Durante  más de 40 años, José Huertas González –mejor conocido como ‘El Invader I’ en el ámbito de la lucha libre profesional– estuvo cogiendo y repartiendo cantazos de cuadrilátero en cuadrilátero, ya fuese de Aguada a Fajardo en  su extensa corrida en Puerto Rico o desde Japón a Nueva York en sus jornadas internacionales.

Viniendo de una familia humilde de 18 hermanos en el pueblo de San Lorenzo, para ‘El Invader’  la lucha libre se convirtió en la  avenida hacia el éxito financiero, gracias a su ascenso como una de las principales figuras de la World Wrestling Council (WWC) en Puerto Rico junto a Carlos Colón, mayormente, a mediados de la década de 1970 hasta a fines de  1990.

No obstante para sus tres hijos, él siempre tuvo la visión de que la educación era el camino correcto y no, necesariamente, que siguieran sus pasos dentro del ensogado, tal y como hicieron dos de los hijos de Colón y varios hijos de luchadores de su generación, como Dusty Rhodes, Ric Flair, ‘Cowboy’ Bob Orton y Mike Rotunda,

¿El resultado?

Su hijo mayor José Huertas Pagán es un  biotecnólogo en una farmacéutica del país, su hijo del medio Christian Huertas Pagán se acaba de graduar de Medicina y su hija menor Emily Pagán Huertas está en vías de finalizar sus estudios como técnica de farmacia.

“¿Quién iba a decir que el Jibarito de San Lorenzo iba a tener tres hijos así de brillantes? Hoy día tengo uno que hace la medicina (José), otro hace la receta (Christian),  ella (Emily) la despacha y yo  me la tomo”, dijo ‘El Invader’  a Primera Hora mientras era acompañado por sus retoños de 29 (José), 27 (Christian) y 22 (Emily) años de edad.  “Las cicatrices que tengo en la frente  valieron la pena”.

Claro, eso no quiere decir que ‘El Invader’ -en algún momento- trató de involucrar temporalmente  a los varones a la lucha. Pero ellos, simplemente,  tenían otros intereses. “Quería apoyarlos en lo que quisieran. Nunca les gustó seguir mis pasos. Y para mí mucho mejor. De hecho, una vez le dije bromeando a ‘Pepe’ (su hijo mayor José) que si quería hacer pareja conmigo. Le dije ‘tú te mantienes en la esquina y yo  hago todo el trabajo’. Él me dijo: ‘no, no y no’. Nunca les interesó”, reveló ‘El Invader’, de 71 años.

“Ellos veían las luchas desde el principio. Y también veían cómo yo salía adolorido, cómo estaba al otro día, y cómo mi esposa luego tenía que darme masajes. Pensaron ‘ese camino no lo queremos’. Se envolvieron en sus estudios”.

Y Christian lo confirmó. “Las pocas veces que nos trepamos a un ring, supimos que ese no era nuestro lugar”, dijo Christian.

Conspiran los maestros

Según el trío de hermanos, sus maestros en el colegio  siempre los trataron con una atención ‘especial’ y supieron guiarlos académicamente  con énfasis en las materias de ciencia, matemáticas y salud.

“En el colegio nos veían como los hijos de ‘El Invader’ y siempre nos tenían un cariño especial. Los maestros de ciencia y salud siempre estaban bien pendientes. Creo que son los ‘culpables’ de mantenernos fuera del ring”, dijo José.

“En mi caso particular siempre fui aplicado. Fui independiente con mis estudios. El futuro depende de los estudios. Me gustaban. No sentía que era una obligación”.

Claro está, en la casa siempre hubo orden y disciplina. ‘El Invader’ nunca ha pecado en su vida por falta de puntualidad.

“Él es bien estricto. La puntualidad es la piedra angular de nuestro hogar. También el ser honesto, respetar a los demás y nunca mentir”, recalcó José.

Sin violencia

De hecho, ‘El Invader’ dijo que logró llevar a sus hijos por buen camino sin tener que incurrir a la violencia.

“Fui criado a ‘cocotazos’ por falta de escuela de mis padres. Y viniendo de eso, nunca he tocado a un hijo mío. Cada vez que hacían algo malo, los reunía y les hablaba”, indicó el padre.

“Una mirada era suficiente. Ya con eso llorabas”, interrumpió José entre risas. “Y se nos aparecía en la escuela cuando menos lo esperabas”, agregó Emily.

Y es que ‘El Invader’ siempre quería estar pendiente del progreso académico de sus hijos y de sus respectivos comportamientos. “Por ser los hijos de ‘El Invader’ ya lo maestros daban por seguro que nos íbamos a portar bien. Si había una pelea en la hora de almuerzo, nosotros éramos los últimos sospechosos”, confesó José.

Esa supervisión continúa, los buenos valores inculcados y el énfasis en la educación hoy rinden frutos en la familia.

“Soy el hombre más feliz del mundo. Vengo de un campo de San Lorenzo. No estudié mucho porque me sacaron de la escuela para ayudarlos a criar a los otros (hermanos), a trabajar”, dijo ‘El Invader’. “Siempre les dije que si estudiaban tendrían un buen futuro. Y gracias a Dios me escucharon”.