Dicen por ahí que cada ser humano se reinventa dependiendiendo de las pruebas y situaciones que le ponga de frente el destino. Y, precisamente, en la parte final de ese proceso se encuentra el ex lanzador de Grandes Ligas y ahora coach de lanzadores de los Gigantes de Carolina, José “Cheo” Rosado, luego que se lesionara el hombro izquierdo en el 2000 y las intervenciones quirúrgicas para tratar de corregir las dolencias no pudieron ayudarle a recuperar su mejor forma.

“Por error de los doctores en una operación, no pude volver a jugar. Ésa es la historia”, manifestó el ex lanzador de los Reales de Kansas City y de los Indios de Mayagüez.

“Lo intenté todo para volver. Doy gloria a Dios porque estoy bien, porque mi familia está bien y porque pudo haber sido peor. Estoy bien contento porque todavía puedo continuar involucrado en el béisbol y llevar todos mis conocimientos a los más jóvenes”, añadió.

Su résume incluye cinco temporadas en las Grandes Ligas con Kansas City, en las que tuvo efectividad de 4.27 y un récord de 37-45, en 125 apariciones. Pero, tras varios años de intentos por regresar a jugar -que incluyó el desarrollarse como jugador de posición- y un proceso de meditación, Rosado decidió aceptar la propuesta que le realizó la organización de los Yanquis de Nueva York para ser adiestrador de lanzadores en las Ligas Menores.

“Nunca pensé ser coach”, dijo. “Pero tuve la lesión. Estuve un tiempo largo fuera del juego analizando qué iba a hacer, hacia dónde me iba a dirigir. Siempre tuve la idea de que iba a recuperarme, pero no fue así. Entonces, cuando me ofrecieron el trabajo de coach, no lo pensé dos veces y acepté”, sostuvo el ex jugador, de 37 años de edad.

Rosado aseguró que, a pesar de lo que su cuerpo le decía, nunca pensó en la idea de estar lejos del deporte “que lleva en la sangre”.

“Éste es mi primer año como coach y estoy aquí (con Carolina) con mucha pasión para así tener excelentes resultados. La transición ha sido difícil porque estamos jugando pelota. Estamos en el mismo campo y ahora no tengo la bola en la mano, pero soy el que pasa la información para que el que la tenga en la mano pueda ejecutarla”, explicó.

Lo que más le llena de su nuevo rol sobre el diamante dentro del béisbol invernal boricua es la capacidad de aprender y pasar sus conocimientos al joven cuerpo monticular de los Gigantes.

“Lo que más satisfacción y alegría me ha dado como coach, hasta la fecha, es ver el fruto de lo que uno proyecta. No es algo que te contaron, sino algo que tú pusiste en práctica durante tu carrera, lo enseñaste, lo hiceron y tuvo un resultado positivo. Eso es lo que nos llevamos los coaches de los jugadores”, concluyó.