Miguel Cotto se disfruta las etapas que viven cada uno de sus hijos
A Miguel le tomó tiempo establecer un balance entre su vida deportiva, por los compromisos internacionales representando a Puerto Rico, con la rutina cotidiana como padre.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 años.
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Miguel Cotto se convirtió en padre por primera vez de la manera menos tradicional.
Tenía 17 años cuando conoció a Melissa Guzmán –su actual esposa– en septiembre de 1998, pero ella no llegó sola a la vida del exboxeador.
En agosto de 1996, Melissa tuvo al bebé Luis Ángel, producto de una relación previa a unirse al entonces boxeador aficionado. El bebé tenía 2 años y, enseguida, fue el centro de la familia que se estaba formando.
“Desde entonces Luis Ángel ha estado bajo el yugo de la familia Cotto. Cuando me refiero al yugo, es por mi mamá (Juana Vásquez), mi papá (Miguel Cotto Carrasquillo) y prácticamente la parte importante de mi familia. Luis Ángel es nuestro orgullo. Es un muchacho ejemplar, estudioso, dedicado a su pasión, que es el maquillaje, y próximamente partirá hacia Nueva York para estudiar”, compartió Cotto.
La adaptación a su nuevo rol como cabeza de una familia no ocurrió de inmediato.
A Miguel le tomó tiempo establecer un balance entre su vida deportiva, por los compromisos internacionales representando a Puerto Rico, con la rutina cotidiana como padre.
“Nada fácil. Todo fue complicado. Un muchacho de 17 años que apenas estaba comenzando a vivir cómo va a procesar que de pensar en él, tuve que pensar en Melissa. Alondra que venía en camino y estaba Luis Ángel. Fue un poco ardua la transición que me tomó años en asumirla”, compartió.
Luego, la pareja tuvo a Alondra y, eventualmente, a Miguel, el menor de la familia. Cotto estaba centrado en su carrera en el boxeo rentado que le requería muchas horas alejado por los entrenamientos y, a su vez, los viajes a los Estados Unidos para ir estableciendo un récord.
“Melissa ha sido una esposa ejemplar. Me brindó la oportunidad para dedicarme en cuerpo y alma a mi trabajo, que era el boxeo. Sabía que mis hijos iban a estar bien cuidados”, dijo. “Se ha hecho un buen trabajo. El 88 por ciento del trabajo le tocó a Me-lissa. Estaba dedicado a mi trabajo. Ella me concedió dedicarme a eso y ella a la crianza de los hijos para hacerlos lo que son hoy. Lo que son hoy Alondra, Luis Ángel y Miguel es gracias a Melissa”, reiteró.
De hecho, Cotto confesó que sus deseos eran tener más hijos. Sin embargo, estuvo separado de Melissa durante un tiempo cuando salió a la luz pública que el expúgil había tenido una hija (Isabela) fuera de matrimonio.
“Si por mi hubiese sido, tendría más hijos. Lo que pasa es que Melissa y yo tuvimos un tiempo de separación, ambos nos operamos y pararon nuestros hijos. Si ese tiempo de separación no hubiese llegado, quizás uno o dos hijos más tendríamos”, afirmó.
¿Cómo eres como papá?
“Tengo mis momentos en los que vacilo y los alcahueteo un poco. Soy un poco fuerte, no de ponerles una mano encima, pero sí fuerte en carácter. Fuerte para que brinden lo mejor de ellos, para que sean mejores seres humanos. El menor (Miguel) tiene 16 años, está próximo a adquirir su licencia de conducir y cada cual tiene su mundo. Perdí algo de tiempo, pero todavía tengo unos cuantos años para hacerme más presente en sus vidas”.
Su padre como norte
Miguel Cotto Carrasquillo fue una constante presencia junto a Miguel. Algunos lo veían como una sombra que celó demasiado a su hijo, pero para el seis veces campeón del mundo su papá fue crucial para su crecimiento.
“Soy un poco más expresivo que mi papá, un poco más alcahuete (con mis hijos), pero sin temor a duda y sin lugar a equivocarme, he tenido, tengo y tendré el mejor padre del mundo. Sin él, no tendría nada de lo que tengo ahora”, dijo con lamento mientras suprimía las lágrimas.
Cotto Carrasquillo falleció repentinamente en enero de 2010 mientras conducía por una carretera en Caguas. Fue un severo golpe para el expúgil y, ocho años después, todavía sufre su ausencia.
“El crítico más grande que tuvo mi padre fui yo. Sin pensar, sin analizar y sin prestar atención al trabajo, al sacrificio, a la dedicación que mi padre le ponía al trabajo día a día para brindar lo mejor a casa. Fui un chamaco que retaba, al punto que a los 17 años me convertí en padre. Pero mientras más difícil me ponía, más conocimientos, más enseñanzas le daba Dios a mi padre para sobrellevar los disgustos, los malos ratos, las ofensas en muchas ocasiones. No es sabio aquel que todo lo sabe, sino el que lo aplica y le funciona. La sabiduría de mi viejo fue muy grande. Un viejo que se dedicó en cuerpo y alma a su señora, trabajó hasta la saciedad por el bien de su familia y en 29 años que me duró, jamás lo escuché decir: ‘estoy cansado’. Jamás lo escuché decir: ‘tengo sueño, necesito dormir’. Fue un viejo maravilloso y sin temor a equivocarme, el mejor padre que uno pueda tener. Parece que fue ayer aquel 3 de enero de 2010 cuando falleció. Ya van ocho años y se sigue extrañando día a día. Hubo muchas copas de vino que se quedaron para darnos. En el lugar que nos esté esperando, ahí estará con su mesa, las botellas de vino que quiera y dos copas”, concluyó.