Las mujeres árbitros llegaron al voleibol superior de Puerto Rico para quedarse en él superando todo estereotipo y venciendo todo tipo de prejuicios.

La pionera entre las árbitros mujeres de Puerto Rico, Aixa Sanfiorenzo, llegó al Voleibol Superior en el 2005 y recuerda que entonces se veían pocas árbitros mujeres en el voleibol de todos los niveles de la Isla, desde categorías menores hasta colegios y las ligas profesionales.

Por suerte, la cosa ha cambiado mucho. Hoy día, Sanfiorenzo ve un semillero abundante en las categorías menores.

“En categorías menores están más interesadas. Diría que 10 años atrás, si habían dos o tres eran muchas. Ahora he notado que hay muchas chicas trabajando, incluyendo en la Liga Atlética Interuniversitaria. Sí tienen interés en esto, por lo que entiendo que van a seguir subiendo”, dijo Sanfiorenzo a Primera Hora.

Además de Sanfiorenzo, quien comenzó a pitar en partidos de la Liga de Voleibol Superior Masculino en el  2006, hay otras dos árbitros mujeres pitando actualmente las ligas de  Voleibol Superior. Estas son la maestra Maricela Candelaria y la ex jugadora y directora atlética del colegio San Jorge, Ana Ramírez.

También hay en la Liga tres jueces de línea: Yhomaira Rivera, Kenia Nieves, y Getssete Matos. Juez de línea es el segundo paso hacia ser árbitro en el voleibol. El primer paso es ser oficial de mesa.

Candelaria fue la más reciente en llegar al Voleibol Superior Femenino y Masculino y continúa ganándose el respeto de ambas ligas, sobre todo de la masculina. 

Candelaria, sin embargo, aun  percibe los espíritus de los esteriotipos en la cancha.

“Se ven las caras de ‘y ella qué hace aquí’. Es la realidad. Uno lo percibe, lo nota”, dijo Candelaria.

Candelaria debutó en la Superior Masculina en el 2014, luego de haber pitado femenino por primera vez en el 2013. También es árbitro internacional. A ese nivel ha pitado en torneos de la Confederación Norceca (Norte, Centroamérica y el Caribe).

Por tanto, es un reto para ella subirse a la tarima (como le llaman silla del árbito principal) y pitarle a los jugadores varones y los dirigentes varones.

“Los varones argumentan mucho más agresivos cuando van a reclamar. Van a reclamar de una manera diferente que las muchachas, que van de una manera más sutil, más sueva, más llevadero. Es la realidad”, dijo Candelaria.

Mientras, Ramírez llegó a pitar luego de una experiencia como jugadoras esquina en el Voleibol Superior con equipos como Caguas, Guaynabo y Carolina. Comenzó a pitar en el 2006 en femenino y en el 2007 con los varones.

Su experiencia en la cancha le ayudó a superar los exámenes de árbitro nacional, que ofrece la Federación Puertorriqueña de Voleibol.  También le ayudó a tener una mejor visión de la cancha.

Lo que perdió como árbitro fue su relación amistosa con sus amigas voleibolistas. Cuenta ella que una vez pitó o usó el banderín de juez de línea, tiró la raya imaginaria de respeto con las jugadoras.

“Fue una transición complicada porque no podía compartir con ellas (jugadoras). Ya no era lo mismo. Sí, fue una transición. Ya yo estaba al otro lado y tenía que tener una ética de trabajo”, dijo Ramírez, quien compartió cancha con jugadoras aún activas como Jetzabel del Valle, Tatiana Encarnación, Xaimara Colón y Glorimar Ortega.

Pero ganó, al mismo tiempo, un respeto por el trabajo de los árbitros al darse cuenta en carne propia  que no es lo mismo ver las jugadas desde dentro de la cancha, que desde la tarima del árbitro principal.

“Recuerdo que como jugadoras me enfogonaba cuando un árbito no veía el roce”, agregó Ramírez  sobre la acción en que el roce del ataque en las manos del bloqueo es difícil de ver. “Yo escuchaba el roce y no entendía cómo el árbitro no lo podía ver. Ahora, no se si es por la posición del árbitro o el ruido el cancha, pero es la jugada más difícil de pitar. Y los árbitros ahora me dice: ‘entiendes ahora lo que peleabas’, y yo les respondó ‘si lo entiendo’.