Un gimnasio de boxeo es cuna de sueños y esperanzas en Vieques
El exboxeador Héctor Mulero y su esposa trabajan todos los días con niños, niñas y jóvenes en general, sacando a muchos del ocio que en ocasiones conduce al camino del mal.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
PUBLICIDAD
Un gimnasio comunitario, que ofrece a niños y jóvenes entre las edades de ocho a 18 años la oportunidad de desarrollarse en el deporte del boxeo y bajar de peso al tiempo en que adquieren valores y aptitudes para forjar en ellos metas que le dirijan a un futuro prometedor, se ha establecido en el seno del Parque Dionisio García ubicado en el barrio Monte Santo de Vieques.
El modesto gimnasio Carlos ‘Taso’ Zenón, que ofrece todos los servicios libres de costo, ha sido una iniciativa del boxeador profesional retirado, Héctor Mulero, quien oriundo de la Isla Nena, ha visto las necesidades recreativas de los jóvenes y puso en marcha el gentil proyecto que permite unas horas de recreación de lunes a viernes y la asistencia a competencias los fines de semana.
“Aquí los nenes practican el deporte del boxeo, hacen ejercicios, corren y mantienen disciplina. Hay féminas y varones. Esta iniciativa la empezamos en otro edificio bien abandonado, tratamos de rescatarlo, pero era muy costoso arreglarlo. Entonces un hombre que se llamó Carlos “Tazo” Zenón hizo unas movidas con la WBO y el alcalde de Vieques y nos dieron este local, lo arreglamos, le pusimos agua y luz y lo acondicionamos para los jóvenes de esta isla.””, dijo Héctor, quien tuvo que retirarse de los cuadriláteros tras una lesión corporal, y haciendo referencia al recién fallecido presidente de la Asociación de Pescadores de Vieques y líder activista en la lucha contra la salida de la Marina de la Isla Nena.
Sin embargo, esa lesión no lo detuvo para que, en agradecimiento con la vida, comenzara el noble proyecto que busca dar un espacio digno a los niños y jóvenes viequenses; que “además de enseñarle el boxeo, le damos un fundamento como para enseñar valores. Yo creo que en la vida uno no nace por nacer, sino que nacemos con un propósito, hacernos buenas personas y profesionales. Si me salen campeones mundiales y llegan lejos pues amén; pero si me salen campeones de la vida, mejor”, dijo Héctor.
“Aquí no es solo ejercicios, les enseñamos también valores y disciplina. Tenemos un joven que había dado problemas académicos; aquí se pulió, lo ayudamos y ahora en agosto se va para el albergue olímpico. Esos son los logros que queremos para nuestros chicos”, agregó el instructor.
En el lugar, se percibe un ambiente modesto, familiar pero muy seguro para los pupilos de Héctor y su esposa Melyssa López. Muchos son transportados por los padres, quienes se mantienen en los alrededores del local para colaborar en lo que haga falta. Otros llegan caminando pues son de comunidades cercanas. El local que muestra un impecable cuidado y mantenimiento cuenta con un salón grande donde ubica el cuadrilátero, sacos de boxeo alrededor de las paredes que, con fotos, cortes de periódico y pinturas cuentan la historia de los boxeadores que han dado gloria al país. Tienen un cuarto para atender alguna lesión de imprevisto, baños y un amplio patio donde realizan la rutina de ejercicios.
Cada día desde las 4:00 de la tarde hasta las 8:00 de la noche, Héctor y Melanie reciben a niñas y niños, donde les realizan una rutina de ejercicios y técnicas de boxeo. Muchos llegan a las instalaciones buscando una alternativa para combatir el sobrepeso.
“Lo que queremos es que tengan un lugar seguro donde hacer ejercicios y practicar el boxeo. Enseñamos el deporte, pero no es necesario tener una habilidad. Hay niños que han llegado sumamente obesos y él les da una rutina y bajan de peso. Aquí enfatizamos autoestima, disciplina, responsabilidad y el respecto por lo demás”, dijo la mujer.
Dado que no cobran por sus servicios y ambos son humildes trabajadores, la pareja recurre a las ventas y a solicitar donativos para poder sufragar los costos para la asistencia de los niños a las competencias boxísticas.
“Cuando tenemos esos eventos, vendemos almuerzo, bizcochos, vamos a la calle ancha y pedimos en la calle. El pueblo de Vieques es bien cooperador. Es bien costoso cuando vamos a la isla a competir y nosotros le pagamos todo: el pasaje de la lancha, la guagua que se alquila para transportarnos, las comidas para los nenes. En una competencia se nos van más de $400. Algunos de los nenes no pelean, pero quieren ir, entonces lo hacemos como refuerzo para que sigan interesados”, dijo Héctor sumamente complacido por el apoyo de sus compatriotas.
Aunque las circunstancias territoriales de la Isla Nena limitan las alternativas de recreación para los niños y jóvenes, para este matrimonio no hay fronteras por lo cual -cada cierto tiempo- coordinan giras para que sus pupilos se mantengan “pompiados” y entiendan que no hay límites cuando se desea alcanzar una meta.
“Como aquí no hay cines, les hacemos giras; me los llevo pa’l cine, a comer en un buffet que aquí no hay, a pasear por la isla para hacer algo diferente de lo que tienen aquí”, dijo el joven que, mientras narra la gesta comunitaria del Gimnasio Taso Zenón, no puede ocultar la felicidad que le provoca este servicio a la juventud.