Dejó su trabajo y vendió su casa para regresar a Puerto Rico y cumplir su sueño de jugar en la LVSF
Esa es la historia de Keidy Candelaria, novata a los 31 años, con las Cangrejeras de Santurce.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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De adulta, Keidy Candelaria estuvo por años dándole vueltas al asunto de jugar Voleibol Superior hasta que plantó los pies firmemente y dijo ‘si no es ahora, es nunca’.
Candelario creció jugando voleibol en la década del 2000 en Toa Baja y Bayamón. Su trayectoria ascendente apuntaba a ser una segura jugadora del Voleibol Superior y de las selecciones nacionales menores en la década del 2010. No fue así, sin embargo.
En su lugar, Candelaria tuvo una situación de salud desde sus años universitarios entre el 2009-12 y tenía otra vida, una muy buena, por cierto, que había iniciado con su familia desde el 2017 en Orlando.
Pero le faltaba el voleibol que amaba y que jugó con nivel pues de las categorías de Avoli y Arsel en Toa Baja logró becas en la Bayamón Military Academy y en la Universidad de New Haven en Connecticut. Fue campeona y MVP de la Copa El Nuevo Día en el 2006, cuando solo cursaba noveno grado, y fue ronda de Elite 8 en la División II de la NCAA en el 2012.
Hasta que se cansó de escuchar a la gente decir ‘no hay peor gestión que la que no se hace’, ‘si yo fuera joven...’ si le pudiera dar atrás al tiempo’, y tomó la decisión de darle una nueva oportunidad al voleibol.
“Y aquí estoy con el apoyo de mi familia. Todavía no me lo creo”, cuenta.
Candelaria es una esquina novata a los 31 años. Mide 5′11 de estatura. Está jugando con las contendoras Cangrejeras de Santurce, quienes, curiosamente, también están jugando al estilo de regreso al voleibol luego del año suspensión que le impuso la Federación Puertorriqueña de Voleibol cuando eran las Sanjuaneras de la Capital y se negaron a jugar en la serie final del 2021 a modo de protesta por la liga haberle negado el derecho de reemplazar a su refuerzo Destinee Hooker.
Candelaria contó que estuvo por ocho años sin tocar un balón con seriedad, y no fue por desencanto. Dijo que su última etapa en el juego fue feliz en la Universidad de New Haven, tanto por la vida universitaria como por el buen nivel competitivo que tuvo el equipo.
“New Haven fue de revista. Una etapa muy bonita, bien positiva”, recordó.
Un asunto de salud la alejó del voleibol
Pero tenía una situación de salud, en especifico de controlar el peso corporal que, en parte, la alejó del voleibol.
“Me daba miedo volver”, admitió.
Reveló que su sistema digestivo no es el adecuado para digerir las carnes y quesos que estaban en su dieta habitual. Dijo que se sentía “inflada” todo el tiempo pese a que aplicaba su disciplina deportiva en la búsqueda por perder peso.
“No es que me estaba dejando perder. Mi cuerpo no reaccionaba bien a una dieta considerada normal y me inflamaba, y perder peso era prácticamente imposible”, reveló la jugadora, quien llegó a pesar 185 libras.
De manera autodidacta, Candelaria dijo que comenzó a estudiar el sistema digestivo, al tiempo en que intentó de todo para perder peso, desde hacer ejercicios tres veces al día, a tomar pastillas, y hasta comer solamente ensaladas.
Y en el 2019 se convenció de retirar las carnes y los quesos de su dieta. Se convirtió en vegana (come solo alimentos a base de plantas).
“Tan pronto eliminé carne y quesos, perdí peso”, testificó la jugadora que ahora pesa 157 libras.
Vida campestre en Orlando
Además de la situación de salud, Candelaria dijo que encontró una comodidad en el campito de Apopka, en Orlando, desde el 2017 junto a su familia. La comodidad la alejó también del juego.
Dice que tenía una trabajo bien pago en una tienda de jugos saludables, los llamados ‘Juice Bar’. Reveló que ella misma ayudó a fundar la tienda. Agregó que el trabajo le quedaba tan cerca de la casa que el carro no terminaba de calentar su motor cuando ya había llegado. Era un trabajo que le gustaba tanto que no se sentía que trabajaba.
“Tenía un trabajo de ensueño” , dijo.
Vivía en ese campito junto a su pareja, Orlando San Feliz, y la hija de ambos, Penélope. Residían en una propiedad de la que eran dueños. Incluía un solar de casi una cuerda que tenían sembrado con distintos productos. De la cocina iban al sembradío y colectaban lo que se querían comer de desayuno, almuerzo y comida.
“Teníamos medio acre y creíamos en ser 90 por ciento sostenibles, sembrando nuestra propia comida”, recordó.
En el 2021, a los dos años de haber reencontrado la salud, Candelario dijo que comenzó a tocar balones, en ligas masters en Orlando. Un día fue invitada a una liga master en Puerto Rico y viajó a jugar. También dijo que viajó a Puerto Rico en otras dos ocasiones con el doble propósito de visitar y turistear, así como de ir tanteando un posible regreso a Puerto Rico.
Adiós a Apopka
Y en el 2022, le dio las gracias a su empleador, estrecharon manos con un comprador de su casa y el solar, hicieron las maletas y le dieron la bienvenida al voleibol y a Borinquen.
“Decidimos arriesgarlo todo. Dejamos nuestros buenos trabajos, vendimos la casa y decidimos comenzar desde cero”, dijo.
Literalmente, Candelaria y su familia comenzaron desde cero. Como jugadora, Candelaria regresó a cancha por la Liga Copuvo 2022 en la franquicia de San Juan, que es un equipo hermano de las Cangrejeras de Santurce. Las Cangrejeras la vieron jugar y la invitaron al equipo de Superior.
Viven en Levittown, en un apartamento, en el segundo piso de un edificio, algo muy distinto a una casa con solar, es decir, de la tranquilidad de campo a la ciudad. Están dándole forma a la paz en que les gusta vivir, a hacer de su hogar su lugar de estar.
“Estamos en la lucha, de tener una casa de medio acre a tener un apartamento en un segundo piso. Aún así tenemos nuestro frutos. Al frente del apartamento hay un espacio y mi pareja está sembrando papaya, aguacate. Nos hemos adueñado. Hay que aprovecharlo”, contó.
La niña está en una nueva escuela, aprendiendo español, con nuevos familiares y amigos, apegada al agua que rodea la Isla.
“A la nena le va muy bien. Se pudo adaptar bien el cambio. Ha aprendido buen español. Ahora es de Puerto Rico. Y le encanta el agua. Mi pareja es surfer y ella sacó eso de él”, dijo.
Y el ‘volley’ de Candelaria está reapareciendo luego de ocho años. Da pistas de que aquella niña que jugaba en Avoli con Abby Bello, de la adolescente que ‘mato’ en la categoría Senior de la Copa El Nuevo Día con Pucho Figueroa, a la jugadora estelar en la División II en la NCAA.
“Al sol de hoy estoy esperando que me pellizquen y me levanten. Estoy trabajando mucho con mi físico y la parte mental. El juego está adentro. Estoy trabajando para sacarlo nuevamente”.