El olimpismo le roba temporeramente el romanticismo a París
En preparación para los Juegos Olímpicos, puntos emblemáticos como la Torre Eiffel y el río Sena solo pueden ser vistos de lejos.
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París, Francia. Imagínese estar de vacaciones en Puerto Rico y querer visitar El Morro y encontrarse que los accesos al emblemático punto del Viejo San Juan está bloqueado, con solo acceso a visibilidad por medio de la lancha de Cataño o desde la vecina Isla de Cabra en Toa Baja.
Así de desviada y bloqueada está París por la celebración de los Juegos Olímpicos, que se inauguran en esta ciudad el viernes.
“No es un sentimiento de enfado. Es frustración porque vine de vacaciones y quería ir tantos sitios y de pronto me encuentro con una calle cerrada, con un lugar cerrado. Es una frustración de querer ver más y no poder”, dijo la turista mexicana Hiromi Pérez.
Caminar o transitar por el centro de París en estos días es casi recorrer un ‘Tour du France’ para poder llegar a muchos lugares porque las vías están bloqueadas alrededor de la Torre Eiffel y se necesitan papeles, permisos, o credenciales especiales para pasar los bloqueos de la seguridad que está restringida con mucha razón.
Por donde quiera en la ciudad el tema de seguridad nacional ronda. Se habla de eso en los trenes, en los pasillos, en donde quiera y sin tapujos de parte de esta ciudadanía con fama de protestas; como que derrocó una monarquía.
“La gente está tensa”, dijo el colombiano Alonso Grajales, quien lleva residiendo en París 34 años, mientras transitaba el tren hacia el centro de la ciudad. “La gente está nerviosa porque han habido muchas amenazas de terrorismo”.
La seguridad está por todos lados. Hay oficiales franceses, estadounidenses y de otras nacionalidades. Hay militares también. Solo falta el Inspector Clouseau - el famoso detective francés del cine que interpretó el genial Peter Sellers.
Los oficiales son bilingües y pacientes, aunque hace dos días asesinaron a un atacante que apuñaló a un oficial en el ‘subway’. Aún así, el peculiar sonido de las sirenas de la policía europea no se ha escuchado mucho en las calles.
Las calles también están bloqueadas por los Juegos y porque sus canchas, coliseos, áreas verdes y algunos de los sitios históricos o emblemáticos de la ciudad serán usados como ‘venues’. Uno de esos lugares históricos lo es el Gran Palacio en los Campos Elíseos, la reconocible estructura de techos en vidrio a orillas del río Sena que será usado como sala para el deporte de esgrima, que es tan de origen francés que su terminología es en idioma francés.
A propósito del Sena, el río solo es usado en estos días por quien le da vida: el agua. Nada más transcurre por el río que no sea un bote policial. Los famosos botes que dan trillas por el río y que son sede de elegantes cenas están atracados hasta que finalicen los Juegos Olímpicos y desde esa perspectiva verán pasar -tal vez con envidia- las barcazas que este viernes transportarán a las delegaciones, incluida la boricua abanderada por Jasmine Camacho Quinn y Sebastián Rivera, que navegará por el Sena en el ceremonia de inauguración.
A los pies de la Torre Eiffel están instaladas las canchas de voleibol playero. Los atletas están entrenando allí en estos días y no están visibles a la vista. Los organizadores han levantado una verja de tablas de madera de unos 10 pies que cubre todo el estadio y canchas.
Esa instalación, removible, debe tener a los atletas admirando el espectáculo de la Torre mientras juegan. Pero también tiene a los vecinos teniendo que hacer ajustes para vivir con la verja de 10 pies y los accesos bloqueados.
En esa zona, un grupo de españoles y portugueses “reformados”, como ellos le dicen a estar retirado, juegan petanca, el juego de las pelotas de acero que lanzan sobre el suelo con el propósito de que ésta choque con otra pelota previamente lanzada.
Allí están desplazados porque su cancha de juego se ubica originalmente en donde está ahora la cancha de voleibol playero. Buscaron otro campo de gravilla molida para jugar, uno que de todos modos queda a los pies de la Torre. El campo al que se mudaron si tiene un suelo desnivelado, lo que afecta la trayectoria de la pelota.
Pero también están resignados. Uno se tomaba una cerveza. Otro estaba sentado en la sombra. Estaban acompañados por una mujer retirada que les escuchaba los cuentos. Típico español, uno maldecía cuando el lance le salía mal. Todos estaban jugando.
“Estamos acorralados. Antes jugábamos al otro lado de la verja”, dijo el portugés Juan Silva señalando a la verja de tablas de madera que separa el estadio de voleibol playero.