Nunca lo sabremos. Pero si Roberto Clemente Walker no hubiese disparado el doblete contra la verja ante los lanzamientos de Jon Matlack en el Three Rivers Stadium aquel 30 de septiembre de 1972, quizás hubiésemos visto al menos una temporada más de su grandeza en el jardín derecho con los Pirates de Pittsburgh si la tragedia que le costó su vida meses después no hubiera sucedido.

Igualmente, quizás no hubiese pasado. O quién sabe si hubiese comenzado una ruta para ser dirigente en las Mayores. O hubiese decidido dedicarse por completo a llevar a feliz término su sueño de la Ciudad Deportiva.

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Cuando arribó a Pirate City en Bradenton, Florida, el 7 de marzo de 1972, esto un día como hoy hace 50 años, Clemente Walker estaba tal vez en la cima del béisbol.

Los Pirates arribaron como campeones defensores de la Serie Mundial tras una década sin ganar y el carolinense, que ya había sido ganador del premio al Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en 1966 y cuatro veces campeón bate, llegaba como el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial de 1971. La primavera arrancaba ese día con más de una semana de retraso porque al igual que está pasando en la actualidad, las Mayores y los jugadores estaban enfrascados en la lucha por firmar un nuevo convenio y el mismo se alcanzó tarde, luego que se cancelaran la primera semana y media de la temporada y un total de 86 juegos.

Fue en ese marco que llegó Clemente al campamento de los Pirates. Pero con 37 años y una larga batalla contra las lesiones a lo largo de su carrera, el Astro Boricua no estaba de seguro de cuanto tiempo más le quedaba en las Grandes Ligas.

“Me gustaría jugar este año y uno más, pero si tengo la oportunidad podría retirarme después de esta temporada”, dijo Clemente según un despacho de The Associated Press del 8 de marzo de 1972. Obviamente en sus declaraciones estaba implícito que llegar al hit 3,000 era indirectamente la meta que propiciaría la garantía de volver a jugar una temporada más si no alcanzaba ese hito ese año.

Pero igual habrían otras formas en la que podía volver aún si como sucedió daba el hit 3,000 ese año. Como fue evidente a lo largo de su productiva vida, cuando al carolinense se le preguntó si deseaba permanecer ligado al béisbol luego de su retiro, este dijo “bueno, he estado trabajando con niños durante 13 años, y voy a seguir trabajando con los niños”.

Al momento de los entrenamientos primaverales de ese año, el puertorriqueño se encontraba a solamente 118 hits de ganarse la admisión a un exclusivo club de peloteros con 3,000 hits o más en las Grandes Ligas, que en aquel entonces contaba con tan solo 11 miembros.

En otra entrevista para televisión, el eterno número 21 accedió a evaluar las posibilidades de los Pirates de retener su corona de la Serie Mundial, y aunque opinó que serían mejores que en el 1971, admitió que otros equipos de la liga también harían sus ajustes para intentar destronarlos.

“Espero que todo vaya bien. Que continuemos de la manera que vamos hasta ahora, sin lesiones, y veremos lo que sucede, porque va a ser un año muy, muy interesante para nosotros”, le dijo al periodista Jennings Martin, según revelan unos raros crudos de una entrevista que le hizo el periodista en Bradenton, Florida.

“Creo que los equipos que se quedaron el año pasado, como Chicago, San Luis y Cincinnati, van a tener equipos potentes, y no puedes olvidar a Houston, San Francisco y Los Angeles. Va a ser difícil. Va a ser una lucha muy dura, pero tenemos el material para jugar buen béisbol y eso es todo lo que uno puede hacer: jugar lo mejor posible y dejar que las cosas caigan en su sitio”, manifestó Clemente en inglés.

Y eso fue lo que hizo.

Roberto Clemente, miembro del Salón de la Fama, corre aquí hacia segunda base con un doblete conectado ante Jon Matlack, el cual fue su hit 3,000 y el último de su carrera.
Roberto Clemente, miembro del Salón de la Fama, corre aquí hacia segunda base con un doblete conectado ante Jon Matlack, el cual fue su hit 3,000 y el último de su carrera. (Archivo)

Para el 19 de junio, un cuadrangular de tres carreras ante los Dodgers lo convirtió en el líder de todos los tiempos de Pittsburgh en el departamento de carreras impulsadas con 1,274.

El 25 de julio vio acción en su decimoquinto Juego de Estrellas de su carrera en el Atlanta-Fulton County Stadium. Bateaba para .310.

Para el 30 de agosto, empató con Honus Wagner para la mayor cantidad de hits en la historia de la franquicia con 2,970. El 2 de septiembre ante San Francisco, pegó un bambinazo de tres carreras que le convirtió en el líder de remolcadas de por vida de la franquicia en aquel momento.

El 21 de septiembre los Pirates aseguraron su pase a la postemporada con un triunfo ante los Mets de Nueva York que les dio la corona del Este de la Nacional por tercer año seguido.

El 30 de septiembre alcanzó la mítica cifra de 3,000 hits y el 3 de octubre, en el último juego de campaña regular de su carrera, le rompió otro récord a Honus Wagner al aparecer en su juego 2,433 con el uniforme de los Pirates.

Pittsburgh cayó en la Serie de Campeonato de la Liga Nacional ante el ‘Big Red Machine’ de Cincinnati de Pete Rose, Johnny Bench, Tany Pérez y Joe Morgan, entre muchos otros grandes nombres, pero fueron los Atléticos de Oakland los campeones de la Serie Mundial.

Así que fuera de la postemporada, Clemente viajó a mediados de noviembre a Nicaragua para dirigir a Puerto Rico en la Serie Mundial Amateur, y más tarde en el mes ganó su duodécimo Guante de Oro.

Cuando el 23 de diciembre un terremoto devastó a Managua, ciudad en la que había estado hacía semanas, Clemente de inmediato inició gestiones para ayudar de la manera que pudiese al país centroamericano.

Y desde el 31 de diciembre de 1972, como dice el cliché, el resto es historia y Clemente una leyenda inmortal, ícono del béisbol boricua y latinoamericano y símbolo máximo de lo que es ser un filántropo. Por eso, 50 años después del último ‘spring training’ del primer pelotero latinoamericano en ingresar al Salón de la Fama de Cooperstown, recordar su historia es una razón adicional para recordar a ‘El Más Grande’.