Sentado en las gradas del Coliseo Roberto Clemente para presenciar un partido de voleibol femenino, José ‘Piculín’ Ortiz, gesticulaba movimientos del juego, en particular del bloqueo, y daba muestra de lo que él pudo haber hecho en este deporte.

Él sabe lo que pudo ser.

Ni hablar de la extensión de brazos del llamado ‘Cóncord’, ideal para el voleibol.

Pero el excanastero del Equipo Nacional gesticulaba durante el juego por reacción, porque estaba mirando jugar a su hija, Neira Ortiz. Neira es bloqueadora de las Capitalinas de San Juan en la Liga de Voleibol Superior y el pasado miércoles enfrentó a Juncos.

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Neira, de 22 años, está en su segunda temporada en el torneo superior, ambas con San Juan, que juega en el Clemente, un lugar de gratos recuerdos para su padre.

De 6’4” de estatura, Neira tiene este año un papel mucho más protagónico en San Juan en comparación a su año de novata en el 2016. Un cambio de posición, de opuesto a bloqueadora, la tiene poniendo buenos números, en particular en bloqueos, donde figura en la segunda posición entre las líderes con 33 en 40 sets.

Neira es su única hija, además de deportista, y Piculín salta, se desplaza y sube los brazos junto a ella desde su asiento, como queriendo ayudarla. 

“No puedo hacer otra cosa. No vengo aquí a gritarle. Vengo aquí a apoyarla. Trato de transmitirle telepáticamente los movimientos”, dijo el exjugador de Santurce.

Entre un punto y otro del juego, Ortiz también vocalizaba alientos para el equipo, como: ‘!Quítala! (cambiar la posesión del balón), o, a veces, llamaba a Neira cuando estaba en el banco para animarla o quitarle un poco de presión con un comentario jocoso, como cuando Neira ‘levantó un palo’ (defensa en un ataque fuerte) por la línea y su padre le gritó: “Eso fue del susto”.

 Otras veces, Ortiz, quien asiste regularmente a los juegos de San Juan, comentaba sobre el juego con sus compañeros fanáticos en las gradas, incluyendo a su esposa Sylvia Ríos, y, claro está, saludaba a las amistades y fanáticos que se le acercan.

Sin falta, como fanático fiel, también comentaba desde su perspectiva sus críticas al juego, como cuando San Juan pidió un tiempo en un momento crítico del segundo set (en 23-24) para hacer una jugada de pizarra (diseñada).

Ortiz reveló entonces su experiencia en el baloncesto y con sus dirigentes sobre las jugadas de pizarra cuando era jugador. “Decir cuántas veces funcionan como diseñada es difícil. Pero con Carlos Morales se daban con bastante frecuencia porque pedía a los jugadores que confiarán en el cuerpo técnico”, reveló en referencia al comentarista de ESPN Deportes.

“Con Julio (Toro)... iba más a la creatividad del jugador. Y Flor (Meléndez) era por el libro. Con Bobby (Ríos) era fuerte porque él tenía la bola en las manos. Pero muchas veces le salían a Bobby”, agregó.

En fin, el mismo atleta que fue aplaudido, ovacionado y solicitado es ahora un fanático que pone a un lado su grandeza para devolverle los aplausos a los que ve jugando.

Claro está, en el voleibol tiene motivos de sobra. “Si me ven en un juego de baloncesto, yo ni me muevo del asiento; estoy mirando el juego. Estoy tan acostumbrado que ni me muevo”, dijo. “Pero sí aplaudo a atletas, como a Iván (Rodríguez), aparte de que es mi compadre. También aplaudo en el boxeo. Ahí, si tenemos que romper un televisor, lo rompemos”.

Lo único que dejó de hacer Ortiz como fanático común fue bajar a la cancha luego del juego para saludar a las jugadoras, lo que es común en el voleibol. Dijo que no lo hizo por no quitarle la atención a las jugadoras a la conclusión del juego. San Juan perdió 3-0 ante Juncos.

Pero Neira sí subió a las gradas para saludar a su padre. Y allí le sacó una carcajada. “Él es más fanático de mí de lo que yo fui de él”, dijo la jugadora.