Tras décadas de proyectos televisivos y de afianzar una sólida trayectoria en los medios, llegó el momento de querer tomarse las cosas con más calma. Disfrutar más de la compañía de los suyos y de la felicidad que deriva de tareas que requieren de su talento como “handyman”, se convirtió en bálsamo.

Esa pausa para el legendario comunicador Junior Abrams se interrumpió en 2023 con su regreso a la televisión para su labor en “Pégate al mediodía” (WapaTV). Pero está condicionada a un ambiente donde se sienta a gusto, acuerdo que no le ha resultado difícil teniendo en cuenta la complicidad que vive en el set.

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Con su habitual simpatía, relató el poder de convencimiento de Emmanuel “Sunshine” Logroño para que accediera a colaborar en el segmento “Análisis neutrar” junto al icónico personaje “Don Eleuterio”, tras la salida de Fernando Arévalo. La propuesta la veía con recelo. Pero el trato de sus compañeros ha sido tan agradable, que de acordar para solo un día, eventualmente su presencia se extendió a la rutina de lunes a viernes.

“Ha sido una experiencia extraordinaria. Gracias al trato que me han dado Gilda (Santini) y Sunshine, me mantengo aquí. Después de estar un tiempo sin hacer nada, absolutamente nada, ha sido bien buena. Por eso es que todavía estoy aquí”, enfatizó Juan Ramón, nombre que heredó de su padre y cuya dinastía ha continuado hasta su nieto.

Con cierta timidez, confesó cómo ciertos quebrantos de salud y otras circunstancias influyeron en hacer a un lado la vida profesional en los medios, ámbito en el que se destacó desde que cursaba la escuela superior en su natural Vega Baja. La aventura comenzó entonces con la oportunidad de colaborar en la radio como comentarista deportivo. A partir de ahí, a su vida se añadieron capítulos con momentos destacados en noticiarios y en proyectos en los que sobresalió con éxito como presentador, libretista y productor, entre otras facetas.

¿A qué se dedicó durante ese tiempo de retiro?

Se acabó el último proyecto que estaba haciendo, que no recuerdo cuál fue, y le cogí el gusto a no hacer nada. Y como yo no tenía, modestia aparte, necesidades económicas, porque yo me organicé bien en mi vida para eso, pues me quedé lo más tranquilo y hasta me lo disfrutaba y todo. Yo tengo en mi casa un taller. La gente lo ve y dice ‘pero ven acá, ¿tú te dedicas a esto?, ¿para qué tú quieres tanta máquina?’. Y les digo ‘porque es mejor tenerla y no necesitarla, que necesitarla y no tenerla’. Y eso es mi bebé. Yo he hecho desde las rejas de mi casa, las hice yo. Yo hice los portones de mi casa. En casa hay que cambiar las puertas, yo las cambio con todo el marco”.

¿Qué lo motivó a mantenerse apartado de los medios por varios años?

“Yo me retiro un poco, o casi total, por mis condiciones de salud. Me han dado cinco infartos. Yo tengo cáncer de colon, una ostomía permanente. A mí se me rompió el tendón de Aquiles del pie izquierdo. Yo tengo un desfibrilador interno. Tengo un ‘medport’ en el lado derecho. Yo estoy todo rehecho. Lo que pasa es que tú, o te dan las cosas y te mueres, o te dan las cosas y las peleas”.

¿En qué se apoya para mantener el buen ánimo?

“En el deseo de seguir vivo, la familia. ¿Pa’ qué me voy a morir, si después de que uno se muera uno puede hacer nada? Yo nunca he sido tan loco como parezco. Yo soy un individuo centrado. Mi matrimonio, mi esposa murió hace cuatro años de cáncer. Tú no te puedes decir ‘se acabó esto’. No. Están mis hijos, mi nieto. A lo mejor esas tres personas, mi hijo (Juan Ramón), mi hija, Charilyz. Eso es en gran medida el por qué hay que seguir y no se puede uno dejar morir”.

¿Cuán estable se siente en términos de salud?

“Yo creo que bien. El cáncer, aparentemente, está en remisión, uno no sabe mañana lo que pueda pasar. El corazón sigue bombeando. El desfibrilador está ‘ready’ por si acaso deja de bombear, tirarle un corrientazo. Así que está todo bien. Yo me disfruto a mis hijos, me disfruto a mi nieto, me disfruto todas mis amistades, me disfruto la gente que me quiere. Me disfruto la vida hasta que llegue el adiós”.

Su amor por el deporte

El mundo del deporte lo conquistó desde su infancia, cuando se criaba en la calle Baldorioty de Vega Baja, con un padre electricista y una madre dedicada al hogar. Con admiración, rememora cómo ciertos juegos en la infancia presagiaron el futuro profesional suyo y de sus hermanos.

“Yo era el más pequeño de todos nosotros. Jugábamos y teníamos un pueblo. Mi hermana era la dueña de la farmacia. Mi hermano mayor era el dueño del banco. Yo tenía una emisora de televisión. Ella fue farmacéutica, es farmacéutica. Él fue banquero, trabajó en la banca, y yo terminé en esto”, detalló tras confesar que jamás fue “un estudiante de 4 puntos”.

Pero el béisbol, no el periodismo deportivo, se convirtió en su primera pasión. “Desde chiquito a mí me encantaba jugar”, rememoró con nostalgia. “Harry Rexach tenía un campo de entrenamiento de béisbol en el parque de Las Lomas (Río Piedras). Después de que entrenábamos, las prácticas y todo eso, se hacía un juego. Como yo casi nunca comenzaba jugando, yo me iba para el ‘dugout’ y empezaba a narrar lo que estaba pasando, y parece que Harry, que tenía un programa en Radio San Juan en ese momento a las 6:30 de la mañana, dijo ‘este muchachito hay que tratar de encarrilarlo de algún modo’, y entonces me invitó a formar parte”, detalló sobre la experiencia que se dio luego de la mudanza de la familia a la capital.

“Yo creo que él vio que este muchacho podría hacer otras cosas en el deporte, pero como atleta parece que no va a llegar muy lejos”, dijo con su característico sentido del humor.

El compromiso que inició en 1972 requería madrugar mientras cursaba en la escuela superior Gabriela Mistral.

¿Qué opinaban sus padres?

“Como vieron mi deseo, y para que estuviera en malos pasos, mejor que esté metido en el deporte, pues me apoyaron. El problema era mío porque yo me tenía que levantar a las 4:30 de la mañana para arrancar e ir caminando hasta casa de Harry, y allí esperar que él saliera para ir entonces para la emisora. Cuando acababa, a las 7:00 de la mañana, me traía. Me dejaba en casa. Yo me preparaba y me iba para la Gabriela. Como ellos vieron que yo quería hacerlo porque me gustaba, me apoyaron”.

¿Qué pasó con la aspiración de jugar béisbol?

“Yo jugué categorías menores en el programa de pequeñas ligas y, eventualmente, después de viejo, porque yo no era tan malo… era malo, pero no tan malo. Después jugué sóftbol superior con los Vaqueros de Bayamón. Estuve tres años ahí, y eso ya trabajando en Telemundo, con un permiso especial que me dieron”.

Fue a mediados de la década del setenta que comenzó su labor en la televisión. La propuesta llegó luego de colaborar con el veterano narrador deportivo Ernesto Díaz González.

“Había trabajado con Ernesto en ‘Mundo básquet’ en 1974”, dijo. “Ernesto iba a empezar un nuevo proyecto que se llamaba ‘Enfoque dinámico del deporte’ y creyó que yo podía ayudarlo y aportar. Empiezo a trabajar con él”, recordó sobre la oportunidad del programa de radio que inició en 1975, y que hizo que hiciera de lado sus estudios universitarios.

“Yo empecé a estudiar arquitectura. Era lo que yo quería. Acuérdate de mi interés en la madera, ‘handyman’, inventar, hacer cosas. Pero no terminé el primer semestre porque ahí es que me llama Ernesto y yo no iba a perder esa oportunidad”, afirmó convencido.

“Yo siempre digo que mi bachillerato yo lo cogí con Harry Rexach, y mi doctorado lo cogí con Ernesto Díaz González, que para mí, con todo el respeto de todo el mundo, es el mejor comentarista deportivo en la historia de este país”, sostuvo enfático. Con el también productor trabajó en entrevistas televisivas.

“Hice reportajes deportivos para ‘El 11 en las noticias’, pero duré lo que dura un temblor porque enseguida me llaman de Telenoticias (Telemundo) y ahí es que me voy, a finales del 76”. La experiencia en el canal se extendió por cerca de dos décadas en las que, además de reconocimientos, se ganó el cariño del público.

“Yo hacía mis noticias, pero lo que hacía era un bosquejo. Iba al set con mi bosquejo y de eso elaboraba. Yo nunca usé ‘teleprompter’”, relató con orgullo.

Fue en los noventa cuando da el salto para trabajar noticias con un enfoque humorístico, en el programa “¿Qué es lo que pasa aquí, ah?”, con Silverio Pérez, en WapaTV.

¿Qué lo motivó a dar ese giro?

“Yo conocía ya a Silverio porque hacíamos ventetú para jugar softbol y nos reuníamos un grupo de amigos. Él dice ‘yo me di cuenta que tú eres un títere, tú eres un personaje lo que tú estás haciendo en Telenoticias’. Cuando surge esta situación, tengo unas diferencias con los directores de Telenoticias sobre mi rol en Telemundo, cosas que yo debía hacer y que no debía hacer. Laura Homar y Silverio estaban creando el proyecto de ‘Qué es lo que pasa aquí’, que era un noticiario humorístico, y me llaman para hacer esto con Luis Raúl y Lourdes Collazo. Ese fue el secreto mejor guardado en la historia de los medios de comunicación de Puerto Rico porque nadie sabía nada. Empiezo a negociar mi renuncia en Telemundo, pero a la misma vez estaba negociando mi llegada al programa con Silverio. Yo firmé mi renuncia después de mucha negociación ‘hoy’ a las 11:00 de la mañana porque ‘hoy’ a las 7:00 de la noche era la conferencia de prensa aquí en Wapa para anunciar el nuevo proyecto”.

La nueva experiencia le hizo potenciar sus habilidades como libretista. “Aprendí a hacer lo que yo no hacía. Yo redactaba mis noticias en Telenoticias, pero yo aprendí a escribir sobre sátira política, lo que era el mundo de la política, hasta un personaje tuve. Aprendí mucho sobre lo que era el resto del mundo, el mundo del espectáculo y del humor, ahí es que yo originalmente tengo mi pase. Yo terminé escribiendo un montón. Ahí fue que aprendí a hacer libretos”.

Su evolución profesional abarcó momentos como presentador en programas como “Mucho gusto”, “Dame un break” y “Atrévete”, entre otros proyectos.

“Yo canté en (el Centro de) Bellas Artes (de Santurce), en la sala de festivales, en ‘Espectaculísimo’ con ‘Qué es lo que pasa aquí’”, rememoró complacido. “Me gustaría hacer algo dramático, pero no me atrevo”, confesó con cierta timidez, a pesar de que el fallecido director Dean Zayas le había revelado que veía en él talento para hacerlo.

“Uno de los grandes retos míos es poder trabajar en producciones independientes. Por ejemplo, fui parte del equipo de trabajo de la celebración de los 40 años de El Nuevo Día. Fui uno de los productores de ese proyecto, el ‘screen director’. Yo dirigía todo lo que pasaba en las pantallas en ese gran proyecto, que es el proyecto artístico más grande en la historia de este país”.

Cuando repasa su trayectoria, ¿qué lo llena de orgullo?

“Poder seguir siendo quien soy, a pesar de que estos medios te pueden volar la cabeza por el cariño de la gente. Tú tienes que saber qué es ese cariño. No te estrelles, porque te vas a matar tú mismo. Poderme mantener siendo yo es lo que más me enorgullece”.

¿Cuán pleno se siente?

“Yo me siento contento con mi vida. No me puedo quejar. Yo he podido criar mi familia con el producto de mi trabajo, que ha sido siempre en estos medios. Dicen que uno no se siente rey en su tierra. Yo me siento rey en la mía porque a mí la gente me quiere que es una cosa increíble. Tengo el cariño de mi gente. Tengo mi familia. Siempre hay un platito de arroz y habichuelas en la mesa. Ya con eso estoy”.