Phoenix. Mark DeRosa aseveró la semana pasada que una de sus tareas más importantes como mánager de Estados Unidos durante el Clásico Mundial de Béisbol era hacerle saber a sus jugadores estar conscientes que el torneo es una competición, no una exhibición.

Pero el piloto no tardó en socavar su propio mensaje.

“Desde luego, no deseo otra cosa que este equipo repita como campeón y alzar el trofeo”, declaró DeRosa tras la derrota 11-5 ante México el domingo. “No haré nada que comprometa el futuro en Grandes Ligas de estos peloteros”.

Esas dos oraciones sintetizan lo que hace del Clásico un torneo intrigante y al mismo tiempo frustrante.

Puede ser una competencia emocionante. Pero por más que los jugadores y coaches quieran ganar, hay ciertos límites a ese fervor.

Hay todo tipo de restricciones, sobre todo para los lanzadores.

DeRosa se pronunció a raíz del desplome de los pitchers estadounidenses ante México.

Brady Singer y Daniel Bard fueron zarandeados al sufrir con su control. En una coyuntura normal, DeRosa les hubiera sacado antes que el daño fuera peor.

Pero el piloto de Estados Unidos tenía las manos atadas. La reglamentación del torneo -más las instrucciones de los equipos de Grandes Ligas- hacen que los cambios de lanzadores sean el mayor dolor de cabeza para todos los mánagers en el Clásico.

Los lanzadores de cada selección no pueden pasarse de los 65 lanzamientos por salida en la primera ronda. Si un jugador se pasa de los 50 ofrecimientos en una salida, no podrá lanzar en los próximos cuatro días. Si tira más de 30, no podrá lanzar al día siguiente. Por último, de lanzar en días consecutivos, no podrá trabajar el día posterior. Eso es lo que establecen las reglas del Clásico.

Por su lado, los equipos de Grandes Ligas -que han permitido que sus lanzadores que devengan millones participen exponiéndose a lesiones- someten otros pedidos más exigentes a los mánagers.

Algunos clubes de MLB no quieren que sus lanzadores tiren en días consecutivos. Otros no quieren que ingresen en medio de un inning. Y hay otros que no quieren que trabajan múltiples episodios.

Es un rompecabezas para los pilotos. Las cosas pueden salir sin complicaciones en ciertos juegos. Pero en otros -como le ocurrió a Estados Unidos contra México- el resultado fue desastroso.

La alarma de los clubes es comprensible. Durante un año normal, la mayoría de los lanzadores empiezan a entrar en calor a mediados de marzo con los juegos de pretemporada, en vez de afrontar juegos de alto voltaje.

El temor por lesiones afecta las convocatorias. En el caso de Estados Unidos, como ejemplo, la alineación cuenta con estrellas como Mike Trout, Nolan Arenado, Mookie Betts y Paul Goldschmidt. Pero sus lanzadores, sin embargo, tienen nombres desconocidos como Jason Adam o Aaron Loup.

Se trata de un problema que todos afrontan. El mánager de Venezuela, Omar López, detalló su experiencia.

“Son 65 pitcheos, esa son las restricciones. Pero para mí son 60, no más de eso”, dijo López. “No quiero que de repente se pueda extender en un turno y sobrepase esa cantidad de lanzamientos, porque entonces mañana estoy recibiendo llamadas (de los clubes)”.

Y añadió: “Soy una persona que siempre he cumplido con los lineamientos que cualquier organización me asigna y no los voy a quebrantar. Yo sé que el país es importante, pero también ellos son importantes”.

Pablo López, el pitcher de los Twins de Minnesota que abrió por Venezuela el domingo, coincidió con su mánager.

“El torneo es muy importante, pero también es parte de la preparación para una larga e intensa temporada”, dijo López. “Al calor del momento uno cree que tiene para tirar 120 pitcheos, pero no es así”.

“Es algo en lo que estoy de acuerdo ciento por ciento”, añadió.

El reglamento del Clásico -y los pedidos de los clubes- provocan momentos extraños pero no parece ser algo que coarte el entusiasmo de los fanáticos. Más de 47,000 llenaron el Chase Field en Phoenix el domingo, en su mayoría para alentar a México, en un ambiente ensordecedor que sólo creció a medida que México siguió anotando carreras.

Incluso una hora después de la victoria de México, los aficionados se hacían sentir en el centro de la ciudad.

“Ha sido un día muy bonito para todo México y creo que para el torneo”, señaló el mánager de México Benji Gil.