Río de Janeiro. La Copa del Mundo en el “país del fútbol” tuvo sus múltiples inconvenientes antes de que rodara el balón. Protestas masivas por parte de un sector de la población enfurecida por los enormes gastos y retrasos en la construcción de estadios parecían destinar el torneo a semanas turbulentas.

Sin embargo, tan pronto los estadios se llenaron de gente y las selecciones comenzaron a jugar, todo cambió. Brasil se volcó con su Mundial, y el resultado fue un torneo exitoso y memorable, tanto en el plano competitivo como organizativo.

Hace cuatro años, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, le dio a Sudáfrica 2010 una puntuación de nueve de diez unidades al finalizar el Mundial. Para el líder de la FIFA, Brasil superó ese registro.

“De 10, sacó 9.25. Ha mejorado a Sudáfrica, pero la perfección no existe”, dijo ayer Blatter, quien quedó maravillado por lo ocurrido en el terreno de juego.

“Lo que hace esta Copa tan especial es el fútbol y la calidad, la intensidad de los juegos. Este torneo arrancó con un fútbol de atacar, que era nuevo. En la última Copa Mundial, en la fase de grupos, los equipos no querían perder, fueron cautelosos. Ahora hubo un fútbol agresivo, y así se mantuvo hasta el final”, dijo el mandamás de la FIFA.

Mientras, las autoridades de Brasil y los organizadores del torneo también cantaron victoria, al asegurar que superaron todas sus expectativas.

“Demostramos que Brasil también puede organizar una Copa. Tuvimos mucho éxito en la organización, y creo que nos ganamos la Copa en este sentido. Desde el 2009 tuvimos que superar muchos desafíos”, expresó Ricardo Trade, director de operaciones del Comité Organizador Local.

Una de las mayores preocupaciones antes del torneo giraba alrededor del traslado dentro de un país de gran extensión territorial como Brasil, que no cuenta con una red ferroviaria. Además, se señaló que una pobre infraestructura de telecomunicación digital les pasaría factura tanto al público asistente a los estadios como a todos los periodistas asignados a cubrir el evento.

Según el viceministro brasileño de deportes, Luis Fernandes, todas esas preocupaciones se esfumaron en el torneo. Durante la Copa, un promedio de 485,000 personas viajaron diariamente desde los aeropuertos del país, un registro que superó la media de viajeros en la semana de Carnaval de este año, 365,000 personas.

Además, Fernandes reveló que más de 700,000 turistas visitaron Brasil durante junio, un aumento de 132 por ciento a este mismo mes el año pasado. En el ámbito digital, 45 millones de fotos fueron subidas a las redes sociales desde los estadios, una cifra que no incluye la final.

“Fue un rotundo éxito para Brasil y el turismo en este país”, aseguró Fernandes.

No todo fue color de rosas

La Copa del Mundo en Brasil quedó manchada por un esquema de venta de boletos clandestinos que resultó en decenas de arrestos, incluyendo la de un ejecutivo de una compañía contratada por la propia FIFA. El secretario general de la FIFA, Jerome Valcke, enfatizó en que su organismo hace todo lo posible por detener la reventa de boletos.

“En Sudáfrica tuvimos casos y se arrestó gente. Creo que nunca acabaremos con la venta de taquillas fuera del sistema de fifa.com o centro de taquillas. Nosotros, en FIFA, estamos vendiendo todas las taquillas en su valor. Pero hay tres millones de taquillas que salen de la FIFA hacia las federaciones, los países y los fanáticos. Y lo que ellos hacen con las taquillas es lo que estamos peleando”, aseguró Valcke.

Por otro lado, queda la incertidumbre de qué pasará con nuevos estadios en ciudades en que, por lo visto, no tendrán mayor uso. Un total de $1,600 millones fueron invertidos en la construcción de estadios en las ciudades de Cuiaba, Manaus, Natal y la capital federal de Brasil, urbes que no tienen equipos de primera división en el fútbol brasileño.

Por ejemplo, según reportó la agencia de noticias Prensa Asociada, el próximo partido en el estadio de Cuiaba será el campeonato de la tercera división la próxima semana. Organizadores allí esperan una asistencia de 4,000 personas en un estadio con capacidad para 40,000.

Para Trade, las nuevas instalaciones son parte de lo que llamó el “legado” del Mundial de Brasil.

“Dejamos un legado muy grande. Más de 30,000 personas fueron contratadas de alguna manera, como personal de seguridad, médicos o choferes. Además, dejamos un legado de estadios, arenas y estructuras modernas. También invertimos $6 millones de la FIFA en recapacitar estadios. Es el gran legado que dejamos, y estoy seguro que el gobierno va a poder darles su uso”, sentenció Trade.