Cuando el reloj marcaba las 3:00 de la tarde, era el momento de sentarse frente al televisor a ver a esta figura con cara de abuelo bonachón, bien vestido con su lazo y su peculiar sombrero.

Joaquín “Pacheco” Monserrat (1921-1996) era uno de los presentadores preferidos de los niños puertorriqueños que encendían la pantalla chica en el canal 4 para ver si tenían la suerte de que presentaran sus mensajes, sus dibujos o para, simplemente, disfrutar de los dibujos animados.

El programa infantil Pacheco a las tres también era el espacio para identificarse con quienes, al igual que tú, querían ser escuchados a pesar de su corta edad.

Sin mayores recursos de producción en el estudio de grabación, porque lo esencial era la comunicación directa con los televidentes, el personaje de “Pacheco” mostraba las obras de artes de los niños.

Con un tono de voz, que mantenía sin altibajos, “Pacheco” aprovechaba este espacio para aplaudir las iniciativas artísticas de los pequeños, a quienes elogiaba constantemente, y para reforzarles algunos valores familiares.

Este personaje, uno de los muchos que han desaparecido de nuestra televisión local, es recordado por distintas generaciones, pues estuvo décadas en la misma estación televisiva: Wapa Televisión.

Su larga permanencia en la televisión le permitió también aparecer en otros programas como Cine recreo, El circo de Pacheco y Contra el reloj con Pacheco, todos dirigidos a la grey infantil.

El último de esta lista, Contra el reloj con Pacheco, se distinguió por las participaciones de los niños, quienes “competían” en varios juegos. Quizás, la palabra competencia no es la idónea para describir la dinámica del programa, pues el que más o menos siempre cargaba con un regalo, casi siempre educativo, como uno que consistía en “agilizar la escritura”, según se muestra en uno de los vídeos de la época. Seguramente, este “juguete” no le haría ninguna gracia a la generación de hoy, acostumbrada a juegos tecnológicos, pero eran otros tiempos.

A la par con la diversión, el presentador infantil, cual maestro, les preguntaba a los niños por las vocales, entre otras cosas, para celebrar las contestaciones.

¿Y quién era Pacheco?

Más allá de su distintiva frase “Cámara, por favor”, que recuerdan todos los que crecieron con él, este hijo adoptivo de Puerto Rico nació el 5 de abril de 1921, en Barcelona, España. El animador falleció a los 75 años de edad.

Antes de pisar suelo boricua en 1960, Joaquín Monserrat se destacó como comediante en La Habana, Cuba. Ya para el 1962, el actor se había integrado a la estación Wapa Televisión, donde creó un fuerte vínculo con los niños que duró hasta principios de los años noventa.

Pero detrás de ese personaje de “Pacheco”, no había que buscar más porque él era tal cual se veía por medio de la pantalla, según aseguró el productor Luisito Vigoreaux, quien estuvo muy cerca del presentador que se distinguió además por unificar a la familia por medio de bicicletadas.

“Era el mismo con los grandes y chicos. Él se convirtió en uno de mis protectores después de lo que ocurrió con papi. Admiré el respeto que le tenía a los niños y quería ayudarlos a cumplir sus sueños”, expresó el animador, quien mencionó que “Pacheco” coleccionaba firmas de figuras como Abraham Lincoln y John F. Kennedy.

“Él era un artista, pintor. Además, le gustaban los carros antiguos y era un amante de la lectura. Pero sobre todo su filosofía era que uno podía conseguir lo máximo de los niños, siempre y cuando los entusiasmara y tratara con respeto. Bueno, les hablaba de usted”, agregó quien lamentó que las reglamentaciones federales, que prohibieron la integración de productos de los auspiciadores en los programas, sepultaran los espacios infantiles de la televisión local.

Vigoreaux resaltó también el compromiso social de Pacheco, quien se unió por 13 años al Telemaratón de la Asociación contra la Distrofia Muscular.

Luis Vigoreaux compartió como dato curioso que en España le pusieron el nombre de Puerto Rico a la calle donde “Pacheco” tenía una casa. Mientras, acá en la Isla, él vivía en la calle España de Ocean Park, lo que, sin querer, le recordaba siempre su vínculo con ambas naciones.