Boston. Al crecer como el hijo de un pelotero de las Grandes Ligas, Terry Francona se sabía de memoria las reglas: “Hablar únicamente cuando te hablen, o me darían una nalgada”.

Cuando Francona se convirtió en manager de Grandes Ligas y sus jugadores llevaban a sus hijos, sus reglas eran mucho más hospitalarias.

“Antes había un enorme letrero que decía ‘Sin niños’ o algo así”, dijo Francona, quien siguió a su padre, Tito, por las Mayores y ahora es el piloto de los Guardianes de Cleveland. “Mi regla era: Pueden venir, pero primero tienen que pasar y decirme ‘hola’”.

Los camerinos son más abiertos para los vástagos de los jugadores en estos tiempos — y no sólo los chiquitines que vacían los cubos con goma de mascar. Varios de ellos acaban en las Mayores

En total, hay más de una veintena de hijos de peloteros de Grandes Ligas en los planteles de la Liga Nacional y Americana esta temporada. Tan sólo los Azulejos tienen a tres, los hijos de los miembros del Salón de la Fama Craig Biggio (Cavan) y Vladimir Guerrero (Vlad Jr.), así como a Bo Bichette, cuyo padre Dante fue elegido cuatro veces al Juego de Estrellas con los Rockies.

“Todo lo que sé sobre el béisbol lo aprendí de él”, dijo el menor de los Bichette, cuyo padre fue el coach de bateo de los Azulejos antes de que renunció al puesto para poder entrenar con su hijo durante el paro laboral.

“Estoy súper agradecido con mi papá”, añadió. “Pero, al mismo tiempo, sólo quiero ser yo mismo. Jugar lo más duro que pueda. No necesariamente hacerme de un nombre, sino ser yo mismo como pelotero”.

Roberto Alomar aquí junto a su padre Santos, llegó al Salón de la Fama del Béisbol. Mientras, su hermano Santitos también tuvo una respetada carrera en las Mayores.
Roberto Alomar aquí junto a su padre Santos, llegó al Salón de la Fama del Béisbol. Mientras, su hermano Santitos también tuvo una respetada carrera en las Mayores. (El Nuevo Día)

Con el impulso de buenos genes, acceso a buenos entrenamientos y equipo, y ciertamente algo de reconocimiento, los hijos de peloteros han seguido los pasos de sus padres desde hace tiempo.

Según Baseball Alamanac, 252 hijos de jugadores de Grandes Ligas han llegado a la Gran Carpa, desde el zurdo de los Cachorros Jack Doscher en 1903, hasta Kody Clemens, el hijo de Roger Clemens, quien debutó con los Tigres el mes pasado.

Puerto Rico tiene varios casos de estos. En las Mayores jugaron José ‘Cheo’ Cruz y su hijo José ‘Cheíto’ Cruz, Eddie Olivares y Omar Olivares, Julio Navarro y su hijo Jaime Navarro, Santos Alomar y sus hijos Santos Alomar Jr. y Roberto Alomar, Iván de Jesús y su hijo Iván de Jesús Jr., Iván Rodríguez y su hijo Dereck Rodríguez y José ‘Tony’ Valentín y su hijo Jesmuel Valentín.

Otros casos ligados a Puerto Rico a medias son los del cubano Tany Pérez y su hijo Eduardo Pérez, quien aunque nació en Ohio se identifica por su crianza como puertorriqueño, y el de José Tartabull y su hijo nacido en Puerto Rico, Danilo Tatabull.

En todo este tiempo, ha habido padres cuyos hijos han estado muy lejos de igualar su éxito, como Pete Rose Jr., mejor conocido como “El príncipe del hit”, e hijos que han opacado la trayectoria de sus padres, como Barry Bonds y Ken Griffey Jr.

“Siempre estuve orgulloso de mi familia, y de los que mis hermanos, padre o abuelo lograron en sus carreras”, señaló el ex infielder y actual piloto de los Yankees Aaron Boone. “Pero la presión siempre fue con el tipo que estaba a 60 pies y 6 pulgada de distancia (el pitcher en el montículo), y así fue como siempre me conduje. Nada iba a interponerse con ello”.

Familia Cruz, Cheito Cruz, Cheo Cruz, Trei Cruz y Luis Antonio Cruz.
Familia Cruz, Cheito Cruz, Cheo Cruz, Trei Cruz y Luis Antonio Cruz. (Suministrada)

Los equipos están fascinados. Por ejemplo, los Azulejos tiene previsto repartir un muñeco cabezón “Vlad y Padre” esta temporada, con ambos Guerreros en un pedestal. Clemens recibió el número 21 que su padre lució durante la mayor parte de una carrera en la que fijó un récord con siete premios Cy Young.

En su mayoría, los chicos tratan de evitar las comparaciones.

“Quiero recorrer mi propio sendero”, indicó Clemens, cuya única experiencia como lanzador fue cuando le tocó sacar outs en una paliza. “Siempre estamos diciéndonos que me pone contento que yo sea un bateador y no un pitcher, de modo que no tenga que compararme con lo que él hizo. La mitad de su carrera fue asombrosa”.

Los hijos de Pedro Martínez, David Ortiz, Manny Ramírez y Keith Foulke — todos miembros de los Medias Rojas de Boston que ganaron la Serie Mundial en 2004 — juegan juntos en un equipo de una liga de verano en las afueras de Boston. (Jaden Sheffield, cuyo padre, Gary, jugó con los rivales Yankees ese año, también forma parte de un equipo de colegiales que buscan captar la atención de los cazatalentos de organizaciones profesionales.

Iván Rodríguez, a la derecha, posa junto a su hijo Dereck Iván, quien es lanzador de las Grandes Ligas con los Gigantes de San Francisco.
Iván Rodríguez, a la derecha, posa junto a su hijo Dereck Iván, quien es lanzador de las Grandes Ligas.

Francona dirigió a los Medias Rojas a su primer campeonato en 86 años esa temporada.

Al enterarse que los hijos de algunos de sus principales bazas — los más carismáticos en el vestuario — formaban parte de los Brockton Rox, reaccionó sorprendido.

“Me acuerdo cuando D’Angelo (Ortiz) asomaba la cabeza, él y el hijo de Víctor Martínez, todos los días andaban por ahí”, recordó Francona sobre un chico de 17 años que ahora mide 1,88 metros (6,2 pies) de estatura y pesa 200 libras (91 kilogramos). D’Angelo bateó para .351 con la secundaria Miami-Dade la pasada primavera.

“Llegaban, se sentaban en el sofa, siempre entusiastas”, dijo Francona. “Ahora saber eso me hace sentir bien viejo”.