Matino Clemente relata detalles de su última conversación con Roberto Clemente
El único hermano vivo del Astro Boricua perdió a dos de sus hermano en fechas de despedida de año en años diferentes.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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El 31 de diciembre de 1972, alrededor de las 11:00 a.m., Justino ‘Matino’ Clemente Walker, hermano de Roberto Clemente Walker, lo llamó por teléfono tras enterarse por medio de unos amigos que Roberto viajaría ese día a Nicaragua en su empeño por echarle una mano a los nicaragüenses, afectados por un devastador terremoto ocho días antes.
Muy dolorosamente, cincuenta años después, Matino recordó lo que resultó ser la última conversación que tuvo con su hermano Momen, a quien básicamente cuidó desde que era un niño y se mantuvo a su lado a lo largo de su esplendorosa carrera en las Grandes Ligas.
“Yo lo llamé a esa hora y me dijo que él estaba bien, y que estaba acostado en su casa todavía”, expresó Matino, quien a sus 95 años cuenta con una memoria privilegiada y es una biblioteca de la historia del Astro Boricua, porque la vivió junto a él.
“Y le dije que me habían dicho que él iba para Nicaragua. Yo le dije ‘recuerda que el 31 siempre íbamos a donde mamá (Luisa Walker) por la noche’. Él (Roberto) le dijo a Vera que me había dicho a mí que posiblemente no iba, pero que tenía que ir obligado, porque el gobierno (de Nicaragua) se está quedando con las cosas. ‘Y si yo voy van a tener que repartírselo al pueblo. Y si lo tengo que repartir lo reparto yo’. Esas fueron las últimas palabras que hablé con él. Ese era Momen”.
El 31 de diciembre ya era un día difícil en la familia Clemente Walker, pues doña Luisa, madre de Roberto y Momen, había perdido a un hijo de un matrimonio anterior precisamente un día 31 de diciembre, pero en 1954.
“Así que tengo dos hermanos que murieron un 31 de diciembre”, continuó Matino. “Ese día (de 1972) yo casi no quiero recordarlo, pero lo tengo vivito todavía. Fue uno de los momentos más trágicos de mi vida. Cuando supe la noticia se me fue el mundo. Yo que siempre estaba metido en los parques, después de eso me metí en mi cuarto, yo casi ni salía. Fue un golpe demasiado de duro que no quiero ni recordar”.
De hecho, tiene una forma muy particular de recordar a Momen.
“Para mí, para mi conformidad, siempre dicen que está muerto, pero yo pienso que está desaparecido. Como en el ejército. Nunca digo que está muerto. Que murió en un avión. Está desaparecido. La realidad yo la acepto, pero no trato de recordarla mucho. Fue duro para mí, mis hermanos y mis padres. Y para la gente de San Antón. El barrio lo quería mucho”, expresó.
Matino recordó que, como el más pequeño de siete hermanos, Roberto era el más consentido. Y que aunque no era un chico de hacer maldades, desde niño demostraba que cuando se disponía a hacer una cosa no se estaba quieto hasta que la terminaba.
Dijo que se llevaba a Roberto a los juegos de pelota en los que él participaba y disfrutaban mucho juntos. Además, Roberto comenzó a aprender muchas cosas viendo los juegos, cosas que luego aprendió a integrar a su estilo de juego cuando se interesó en el béisbol.
Recuerda Matino hasta el proceso en el que los Dodgers de Brooklyn le ofrecieron un contrato con uno de sus equipos de nivel AAA, los Royals de Montreal, y hasta el viaje que dieron él y otros dos hermanos con Momen hasta el aeropuerto luego de firmar su primer contrato para jugar en Estados Unidos.
“El viejo (Melchor Clemente) le compró un sombrero y cuando salió de casa el viejo lo obligó a que se lo pusiera. Y cuando íbamos de camino al aeropuerto otro hermano mío que era un charlatán, bromeando, dijo que Momen con sombrero no se parecía a Momen. Y Roberto bajo el cristal, tomó el sombrero con la punta de los dedos y lo lanzó hacia afuera. El sombrero fue hacia arriba y flotó un poco porque había mucho viento en la zona en que estábamos en Isla Verde, cerca del aeropuerto”.
A Matino le preocupaba lo que viviría Roberto con el racismo y con el hecho de que no sabía hablar inglés. Nunca había salido de Puerto Rico. Pero el resto es historia y Matino siempre estuvo a su lado cuando Momen poco a poco se fue estableciendo con los Pirates de Pittsburgh.
Dio crédito al cronista deportivo Ramiro Martínez, a quien señala como la persona que ayudó a encaminar la carrera de Roberto en un momento en que el carolinense estaba a punto de regresarse a la Isla y olvidarse del béisbol debido a sus frustraciones en Montreal.
Y entre todos los recuerdos bonitos con su hermano y con el béisbol, a Matino le tocó vivir la amargura de notificarle a su padre Melchor lo que había pasado con Clemente. Casi le toca comunicárselo a su madre Luisa, pero Melchor, aprovechando que su esposa estaba durmiendo, le pidió a Matino que fuese a buscar a otro de sus hermanos, y fue ese quien finalmente se lo dijo a su progenitora.
Y tiene viva la sensación extraña de su casa llena en una situación luctuosa en medio de una despedida de año en la que no hubo música y los sollozos y lágrimas fueron invitados principales.
“No quiero hablarlo, pero el recuerdo lo tengo como si me lo hubieses dicho ahora mismo”, dijo Matino. “Yo lo recuerdo a él cada segundo que pasa en el día. Tuvimos muchas cosas bonitas que nos pasaron”.
Sobre su hermano, dijo que, así como salió de inmediato a echarle la mano a Nicaragua, trataba de ayudar a todo el mundo, como en una ocasión en que ayudó a sacar a un hombre de un incendio y en otra que ayudó en un accidente de tránsito.
Dijo que tiene una herida porque lleva mucho tiempo proponiendo un marcador o una estatua en el barrio San Antón de Carolina, “que diga que allí nació Roberto Clemente. En el kilómetro ocho, hectómetro siete”. Pero la batalla ha sido infructuosa.
Aún así, cree que “Puerto Rico ha reconocido a Roberto y lo ha recordado bien. Todavía por dondequiera ves a la gente con el número 21 en la espalda. Yo estoy muy satisfecho y muy orgulloso de eso. En otras partes del mundo también. Y con eso me siento bien porque él hizo muchas cosas buenas fuera del béisbol”.