Recuerdan a un impune Rickey Henderson en uniforme de los Leones de Ponce
El recién fenecido jugador vio acción en dos temporadas en la pelota profesional de Puerto Rico.
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Impune.
Así se las paseaba el recién fenecido Rickey Henderson por las bases de todos los estadios de béisbol en los que jugó en Puerto Rico.
Así es recordado aquí hoy día, en que el mundo del béisbol le honra y hace memoria de este pelotero ‘fuera de liga’ que falleció el pasado viernes y que marcó la pelota profesional de Puerto Rico a inicios de los 80 y la de las Grandes Ligas por 25 años.
“Era un jugador emocionante”, los describió el comentarista de entonces para las transmisiones de radio de los Leones de Ponce, Pedro Carlos Lugo.
Henderson estableció en la temporada 1980-81 en Puerto Rico el récord de bases robadas de la Liga Profesional de Puerto Rico vistiendo en uniforme de los Leones de Ponce. Era su segunda temporada en la Isla. Jugó aquí siendo ya un grandesliga. En el 1979 debutó en las Mayores con los Athletics de Oakland y se robó 33 bases en 89 juegos jugados. En el 1980, por su parte, en 158 juegos se robó 100 para romper el récord individual de más bases robadas en una temporada que pertenecía al icónico Ty Cobb.
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Por lo tanto, con ese resumé vino a Ponce a destrozar la marca local de robos de base en una campaña. Y en cada intento creo una expectativa memorable en las gradas de los estadios en que jugó, en donde la fanaticada anticipaba que Henderson se robara la segunda y tercera almohadilla impunemente.
“La gente lo iba a ver correr”, recordó Lugo.
Se robó en esa temporada 44 bases en 60 juegos, lo que es un récord local para una temporada regular de tantos partidos. La marca era de 41 estafas, establecidas en la temporada 1949-50 por el boricua Carlos Bernier con los Indios de Mayagüez.
Pero el récord es aún más impresionante al anotar al lado del 44 la cantidad de partidos en que Henderson vio acción en esa temporada de 60 encuentros. Henderson jugó en 48 de los 60 juegos. Es decir, que Henderson se robó en esa temporada casi una base por juego.
“Eso es anormal. Esas son estadísticas que nunca las vamos a ver más”, dijo el historiador Jorge Colón Delgado de Béisbol 101.
El público iba a ver a Henderson robar en Ponce, en Mayagüez, en Bayamón, en Santurce, en Caguas, en donde quiera que iba a jugar este pelotero para enfrentarse a receptores de esa época como Eliseo Rodríguez, Adalberto ‘Junior’ Ortiz, Luis ‘Papo’ Rosado, entre otros.
Y de los ‘dugouts’ no surgían muchas estrategias para tratar de detener el corrido de base de Henderson, quien bateó .298 en esa temporada del 1980-81 y quien recibió además 25 bases por bolas 145 turnos. Esos números indican que Henderson estuvo mucho en base y, por lo tanto, en la mente de los dirigentes en el ‘dugout’.
Mako Oliveras estaba en esa época haciendo la transición de jugador a coach y recuerda la irremediable realidad que vivían los dirigentes y receptores contrarios a Henderson.
“Lo que se le decía entonces a los receptores es que tiraran a tercera base porque en segunda base no había manera de sacarlo”, recordó el exjugador de cuadro.
La impunidad de Henderson se transfirió a donde quiera que jugó. No fue tema de Puerto Rico solamente.
Henderson es el líder de bases robadas de todos los tiempos en las Grandes Ligas y, como efecto secundario, también es el líder de carreras anotadas de todos los tiempos. Se estafó 1,406 bases y anotó 2,295 carreras. Tuvo un promedio de llegar a bases de .409 de por vida. Y fijó el récord de por vida de robos, que pertenecía a Lou Brock, cuando se estafó su 939 el 1 de mayo del 1991.
“Lo hizo en donde quiera”, dijo Oliveras.
También lo hizo porque era observador del juego, listo de pensamiento, seguro de sus capacidades, técnico en el corrido, además de rápido de piernas, claro está.
Lugo lo describe como un “jugador hecho” cuando llegó a Ponce. Oliveras lo describe como una persona cuya autoconfianza “se le salía por los poros”. Y Colón Delgado lo llama un pelotero de “cinco herramientas”.
“El decía que todo era actitud, creer en que ‘me voy a robar esa base’, no dudar en ‘que tal vez me cojan’. Y salía a correr con la cabeza incada en esos primeros pasos, como un velocista saliendo del bloque”, recordó Oliveras.