“Frozen 2”: una princesa reinventada
Con esta película, Disney redefine la idea del amor en sus historias: del romanticismo clásico al incondicional entre la familia.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 5 años.
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Los Ángeles. Sobre Frozen y su protagonista Elsa se ha escrito mucho en los últimos años. Algunos ven a una princesa feminista de Disney, otros a un icono LGTB o a una persona en busca de amor propio. Todas, opiniones que los directores de la exitosa cinta escucharon al crear Frozen 2.
“Pensamos en Elsa como un personaje que tiene miedo por ser diferente”, explicó la directora Jennifer Lee.
Según la creadora del filme, que se convirtió en un clásico instantáneo de Disney y un fenómeno de masas, la famosa princesa es “alguien con temor a usar sus poderes y que siente soledad por esa diferencia”. Por ello, entiende y “ve buenas” todas las interpretaciones que han surgido desde el estreno de Frozen en 2013 hasta el estreno de la segunda parte, que llega hoy a las salas de Puerto Rico.
“Con el paso del tiempo es inspirador que sea fuerte e independiente por su cuenta, que no necesite una relación romántica ni ser rescatada, y que su apoyo sean su hermana y su familia”, analizó.
“Ideamos un viaje emocional y luego escuchamos lo que sintió el publico; para cada persona significó algo diferente y lo vimos bien, pero no es nuestro objetivo que tenga una interpretación determinada”, aclaró.
Quizás el equipo de animación de Disney no ideó esta historia sobre dos hermanas como un cuento para el momento actual, pero sí dio con el momento adecuado, pues la cinta recaudó más de $1,200 millones en taquilla, se convirtió en un icono global y su banda sonora coronó las listas en 2014.
Por ello, la gran factoría del entretenimiento no dudó en dar el visto bueno a una segunda parte de las aventuras de Elsa y Anna en Arandelle, una de las películas con argumento original que ha dejado más huella en los últimos años, dominados por nuevas versiones de viejos éxitos.
Cuando los creadores de Frozen se sentaron a escribir la segunda parte, el mundo ya conocía a sus protagonistas y aplaudía la soltería de Elsa como ejemplo de una princesa Disney que no necesita un hombre para salvarse, o como un guiño a otra orientación sexual que supondría toda una renovación para el universo Disney.
“En mi caso, consulto las redes sociales -confesó Lee en complicidad con el resto del equipo-. Escuchamos esas cosas, pero no podemos atender todas las peticiones. Salían ideas de todo el mundo”.
“Apartamos todo para construir el argumento desde fuera y continuar la trama sobre cómo ella aprende a manejar sus poderes y conoce cuál es su pasado, su historia personal”.
Al lado de Lee, su compañero creativo Chris Buck asintió todas las palabras de la directora y defendió al papel de la otra protagonista de la historia, Anna, siempre eclipsada por el brillo de su hermana Elsa, pero fundamental en la trama.
“Representa a la mayoría de personas, es una heroína común”, analizó del personaje que, sin poderes ni trajes llamativos, lleva gran peso de la acción también en la segunda cinta.
Pero lo cierto es que el disfraz que se agota en las tiendas y que en algún momento ha vestido a casi toda una generación, es el traje vaporoso y de fantasía que luce Elsa, una de los productos estrella en cualquier tienda Disney o parque temático.
“Una vez, una niña me dijo que se iba a disfrazar de Anna, pero que no conocía su poder. Le dije que era el amor y se puso supercontenta”, recordó Buck.
Y ahí sí es donde Disney cambió el foco del amor en su historia: del romanticismo clásico al incondicional entre la familia.