Por cerca de dos décadas, Tony Valentín recorrió estadios de béisbol en Puerto Rico, Estados Unidos y el Caribe mientras su familia lo apoyaba en las gradas. Hoy sigue visitando parques en y fuera de la Isla, pero, ahora le toca ver los partidos desde otra perspectiva. No como jugador, sino como papá.

“Antes yo era el que jugaba y ellos me miraban. Ahora me toca a mí ser el espectador y verlos desarrollarse”, confesó Valentín en entrevista con este medio.

El manatieño, uno de los deportistas más queridos y respetados en Puerto Rico, tiene tres hijos: Jesmuel, de 23 años, Yomar, de 19, y Joveliz, de 17, junto a su esposa, Ilka Díaz. 

Luego de 16 años de carrera en las Grandes Ligas y muchos más en la pelota invernal boricua, Tony colgó sus ganchos, pero no los de sus retoños. 

Los dos varones también son jugadores profesionales -Jesmuel juega en la filial Triple A de los Filis de Filadelfia y Yomar está en Clase A con los Dodgers de Los Ángeles- mientras que la menor de la casa, se abre paso en el softbol femenino.

“Ahora es muy diferente. Antes, uno sentía el orgullo de jugar sabiendo que tu familia te estaba viendo en las gradas. Pero ahora, me pongo más nervioso viéndolos a ellos jugar”, confesó Valentín, quien precisamente, al momento de la entrevista telefónica, acompañaba a Joveliz a un “try out” en Oklahoma City. 

“Con toda sinceridad, para mí es más difícil verlos a ellos jugar, porque uno sabe lo difícil que es. Ya yo estuve allí, sé lo duro que es cuando uno comete un error o no le salen las cosas y uno como padre lo sufre, pero esto es parte del deporte. Ellos escogieron esta profesión y saben a lo que se exponen”, añadió.

En la casa de los Valentín el béisbol es parte de la familia, pues su padre, también del mismo nombre, fue un destacado jugador y dirigente en la pelota aficionada, al igual que sus tíos y su hermano, Javier, también fue jugador de Grandes Ligas. En Manatí todo el mundo conoce ese linaje y sus esfuerzos en las comunidades más desventajadas para llevarle el béisbol es reconocida dentro y fuera de su pueblo. 

“(El Béisbol) está en el DNA de nosotros. Fue algo a lo que nos dedicamos todos y ahora mis hijos también. Yo siempre he dicho que el béisbol nos hizo peloteros, pero también nos hizo hombres”, apuntó Valentín, quien inició su carrera en las Mayores en 1992 con los Cerveceros de Milwaukee y también vistió el uniforme de los Medias Blancas de Chicago, Dodgers de Los Ángeles y Mets de Nueva York.

De sus tres hijos, asegura que identifica características de él cuando jugaba, y también algunos aspectos de su personalidad.

“Jesmuel, aparte del físico, hay gente que me dice que tienes hasta mis gestos. También el conocimiento, el sentido de cómo se maneja, anticipándose en el juego. Es un líder en el terreno. El del medio, no tiene la estatura y el físico de su hermano, pero tiene más fogosidad. Es una píldora. También es el que más carácter tiene. Sacó el carácter de la mamá. Y la nena no es agresiva como los otros, pero también sobresale en el juego”, repasó Valentín.

En una casa donde se respira béisbol, no debe ser difícil adivinar cuál es el mayor anhelo de Tony al hablar del futuro de sus hijos.

“Por supuesto, me gustaría que mis hijos llegaran a Grandes Ligas y que Joveliz también llegue a los más alto como atleta. Siempre les digo que no es una carrera fácil. No todo el mundo llega a Grandes Ligas. Pero ya que escogieron esta profesión, que le saquen provecho, porque es algo que, si dedican, se puede vivir de él”, sentenció Valentín.