Saint-Denis, Francia. Gerald Drummond libró los obstáculos que ninguno de sus rivales en las pruebas de los 400 metros con vallas tuvo que saltar. Ahora está entre los 16 mejores del mundo y en el escenario más grande. Un ejemplo más de que el poder de los sueños es más fuerte que el poder de las piernas.

El costarricense Drummond se enamoró de la prueba mientras veía al dominicano Félix Sánchez dominar los 400 metros con vallas en Atenas 2004, hace 20 años. Ahí supo lo que iba a ser el resto de su vida. El único obstáculo es que él no tenía obstáculos... literalmente.

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“A pesar de ser un país pequeño, con muchas limitaciones creo que se han hecho grandes cosas”, dijo orgulloso después de clasificarse a las semifinales con un tiempo de 48.78 segundos en el repechaje. “En mi país yo tuve que hacer mis propias vallas con pvc para poder llevarlas a la pista y entrenar. Así que estar en unos Juegos Olímpicos, con las condiciones que he tenido que pasar, es grandioso”.

No se clasifica a una semifinal olímpica sin también aprender a librar obstáculos fuera de la pista. A pesar de las limitaciones, Drummond nunca quitó la vista de la meta. Una meta que el martes en el Stade de France se materializó en su segunda experiencia olímpica.

“Claramente se vale soñar, uno de niño tiene muchos sueños y no se da cuenta de lo difíciles que son”, dijo, aún con la piel perlada de sudor. “Ya cuando va creciendo se da cuenta que no era tan fácil. Pero con mucha disciplina y mucha constancia y apoyado en la familia que es uno de mis pilares pude lograrlo”.

Nada mal para un niño que creció aburrido, todo por culpa de sus veloces piernas.

“Llegaba de la escuela y le decía a mi mama que jugábamos al ‘lobo’ y que me aburría porque los de mi clase nunca me atrapaban”, contó con una sonrisa.

No podían atraparlo antes y no podrán atraparlo ahora.