Cuando se le preguntó a Santos Alomar, padre por una descripción del Rickey Henderson al que dirigió en los Leones de Ponce a principios de la década del 1980, el también padre de un miembro del Salón de la Fama comenzó por la agria historia que vivió con el jugador que recién falleció a finales de la semana pasada en California.

Henderson falleció el viernes y en Puerto Rico se le recuerda, además de por su carrera exaltada al Salón de la Fama en Cooperstown, por su etapa de formación en los Leones de Ponce en las temporadas del 1979-80 y 1980-81 y por haber quebrado en esa última temporada el récord de bases robadas en una temporada en la Liga de Béisbol Profesional Roberto Clemente.

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Henderson fue jugador con los Leones bajo la dirección de Alomar, quien dijo que Henderson era entonces un estrella que se atribuyó unos derechos con los que no estuvo de acuerdo como dirigente de equipo y los que le llevaron a renunciar en respeto al juego. Aseguró que la desavenencia fue una aislada con el pelotero con el que posteriormente volvió a encontrarse en las Grandes Ligas y donde Henderson supo vivir dentro de los parámetros y la cultura del juego.

“Siempre fue un pelotero estrella. De eso no hay duda. Pero cuando estuve con él en Ponce, él se tomó unos atributos con los que muchos no estaba de acuerdo” recordó Alomar.

Rickey Henderson, deslizándose, anota desde tercera base remolcado por un batazo en el cuadro de Davey Lopes en un partido del 14 de mayo de 1984.
Rickey Henderson, deslizándose, anota desde tercera base remolcado por un batazo en el cuadro de Davey Lopes en un partido del 14 de mayo de 1984. (Jeff Reinking)

Las libertades que se tomó Henderson, recordó Alomar, eran abandonar el juego en acción y no avanzar una base adrede. Esa última libertad era alimentada, alegadamente, por unas bonificaciones que recibía por bases robadas en la temporada y por tener la mira puesta en establecer un nuevo récord de estafas en la liga.

“Con el otro mánager (Stan Williams), Henderson se desvestía desde la séptima entrada y se iba sin decir a nadie”, recordó Alomar al mencionar al dirigente que comenzó la temporada con los Leones y que fue despedido y reemplazado por Alomar.

“Y hubo un par de ocasiones en que él estaba en la segunda base, sin outs, con el bateador pegándole a la bola para el lado derecho del campo para que él adelantara hasta la tercera base y no avanzaba porque tenía un contrato en el parque (con apostadores) que, si él rompía el récord de bases robadas, iba a recibir unos premios”, dijo Alomar.

El récord era de 41 bases por Carlos Bernier con los Indios de Mayagüez en la temporada 1949-50. Henderson terminó empatando a Bernier y estableciendo un nuevo récord en 44 estafas.

Rickey Henderson, de los Atléticos de Oakland, levanta la tercera base tras romper el récord de robos de Lou Brock en el juego ante los Yankees de Nueva York, el 1 de mayo de 1991.
Rickey Henderson, de los Atléticos de Oakland, levanta la tercera base tras romper el récord de robos de Lou Brock en el juego ante los Yankees de Nueva York, el 1 de mayo de 1991. (ALAN GRETH)

Las libertades molestaron a los compañeros de equipo, dijo Alomar, que para calmar las agua se reunió con el pelotero buscando un cambio de actitud. Alomar dijo que Henderson aceptó un cambio, pero que fue eventualmente reincidente.

Las libertades también iniciaron la renuncia de Alomar a los Leones que entonces tenían de dueño al fenecido Ángel ‘Chiro’ Cangiano, dijo Alomar. Cangiano consentía con lo que estaba haciendo su estelar jugador porque evidentemente estaba atrayendo a muchos fanáticos a los partidos.

“Henderson volvió a irse temprano, a no avanzar las bases y yo lo senté por varios partidos. El dueño me pidió que lo dejara jugar y yo le dije ‘como este es su equipo y como usted es el que paga, yo me voy para mi casa’ y renuncié. Respeto mucho el juego y, como pelotero profesional, no podía permitir que un pelotero distorcionara al equipo completo”, reflexionó Alomar.

Luis ‘Torito’ Meléndez sustituyó a Alomar en la dirección. Meléndez fue eventualmente el dirigente del recordado ‘Dream Team’ del 1995.

Ese comportamiento de Henderson, abundó Alomar, fue aislado, solo visto en el jugador en Puerto Rico y jamás repetido en su destacada carrera en las Grandes Ligas de 3,055 imparables, 1,604 bases robadas, 2,295 carreras anotadas, promedio de llegar a base de .401 de por vida, y una vez Jugador Más Valioso, 10 veces Todos Estrellas y dos veces campeón de la Serie Mundial.

A tal punto fue aislado el comportamiento que Alomar recuerda que nunca tuvo un problema con Henderson en los siguentes años en que trabajaron juntos en las Grandes Ligas.

“Fuimos buenos amigos y trabajamos juntos, como en Nueva York. Fuimos buenos amigos, relajábamos y hacíamos chistes. Todo eso quedó atrás. Rickey fue tremendo pelotero. Jugó para ganar. Por eso varios equipos hicieron cambios para adquirirlo. Era un pelotero muy inteligente y sabía jugar. Eso de Puerto Rico fue un caso aislado”, dijo el excoach de los Mets de Nueva York.