Heriberto Cruz Mejil: Una leyenda del atletismo boricua nacido en Guánica
El hombre de 82 años fue dos veces medallista a nivel de Juegos Centroamericanos y del Caribe, incluyendo un triunfo dorado en San Juan 1966, y para él todo comenzó corriendo por el malecón de su pueblo.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 3 años.
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Guánica. Una pared llena de premios, da crédito de la historia deportiva de Heriberto Cruz Mejil, quien ganó fama en Puerto Rico en la década del 1960 tras alcanzar la medalla de oro en la carrera de 400 metros con vallas de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, celebrados en San Juan en 1966. Aunque muchos no creían en él, recuerda, puso el nombre de Puerto Rico y de su pueblo en alto, venciendo al entonces cuarto mejor corredor del mundo, Víctor Maldonado, de Venezuela.
“La manera en que terminó la carrera fue de película… bien excitante. Se tardaron como diez minutos en determinar quién había ganado la carrera, porque la diferencia fue de medio paso. Yo sentía en mi corazón los estruendos del público gritando, ese es un sentimiento indescriptible y más cuando usted ve que es el responsable de que esa bandera se esté izando para la celebración de su patria. Eso es una alegría, una euforia que se confunde entre reír y llorar”, relata lleno de emoción el guaniqueño, como reviviendo aquel momento.
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Esa no era la primera vez que Cruz Mejil ganaba una medalla para la Isla, pues en 1962 obtuvo plata en los en los 110 metros con vallas en los Juegos Centroamericanos celebrados en Jamaica. Y, mientras cursaba su bachillerato en economía y ciencias políticas en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras, fue campeón por tres años consecutivos de la Liga Atlética Interuniversitaria en las categorías de 110 metros con vallas, salto alto y relevo de 4 X 400 metros.
De sus primeros pasos en el deporte, recuerda que fue cuando cursaba la secundaria.
“Tenía el hábito de correr desde el malecón de Guánica hasta el Balneario de Caña Gorda, porque no había pista atlética para entrenar. Y como para ese tiempo por aquí la juventud no se dedicaba a nada de eso de pista y campo, cuando me veían pasar corriendo, me decían: ‘Ahí va el loco de Elena (su mamá)’. A mí eso no me molestaba… yo seguía. Mientras los muchachos bebían cerveza, yo me tomaba un cuartillo de leche. Pero cuando me vieron en el periódico, después de ganar, decían: ‘Ese no es loco na’”, rememora entre risas, quien además se destacó como pelotero, en el 1958, jugando en el béisbol Doble A con los Polluelos de Aibonito, a sus 21 años.
Tenía el hábito de correr desde el malecón de Guánica hasta el Balneario de Caña Gorda, porque no había pista atlética para entrenar. Y como para ese tiempo por aquí la juventud no se dedicaba a nada de eso de pista y campo, cuando me veían pasar corriendo, me decían: ‘Ahí va el loco de Elena (su mamá)’. A mí eso no me molestaba… yo seguía. Mientras los muchachos bebían cerveza, yo me tomaba un cuartillo de leche. Pero cuando me vieron en el periódico, después de ganar, decían: ‘Ese no es loco na’
-Heriberto Cruz Mejil
También recuerda que conoció el racismo por primera vez cuando, en el 1959, le surgió la oportunidad de estudiar en el Maryland State College, tras conseguir una beca por sus conocimientos en música, pues tocaba la tuba en la banda del ROTC.
“Yo no sabía para dónde yo iba. Cuando llegué fue que me di cuenta que era un colegio de negros. Hasta ese momento yo no sabía lo que era la diferencia entre un blanco y un negro… y lo aprendí de una manera chocante”, dice sobre su corta estancia en Estados Unidos, pues decidió regresar a la UPR.
Aunque se retiró como deportista cuando tenía 27 años, tras ganar su medalla de oro en el 1966, su gesta quedó inmortalizada en la pista atlética del pueblo, que lleva su nombre. Esta iniciativa, dice, lo hizo sentir “muy honrado y motivado” para crear la competencia Copa Heriberto Cruz, que se lleva a cabo anualmente en el mes de julio, y que busca desarrollar en el deporte a niños entre las edades de 7 a 14 años. Lamentablemente, el evento no se ha podido realizar en los pasados dos años debido a los temblores en el sur de la Isla y luego, la pandemia.
Actualmente, esta leyenda del atletismo guaniqueño vive en Nueva York, “retirado y disfrutando de la vida”, pero visita sin falta la isla unas cuatro veces al año, para “coger este calientito que tanta falta hace” y practicar la pesca en altamar que tanto disfruta. A sus 82 años, dice que la clave para mantenerse ágil es “no tener preocupaciones, comer bien y hacer ejercicios, como caminar”.
Pero, asegura, todavía le falta un sueño por cumplir: “Escribir un libro sobre mi historia para motivar a niños y padres a continuar con el atletismo. Quisiera que usen como ejemplo la dedicación y los sacrificios que tuve que hacer desde niño, sin yo tener nada, porque nací en la pobreza, pero siempre quise descollar y sacar a mis padres de la miseria. Quiero que los que lean mi historia, puedan crear la suya y mejorarla, que logren hazañas mayores que la mía”, concluye Heriberto, quien tiene un hijo y una hija profesionales que son su mayor orgullo.