Madrid. - “Papicha”: Mujer jovial, joven y alegre en árabe. Y con 18 años, todas las chicas del mundo deberían ser “papichas”, pero en Argelia, la vida no lo hace fácil.

A pesar de las miles de muchachas que quieren estudiar, tener su vida, desarrollar sus sueños y ser personas libres e independientes, muy pocas lo consiguen: la religión, la política, la intolerancia y quienes se creen con derecho a cercenar a quienes no se ajustan a las “normas”, en este caso, los integristas, acaban literalmente con sus ilusiones, y a veces, con sus vidas.

La cineasta Mounia Meddour es una de estas mujeres que consiguió cumplir su sueño: tardó ocho años, pero logró contar esta realidad, tan próxima y, a la vez, tan lejana para los españoles, que vivió en carne propia.

Y así tituló su primera película, “Papicha, sueños de libertad”, una narración que encoge el alma, a la vez que invita a abrazar a estas jóvenes, como lo hace la madre de la protagonista cuando ya parece que todo está perdido.

“Es una historia en parte basada en mis propias vivencias. Nací en Rusia, de padre argelino y madre rusa; nos trasladamos a Argelia cuando yo tenía un año, donde viví hasta los 18, entonces nos fuimos a Francia, obligados por las circunstancias”, explicó la directora, en declaraciones a Efe.

Las “circunstancias” eran una Guerra civil, constantes ataques yihadistas y 150.000 muertos en la conocida como “década negra”.

Todo eso está en “Papicha, sueños de libertad”, que se estrena este viernes 7 de agosto en las salas españolas. Es 1997 y los yihadistas desean convertir Argel en un estado islámico y arcaico.

Las mujeres no cuentan, pero se resisten a entregar al fanatismo el control de sus cuerpos, su forma de vestir y su modo de ocupar el espacio público. En ese entorno vive la estudiante Nedjma, una apasionada de la moda, que ve un vestido primoroso en cada trozo de tela, así sea un haik, la prenda femenina más tradicional de Argelia, que ella quiere convertir en la base de un desfile.

“Viví en el mismo campus en el que filmamos, compartía una habitación con chicas como las que salen en la película. Éramos jóvenes, despreocupadas y queríamos pasarlo bien, a pesar de la subida del integrismo”, apuntó Meddour.

Le costó ocho años preparar la película. “No fue fácil -admitió-, fue muy duro volver a escarbar en los recuerdos de esos años, en los 150.000 muertos que causó la guerra, en la violencia, la opresión”.

“Pero una vez superado todo esto, me esforcé en ser lo más fiel posible a mis recuerdos, en encontrar los decorados adecuados, los entornos, el ambiente, los colores, la luz. Quería plasmar la rebeldía de esas chicas, unas mujeres que quizá no tuvieran ideas políticas, pero que luchaban por la libertad actuando, haciendo algo concreto. Que no se rendían a pesar de todo”, concluyó, apasionada.

Rodar en Argelia no fue fácil, añadió, ya que hubo que importar material tan imprescindible como las cámaras. “Nos pusieron muchas trabas”, reconoció. El tema, dijo, no estaba “bien visto” ni en Argelia ni en Francia, a pesar de los años que han pasado, porque “muchas heridas siguen abiertas”.

Otro problema fue encontrar financiación; de hecho, se tuvieron que juntar diez productores, ella incluida, una cineasta que hasta ahora sólo había hecho documentales.

Se sumó como impedimento su decisión de rodar en ‘algérois’ (argelino), la mezcla de árabe y francés que se habla en las ciudades de Argel, ya que ni el Ministerio de Cultura francés ni el argelino estaban dispuestos a darle fondos. “Al final conseguimos fondos argelinos, pero costó mucho”, afirmó.

Lo único fácil fue elegir a Lyna Khoudri para el papel principal.

“Es una intérprete extraordinaria que conoce muy bien la historia de Argelia a pesar de haber venido a Francia a los 10 años. Es hija de un periodista y de una chelista que no tardaron en convertirse en objetivos de los integristas”, explicó la directora de su alter ego en la cinta.

“En eso somos parecidas y aunque no lo vivió como yo, sí lo lleva dentro. Bastó -añadió- con rascar un poco para que todo volviera a salir. Trabajamos mucho el personaje, también el idioma, porque Lyna habla muy bien árabe, pero tuvo que empaparse del dialecto argelino”,

Con los 40 ya cumplidos, Meddour sigue hablando de sus raíces: prepara su segundo largo de ficción, “Houria”, que significa “libertad” en árabe. “Volveré a rodar en Argelia”, aseguró y adelantó que será la historia de una joven bailarina que sufre una metamorfosis después de vivir una experiencia traumática.