel gruñe: “Nuevamente me han violado mis derechos, estoy aquí en contra de mi voluntad” (refiriéndose a la muerte).
Sus restos están custodiados por sus obras. Para un hombre, cuya vida y obra significaba arte, no podía ser de otra manera. Cerca de 12 trabajos, que representan el vigor de este bayamonés, están contenidos en la capilla como recuerdo de su entrega artística.
Su ataúd está cubierto por la bandera de Puerto Rico -otro de sus amores y dolores- y sus manos sujetan la bandera de Vieques, donde hiciera desobediencia civil, en reclamo de la salida de la Marina de los Estados Unidos en la Isla Nena.
La música, que era otra parte integral de sus días, tampoco se ausenta de la funeraria, donde canciones de Silvio Rodríguez y Rubén Blades se escuchan sutilmente.
En una de sus últimas entrevistas, con motivo de la exposición Entretejiendo mi piel al alma, Miguel Ángel confesó a Primera Hora, que enterarse del padecimiento de cáncer fue “una locura”. Por ello, la urgencia fue su método de trabajo. “Hay muchas cosas que he querido hacer y no he hecho. Decidí ponerme a trabajar respecto a esas cosas que no hice y, con eso, confirmar mi propia existencia”, precisó el artista en junio.
“Dio la batalla, al igual que ‘el Josco’, ante el futuro que lo esperaba. Le iban a hacer una traqueotomía, los tumores le estaban estrangulando la espina cervical y su brazo derecho estaba afectado. En los próximos días quedaría cuadripléjico”, comenta Díaz, afligida por la partida de su marido.
“Yo digo que antes de dejar de ser lo que era, decidió tirarse por el barranco (aludiendo al final de El Josco). Antes de dejar de ser el pintor, el parlanchín Miguel Ángel Cruz Villanueva se retiró”, remata Díaz. Yéndose sin abandonar su esencia, es el consuelo que queda latente, hoy y siempre.