Toronto, Canadá.- Desde que te asomas a la entrada del Woodbine Beach Park, en la Bahía Ashbridges, entre la música que sale por las bocinas se escucha un sonido de aplausos tan constante que parece provenir de una grabación. 

Cientos de bolas de voleibol se ven saltando desde las más de 100 canchas que han establecido en la costa del Lago Ontario. 

Pese a que no se trata de una playa sino de una parte de uno de los cinco lagos más grandes de América del Norte, el espacio de arena es inmenso, tanto que además de las 114 canchas, ubicadas en líneas paralelas de 10 en 10, quedan kilómetros de costa donde los ciudadanos pasan las tardes, ya sea en picnics o disfrutando del agua. 

Se ve solo el cielo al horizonte del cuerpo de agua, donde decenas de personas corren ‘jet-ski’, tabla a remo y deportes de vela.  Lo único que delata que se trata de un lago es la falta de espumosidad de las pequeñas olas que acarician la costa. 

De lunes a viernes, desde las 5:30 p.m., llegan sobre mil personas al lago a jugar voleibol de playa como parte de la liga Ashbridges Bay Beach Volleyball. Están divididos en equipos, creados por grupos de amigos que buscan despejarse del trabajo y compartir un rato ameno. 

Verlo es realmente atestiguar la diversidad de esta ciudad. Personas de diferentes edades, etnias y condición física, brincan, se lanzan a la arena y se desplazan entre risas mientras disputan partidos amistosos. 

“Somos solo par de amigos jugando y bebiendo cerveza”, dijo Casey Howell, capitán del equipo Alaskan Bush Pilots, uno de los grupos que estaba vestido con su propio uniforme. 

“Solo hay que escribir el equipo en la página de internet y pagar la cuota. Tu escoges los días que quieras venir. No hay que tener habilidades, mira nuestro equipo, no hay talento”, añadió entre risas durante un breve descanso. 

Los equipos juegan tres desafíos y cuando suena el pito a las 8:00 p.m. cada grupo retira las mallas y las guardan en un tráiler a la entrada del parque. No hay mal humor ni protestas. 

Es un ambiente verdaderamente impresionante, a pesar de venir de una isla caribeña, donde hay hermosas playas accesibles y es común ver personas de diferentes edades jugar deportes como paleta, voleibol o frisbee sobre la arena.

“Empezó en el 1998 con siete canchas. Ahora hay 104 de la liga y 10 recreacionales (públicas). Todas se mantienen llenas. Ahora mismo hay 208 equipos jugando”, dijo uno de los organizadores de la liga, mientras caminaba aceleradamente para guardar varias mallas antes de que oscureciera.

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Cada equipo va anotando en una hoja el resultado de cada partido, este número es colocado en la página web de la organización, y dependiendo de los resultados se escoge cuáles equipos se enfrentarán el próximo día. 

Esto ocurre todo el año, excepto en invierno, y no se suspenden los juegos a menos que las condiciones del tiempo sean extremas. 

Algunos juegan un día a la semana, otros van varios. Hay tres categorías diferentes para que un amplio grupo pueda disfrutar aunque no sean deportistas: competitiva, intermedia y recreacional. En estas divisiones participan equipos de dos, cuatro y seis personas. 

Para participar, los equipos tienen que pagar una cuota anual de 120 dólares canadienses por integrante. El dinero va destinado a la organización sin fines de lucro Ontario Volleyball, que se encarga de desarrollar el deporte en la provincia. 

En el parque también hay un paseo tablado con bancas donde parejas o personas solas se sientan a ver el atardecer y una pista caminar o correr bicicleta. Además hay dos restaurantes y un parque con columpios y chorreras para niños. 

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