El voleibol sí paga
Nuestras voleibolistas le han sacado mucho al deporte, desde estudios hasta jugosos contratos.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 8 años.
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¿Qué el voleibol no paga?
Son muchos los que contestarían que, comparado con deportes como el baloncesto o el béisbol, el voleibol en efecto no es de las disciplinas que mejor remunera a sus atletas. Pero, piense en lo siguiente y verá que su perspectiva podría cambiar: prácticamente la totalidad de las 14 voleibolistas que componen la Selección Nacional femenina que juega en el Repechaje Intercontinental tiene un bachillerato universitario gracias al voleibol y viven del deporte.
Debora Seilhamer, Stephanie Enright, Aury Cruz, Shara Venegas, Natalia Valentín, Vilmarie Mojica, Alexandra Oquendo, Shirley Ferrer, Lynda Morales y Daly Santana tienen todas, al menos, un bachillerato.
La más reciente en lograr un título universitario fue Santana, quien acudió la semana pasada a su graduación en la Universidad de Minnesota, donde completó un bachillerato en la Escuela de Trabajo Social cuyo costo supera los $80,0000, pero que cubrió con su beca deportiva.
“La prioridad mía era sacar estudios. Para el voleibol hay cantidad de oportunidades (becas)”, dijo Santana.
Como Santana, otras nueve voleibolistas de las Selección le sacaron a su talento para el voleibol los estudios en Estados Unidos, lo que equivale a cientos de miles de dólares que sus padres y ellas se ahorraron en estudios. Otro grupo de voleibolistas de la Selección obtuvo del voleibol una beca universitaria en Puerto Rico. La mayoría lo hizo con la Universidad Metropolitana (UMet). Una de ellas es Shirley Ferrer, quien está por terminar una maestría en la institución, en donde sacar un grado de bachilletaro cuesta cerca de $30,000.
“A mí todavía mi mamá me regaña si saco una B”, dijo la jugadora de 25 años que pertenece a las Lancheras de Cataño en la Liga de Voleibol Superior Femeino. “Hay que estar preparadas para cuando termine el voleibol”.
Seilhamer, por ejemplo, no esperó a concluir su carrera en el voleibol para dedicarse a una profesión, sino que tras graduarse de bachillerato de la Universidad del Sur de California (USC) y completar estudios en leyes en la Pontificia Universidad Católica, revalidó como abogada, profesión que ejerce actualmente, además de jugar para Cataño.
Otras jugadoras como Diana Reyes y Paulina Prieto Cerame siguen en universidad y juegan voleibol a ese nivel. Reyes lo hace en la Universidad del Turabo y Prieto Cerame en la Universidad de Texas.
Profesionalmente, la mayoría de las 14 voleibolistas de la Selección Nacional también vive del deporte, ya sea en Puerto Rico o en el exterior, o ambas. Aury Cruz y Karina Ocasio, por ejemplo, ganan cientos de miles de dólares por campaña. Cruz, quien ha jugado profesionalmente durante 11 años, ha tenido varios contratos que superan los $200,000.
Yarimar Rosa, Stephanie Enright, Lynda Morales, Vilmarie Mojica también viven del voleibol. Rosa jugó este año en Turquía. Enrigth jugó en Azerbaiyán y Caguas. Morales jugó en Filipinas y en Caguas. Mojica jugó en Juncos.
Pero, el profesionalismo tienta y también atenta contra los estudios. Pero hay tiempo para todo. Cruz y Enright pueden hablar sobre eso.
Cruz se graduó de la Universidad de Florid, pero antes de ponerse un birrete ya tenía ofertas para jugar voleibol profesional. Sin embargo, completó su bachillerato antes de aceptar ofertas.
Enright, por su parte, le puso un alto a sus estudios en la UMet por ir a jugar a liga de Japón por más $100,000. Allá se lesionó y tuvo que regresar a Puerto Rico a rehabilitarse, lo que aprovechó para concluir su bachillerato.
“Cuando regresé (a la Umet) hice como 24 créditos en un semestre porque no sabía si iba a poder jugar la temporada siguiente. Y me gradué con un bachillerato en Justicia Criminal y un grado asociado en psicología. Y ya estoy pensando qué hacer después”, dijo.