Steve Blass: “Tuve el privilegio de ver al mejor de todos diariamente”
El exlanzador y excronista de los Pirates de Pittsburgh, quien compartió una amistad con Roberto Clemente, rememoró el jueves algunos de sus mejores momentos con el legendario Astro Boricua.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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Desde cómo fue a los campos primaverales de los Pirates de Pittsburgh en 1961 y se quedó petrificado observando al jardinero derecho hasta cómo dedicó los últimos años de su carrera a sacarle una sonrisa al número 21 mediante bromas, el otrora as de los Pirates, Steve Blass, lo recuerda todo y lo rememoró el jueves, cuando Major League Baseball celebró el Día de Roberto Clemente.
En coordinación con el Baseball Hall Of Fame de Cooperstown, el ex lanzador de 80 años pasó poco más de una hora el jueves rememorando su relación y amistad con el Astro Boricua y recordando anécdotas sobre las ocho temporadas en las que compartió uniforme, camerino y buenos momentos con el legendario puertorriqueño. La cita se coordinó mediante una videoconferencia.
“Yo sabía de él, pero fue ese año en Fort Myers (Florida) cuando finalmente pude observarlo bien. Y como todos los demás, no podía quitarle los ojos de encima. Y por el resto de mi carrera con los Pirates no pude quitarle los ojos de encima cuando estaba ejecutando en el terreno. No querías perderte ni un segundo”, recordó Blass, quien entonces tenía 18 años y buscaba que el equipo lo firmara.
Blass considera que fue “algo maravilloso ser tan joven y poder entrar a un clubhouse de Grandes Ligas. Ellos (los Pirates) acababan de ganar la Serie Mundial (1960)”.
El lanzador, nativo de Caanan, Connecticut, dijo que establecer una relación de amistad con Clemente tomó un tiempo, pero que todo empezó con la relación de respeto y admiración que él y todos los prospectos y rookies de los Pirates tenían hacia el número 21.
“Yo era como todos los jugadores jóvenes de los Pirates. Yo lo tenía en un sitial muy alto, porque todos los jóvenes del equipo sentíamos que teníamos que demostrar que éramos lo suficientemente buenos para poder ser su compañero de equipo. Lo teníamos en un pedestal”, continuó.
“Él tenía una gran presencia, y todos los jugadores de las Mayores la tienen. Pero Clemente estaba en otro nivel. No te querías perder nada de lo que hacía sobre el terreno de juego y cuando hablaba te dabas cuenta de que esta persona estaba consciente del mundo que le rodeaba, no solamente del terreno de béisbol. Y eso creció y creció según pasaron los años”.
Clemente y Blass jugaron juntos entre 1964 y 1972, sosteniendo vivencias buenas y no tan buenas y cimentando una amistad. Cuando la amistad creció, comenzaron las bromas de Blass, quien dijo que dedicó años de su carrera a intentar hacer sonreír a Clemente.
Contó que en una ocasión fue al casillero del boricua y le dijo que si alguna vez lo cambiaban de equipo, cuando le tocara enfrentarlo le lanzaría adentro, porque todos los pitchers de la Nacional le lanzaban afuera y Clemente terminaba bateando .350.
“‘Blass…te voy a decir algo. Si me tiras adentro la bola va a caer en Harrisburg’, me contestó Roberto. Yo le dije, ‘OK, buena conversación’, y fui y me senté en mi locker”, contó el lanzador entre carcajadas.
Cuando el moderador de la videoconferencia, Bruce Markusen, investigador del Salón de la Fama de Cooperstown, le pidió que describiera cómo veía a Clemente al inicio de su relación, Blass destacó que era independiente, algo callado, y que “parecía una estrella de cine porque era un tipo apuesto y siempre vestía con elegancia. Cuando murió a los 38 años parecía que tenía 25″.
Dijo que piensa que los estiramientos de cuello que Clemente realizaba sobre el terreno tal vez se debían a los efectos de un accidente de auto que sufrió. Una de las frases que más recuerda de las que el boricua le dijo fue que él “se sentía identificado con la gente que la estaba pasando mal. Los que tenían más podían cuidarse ellos mismos. Y que él quería hacer más por esa gente, la que sufría”.
Blass dijo que si Roberto no hubiese muerto, él aún piensa que la gobernación de Puerto Rico no hubiese estado fuera de su alcance. “Él tenía esa presencia, esa inteligencia, esa influencia”.
Una cosa que destacó Blass del comportamiento de Clemente es que este se mostraba muy sensitivo cada vez que un niño entraba al clubhouse. Se levantaba de inmediato a pasar tiempo con los niños.
Como se disfrutaba ver a Clemente sonreir, Blass se dedicó a buscar maneras de conseguirlo. Una de las más famosas, dijo, fue que luego de estudiar su estricta rutina de ir primero donde el trainer para estirarse y trabajar en su cuello en ropa interior para entonces bajarse de la mesa, ponerse el uniforme y salir para el inicio del himno.
“Yo me robé todos sus uniformes una noche, por lo que cuando fue a salir al terreno para el himno estaba en ropa interior y fue tal vez la única vez que el himno se ha tocado sin un jardinero derecho en el terreno. No puedo repetir lo que me dijo después del juego, pero nos reímos mucho. Verlo sonreír era algo que disfrutaba”, dijo Blass.
Otro contraste que ofreció fue que cuando uno veía a Clemente ejecutando en el jardín derecho era como ver una coreografía, muy estilizado. Pero cuando corría las bases trotaba y eran muy violentos sus movimientos.
Dijo que como jugador joven, en Clase A baja de la organización, como lanzador le enseñaron lo que tenían que hacer cuando hubiese un batazo o roleta hacia el jardín derecho en el Forbes Field. Y eso era colocarse entre primera y el home plate y estar listo por si un tiro de Clemente se desviaba. Esto porque algunos bateadores llegaban a primera y doblaban hacia segunda, lo que Clemente aprovechaba para mandar un escopetazo hacia primera. “Pero nunca vi que tirara por encima de mí. Y sacó a bastantes”.
Igual caló hondo en él que, cuando lo entrevistaron justo después de ganar la Serie Mundial de 1971, y de ser declarado como Jugador Más Valioso de dicha serie, Clemente utilizó su gran momento para dirigirse a sus padres en español.
“Ese era el verdadero Clemente. En vez de hablar de lo que acababa de hacer, saludó a sus padres antes de hablar del juego. Esa es otra parte de la esencia de Roberto Clemente. Nunca perdió el sentido de qué cosas eran las más importantes. Pero así era él”, agregó.
Para finalizar, Blass dijo que lleva mucho tiempo reflexionando sobre lo bueno que fue que los planetas se alinearon y un hombre blanco de un pueblito rural del este de Connecticut pudo pasar todo ese tiempo con un hombre negro, latino de Puerto Rico “observándolo, convirtiéndome en su compañero y amigo para finalmente dar uno de los mensajes en su funeral. Cuanta suerte he tenido en todo este viaje y Clemente es una parte enorme de eso, porque tuve el privilegio de ver al mejor de todos diariamente”.
“Tuve la oportunidad de experimentar eso cuando tenía 18 años y siento que tuve tanta suerte, porque uno aprende observando y escuchando. Y yo no fui a una universidad. Yo fui a la universidad del béisbol, en la que Clemente, (Willie) Stargell y Maz (Bill Mazeroski) fueron mis profesores”.