“Wonder Woman 1984” se perfila como un gran espectáculo
La trama presenta cómo una misteriosa piedra que permite cumplir cualquier deseo afecta la vida de “Diana”.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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Madrid. En un momento de sequía de estrenos de grandes producciones, la llegada hoy a las salas de Wonder Woman 1984 es un alivio y ha generado grandes expectativas. Y es un gran espectáculo si se mide en términos de producción, de acción y de puesta en escena.
Pero tras ver sus dos horas y media, lo que queda es el duelo entre Gal Gadot y Kristen Wiig, dos mujeres tan diferentes que su enfrentamiento podría parecer imposible, pero que son las que realmente sostienen la historia dirigida por Patty Jenkins.
“Cuando Patty me llamó para ofrecerme el papel, dije inmediatamente que sí porque me había encantado la primera película. Fue así de sencillo. Después, cuando leí el guión, me fascinó el alcance de la transformación de mi personaje, lo mucho que cambia y lo malvada que se vuelve. Siempre quise hacer ese tipo de personaje así que para mí fue un sueño poder interpretarlo”, afirma Wiig en las notas de producción de la película.
Ni un revivido Chris Pine ni un rubio Pedro Pascal consiguen hacer sombra a las protagonistas de una película que es la continuación del éxito de 2017 pero que temporalmente se sitúa mucho después. Y que se rodó en Estados Unidos, Inglaterra, Gales y España.
Si la primera Wonder Woman se desarrollaba durante la Primera Guerra Mundial, esta segunda entrega salta al 1984 del título y da mucha importancia a la estética de la época, algo que a Hollywood le encanta pero que resulta repetitivo.
El comienzo de Wonder Woman 1984, que regresa a la infancia de “Diana” (Gadot), es prometedor y aventura una película que luego resulta totalmente diferente.
Las escenas que recuperan a “Connie Nielsen”, “Robin Wright” y el resto de las amazonas, la estirpe de la que procede “Diana”, son de lo mejor de una película que se pierde en el histrionismo de Pedro Pascal.
El guión, escrito por la directora junto a Geoff Johns y Dave Callahan, se basa en las historias de DC y ahonda un poco más que la entrega anterior en los poderes de Wonder Woman, pero también en sus debilidades.
Cuenta cómo una misteriosa piedra que permite cumplir cualquier deseo desbarata la vida de “Diana”. Por un lado, le posibilita reencontrarse con “Steve Trevor” (Pine) y por otro pone al mundo en una situación límite que solo puede ser solucionada por “Wonder Woman”, como ocurre en todas las películas de superhéroes.
Gal Gadot es una perfecta “Wonder Woman” y le saca todo el partido posible a un personaje que juega demasiado con su aspecto sexy y rompedor frente al inicialmente desaliñado de la doctora “Barbara Minerva” (Wiig), un cerebro andante que cuando decide pedir un deseo es el de parecerse a “Diana”.
Machismos aparte, la historia es una sucesión de escenas de acción para llegar a un enfrentamiento final que sabe a poco porque, pese a todos sus defectos, Wonder Woman 1984 es un buen espectáculo, especialmente porque no tiene competidor en las salas -en Estados Unidos se lanza a la vez en la plataforma HBO Max- y porque los espectadores están ávidos de distracciones.
La producción está muy cuidada, la música de Hans Zimmer acompaña bien a la historia y el hecho de que sea una superheroína la que caiga en los clichés de los superhéroes, le da cierto encanto a la historia.
En la primera película, Diana se vio envuelta en la primera ola de la mecanización del mundo; esta vez, debe hacer frente a una humanidad en el apogeo de su éxito o, más exactamente, a sus excesos, señala Patty Jenkins en las notas de producción.
Y son esos mismos excesos en los que cae una historia que quiere servir de ejemplo de lo que los seres humanos no deben hacer y que se apoya en un mensaje moralizante que, en la situación que atraviesa el mundo, resulta banal.