Telenovelas boricuas: tesoro de una época
Parte de la historia de la televisión puertorriqueña.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 14 años.
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La memoria de los actores era esencial porque aún no existían los apuntadores. Las historias transcurrían en media hora y en directo, por lo que no había espacio para la repetición de una escena. Ésta era la realidad de los talentos de las telenovelas locales que comenzaron en la década de los 50 en nuestra televisión.
Esta parte de la historia de la televisión puertorriqueña se distinguió por la gran producción de melodramas en los 50, 60 y 70, aunque en esta última década se frenaron las realizaciones, según especificó la veterana actriz Johanna Rosaly. No obstante, aseguró, las estaciones televisivas retomaron las producciones en los 80.
Johanna Rosaly se convirtió en una de las protagonistas preferidas de los productores, quienes también identificaron como figura antagonista a la experimentada actriz Ángela Meyer. Estos dos rostros formaron parte esencial en este mundo telenovelero, donde también se dieron a conocer –en distintos tiempos– Luz Odilia Font, Adela Villamil, Lucy Boscana, Mercedes Sicardo, Myrna Vázquez, Martita Martínez, Camille Carrión, Gladys Rodríguez, Pablo Alarcón, Rolando Barral, Daniel Lugo, Sharon Riley, Fernando Allende, Von Marie Méndez, Sully Díaz y otros.
“Fue una de las épocas de oro de la televisión. La gente sentía que se presentaban sus problemas y hablamos con nuestro acento”, recordó Ángela Meyer, quien resaltó que el éxito de las telenovelas locales se vio reflejado en su exportación. Mencionó como ejemplo el culebrón El ídolo (1980), con José Luis Rodríguez y Marilyn Pupo, en el que Ángela Meyer era la antagonista.
“Me acuerdo que la vi traducida en Italia. Las novelas de nosotros tenían un mercado y, por eso, fue una época de oro. Se desarrolló una cantera de actores, contrario a ahora que los talentos no tienen dónde desarrollar el género dramático. Pero nuestro producto se limitó cuando los canales pasaron a manos extranjeras”, señaló Meyer.
“Comencé en el 66, en El retrato de Ángela, pero la primera que protagonicé fue Encadenados. También formé parte de El hijo de Ángela María (1973), que alcanzó más rating que Cristina Bazán (1978). El hijo de Ángela María llegó a una hora después del capítulo 20, porque antes de eso era de media hora en vivo”, recordó Johanna Rosaly a la vez que añadió que por medio de esta novela se dio un vínculo con productores mexicanos. Dijo, además, que se grabó una versión cinematográfica.
Ángela Meyer también recordó con cariño la telenovela El hijo de Ángela María, en la que nació el personaje de “Chianita”, que cobró vida propia al sumarse al programa El show de las 12, de Paquito Cordero, y tras publicar el disco Chianita, gobernadora. La actriz dijo que la integración de “Chianita” se dio por “accidente” para “rellenar” la ausencia de otra actriz. “Me pidieron que me pintara de negra. No me pusieron el crédito porque recién había terminado de protagonizar Tomiko (1972), pero la gente comenzó a llamar para saber quién era esa actriz cómica. Entonces, se quedó en la novela y pegó cuando se acabó la producción. Me integro al programa de Paquito Cordero y saco el disco”, rememoró la protagonista de Tomiko, inspirada en Madame Butterfly.
Johanna Rosaly, por su parte, atesora el melodrama Cristina Bazán (1978) porque fue el detonante para que se retomara la producción de telenovelas tras la interrupción en 1974. “Radio Caracas Televisión la coprodujo con Telemundo y, a partir de ese momento, se volvió a producir en la década de los 80. Cristina Bazán cambió la historia de la televisión en Puerto Rico que, de ser una televisión de programas de variedades y juegos, se le volvió a dar énfasis a las telenovelas en Telemundo, Wapa, el canal 7”, señaló.
La posibilidad del resurgimiento de producciones locales no está tan lejos de la esquina, coincidieron Johanna Rosaly y Ángela Meyer. Las intérpretes se mostraron esperanzadas en que en algún momento cercano personas comprometidas con la industria local den un primer paso para la realización de melodramas.
“En aquella época, lamentablemente, no se desarrolló una infraestructura para mercadear el producto en el exterior porque tenemos que ser conscientes de que en Puerto Rico no existe una masa crítica para sustentar este producto costoso. Las telenovelas no se pueden quedar aquí. No se creó una cadena de ventas ni un enlace con México, Colombia o Venezuela”, explicó Rosaly al reconocer que hubo esfuerzos en esa vía cuando El hijo de Ángela María se vendió a países árabes.
Meyer agregó que se deben aunar esfuerzos para promover a la Isla como un centro de producción de telenovelas por la diversidad de locaciones y por la cantera de talentos. “En este país se puede grabar con la misma calidad de Miami, Argentina, Colombia. Se necesitan personas comprometidas con nuestro medio y que no nos miren como un mercado con estaciones repetidoras, sino como uno que genera y produce”, dijo la asesora de asuntos culturales en Bayamón al lamentar que la única exposición de los artistas sea en las tarimas teatrales.
Rosaly señaló que existen “elementos” para reavivar la producción de telenovelas. “No veo el panorama negro. Hay unos incentivos de la Corporación de Cine de Puerto Rico que son extensivos a la televisión. Además, tenemos instalaciones como Telemundo. Tiene que venir una mente empresarial para producir localmente y luego exportar. Lo veo posible”, aseguró.